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El día de la audición se levanta temprano y se maquilla ligeramente. Se siente a gusto y segura de sí misma. Es la primera en llegar al Club de Arte, donde tiene lugar la audición, y habla con el portero. Se entera de que ya ha habido tres días de audiciones.

La buena noticia es que el señor Zhang Min sigue buscando, dice el portero guiñándole el ojo y juntando las palmas para desearle buena suerte.

Hacia las nueve la sala está atestada de jóvenes. Los ayudantes del director entran y empiezan a colocar mesas y sillas. Una vez montado el decorado aparece el señor Zhang Min. Ya parece aburrido. Ordena que la audición empiece inmediatamente.

Mientras espera su turno, Lan Ping observa con atención al director. Es un hombre de voz suave que va vestido con un traje de algodón negro y un sombrero francés negro. Fuma un cigarrillo y sostiene un tazón de té. Su ayudante llama a las participantes por sus números. Él las mira inexpresivo.

Las jóvenes hacen de todo para vencer su pánico al escenario. Una respira hondo mientras las demás se masajean las gargantas. Lan Ping espera con el pulso acelerado. No está tan nerviosa como creyó que estaría. Piensa en el tiempo que pasó en la cárcel. ¿Hay algo más aterrador? Sonríe.

El señor Zhang Min nota la diferencia. Con la barbilla apoyada en su pulgar, se echa hacia delante y observa a la joven. Permanece en la misma postura desde el principio hasta el fin de la actuación. Después no dice nada. Por la forma en que la mira, Lan Ping sabe que le ha causado impacto. Antes de que salga de la habitación el señor Zhang Min se levanta y le hace señas. Quiero verla interpretar otra vez esta escena.

Ella vuelve a hacer esa escena.

Él observa. Corrige una frase, la detiene y exige. ¿Qué tal si suavizas un poco la melodía? «Oh Torvald, no soy tu hija.» No te golpees el pecho. Queda exagerado. Aguanta un segundo la respiración. Contén la tensión. Vuelve la cabeza hacia la ventana y luego hacia la puerta, y entonces habla.

Ella sigue las instrucciones improvisando al mismo tiempo. Lleva una blusa sencilla de color azul, y se la ve alta y esbelta. Llena de deseo a la vez que vulnerable. Los ayudantes susurran entre sí. El señor Zhang Min no sonríe, no dice nada más. Cuando Lan Ping termina, el director envía a un ayudante a pedirle que espere en la sala verde. Al señor Zhang Min le gustaría hablar con usted cuando termine. Ha dicho que eso era todo por hoy. No va a ver a nadie más.

Se reúnen y toman té. La cosa va bien. El instinto de Lan Ping le dice que él aprecia no sólo su talento interpretativo sino también su personalidad. Se siente halagada. Ella es la que mejor ha comprendido a Nora, le dice. Aunque parezca extraño, en lo más recóndito de la mente de Lan Ping se repite un pensamiento aparentemente irrelevante: está casado.

Más tarde, mucho más tarde, después de representar la obra y hacer su papel, después de que se le parta el corazón con su siguiente marido, escuchará ese pensamiento y acudirá a Zhang Min en busca de cobijo. Se instalará en su casa y se convertirá en su querida. Pero en ese momento es una profesional. Y va a representar el papel de Nora.

Nora es un ama de casa occidental tradicional, madre de tres hijos, dice el señor Zhang Min. Su marido y sus amigas creen que lleva una buena vida, bien alimentada y vestida. En sus cumpleaños recibe regalos caros.

Pero ella es como mi madre, interrumpe ella. Su marido no la ve como a un igual sino como alguien que sólo sirve para calentarle la cama.

¡Siga, señorita Lan Ping! Siga.

No le está permitido tomar decisiones respecto a la casa, sus hijos o sus propias actividades. Es un pájaro con las alas cortadas, cautivo en una jaula invisible. Es una concubina, un calientapiés, una esclava. Está prisionera. Yo misma fui prisionera. Sé lo que es estar prisionera.

El director la anima a continuar. Describa su pasado, le pide. Ella se mete en el papel. Describe a su padre, sus borracheras y su violencia, y luego a su madre, la esclava. Se describe a sí misma, cómo huye y crece en medio de privaciones. El director escucha atento, se olvida de beber el té. Más tarde le dice que su expresión era exactamente lo que estaba buscando. Se enamora de ella y podría haberla besado allí mismo. Eres mi perfecta Nora. La obra será un éxito gracias a ti.

A continuación ella conoce al protagonista masculino, el señor Zhao Dan, el rey del teatro y el cine chino, y la maldición de su vida. Dan interpreta en el escenario el papel de su marido Torvald. Lan Ping no puede creer su suerte. Recuerda cómo se sintió cuando le presentaron a Dan. Atemorizada. El apretón de manos le hace temblar. Es incapaz de disimular su nerviosismo.

El hombre alto y bien parecido de mirada penetrante inclina la cabeza. Ella no tarda en darse cuenta de que sólo ve a una actriz provinciana.

La señorita Lan Ping es miembro del ala izquierda. Cuando el señor Zhang Min se lo dice al actor, la joven se siente muy poca cosa.

Soy nueva, pero no carezco de talento, dice a nadie en particular.

¿Quieres un caramelo?, chilla el actor. ¿Te apetece un caramelo?

Trabajan catorce horas al día y convierten el teatro en su hogar. A veces duermen entre bastidores. Hacen buena pareja cuando actúan, pero entre ellos ya hay tensión. A Dan le irrita la osadía de Lan Ping, la arrogancia de que lo vea como a un igual. El modo en que ella se sirve de su nueva posición y de su vinculación con él para exhibirse ante los demás. No puede soportar su euforia.

Ella empieza a jugar con fuego. No puede evitar sentirse atraída por él, al principio por su talento natural, como mentor y maestro, y luego como hombre. Transcurrido el tiempo dice que ella era de las que conquistan lo inconquistable: lo que le atrajo fue el reto, no el hombre.

Es compañera y admiradora de Dan. Él consigue que se olvide de sí misma para concentrarse en su personaje. Pero ella cada vez está más confundida, confunde su relación con él en el escenario con la que tienen en la vida real. Todo es nuevo y emocionante, y se pierde.

Al final se hace evidente que él no la valora tanto como ella a él. No le hace caso aun cuando actúan juntos en escenas íntimas. Él es su inspiración y ella no es más que parte del atrezo, un objeto que la cámara no enfoca, que él toma como amante y a quien habla de amor.

No sé por qué empiezo a sentirme dolida. Dan no quiere saber nada de mí fuera de las horas de trabajo. No quiere discutir conmigo el papel. En lugar de ello hace sugerencias al señor Zhang Min sobre mi papel. Aparte de lo que está en el guión, no tiene interés en oír lo que tengo que decir. Tiene muchos amigos influyentes. Vienen después de la función y a menudo va con ellos a tomar el té o a comer algo. Yo estoy disponible, pero nunca me invitan. Eso me indica que Dan no cree que soy la actriz apropiada para representar a Nora. Lo veo en su arrogancia y en la forma en que empieza a saltarse los ensayos. No quiere ser mi Torvald. No estoy segura de si ha hablado alguna vez con el señor Zhang Min acerca de una posible sustitución. Estoy convencida de que si no fuera por el señor Zhang Min, ya me habrían reemplazado.

Dan coquetea. Le gusta burlarse de Lan Ping utilizando las palabras de Torvald. Le coge las manos y la atrae hacia sí durante la actuación. Pone excusas para que vaya a su camerino, la arrincona. Vamos, es un bonito día de primavera.

La ligereza de Dan la atormenta. Se siente particularmente dolida cuando él hace bromas sobre los momentos en el escenario en que ella se concentra tanto que se la ve ridícula.

En su relación con Dan ella descubre cuál es su destino. Descubre que es incapaz de escapar de Dan y de hombres como él. Más tarde observa cómo Dan sigue su camino y la abandona para emparejarse con su rival, la señorita Bai Yang.

Sin embargo no puede olvidar a Dan, que no le ha dedicado un solo elogio. La sonrisa infantil que aparece en su cara cada vez que la saluda. En el futuro Dan lo pagará con la vida.

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