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– Siento no haber llamado para avisarte que venía. Supongo que debería haberlo hecho. Pero es que quería hablar contigo cara a cara.

– ¿Cómo has averiguado dónde vivía?

– Hablé con tu amigo Alvin. Y él me lo dijo.

– ¿Has hablado con Alvin?

– Ayer. Le dio su número de teléfono a Rachel, así que lo llamé, y fue lo suficientemente amable como para darme tu dirección. Me hubiera encantado conocerle cuando estuvo en Boone Creek. Por teléfono es todo un caballero.

Jeremy notó que Doris recurría a esa conversación tan trivial para aplacar los nervios, y decidió no decir nada. Supuso que la mujer debía de estar intentando aclarar las ideas sobre lo que pensaba decirle. El timbre del interfono volvió a sonar, y ella desvió la vista hacia la puerta.

– Es la comida que he encargado -explicó él, molesto por la distracción-. Dame un minuto, ¿vale?

Se levantó del asiento, pulsó el botón del interfono y abrió la puerta; mientras esperaba, vio cómo Doris se alisaba la blusa. Un momento más tarde, ella se revolvió nerviosa en el sofá, y por alguna razón, verla en ese estado logró apaciguar sus propios nervios. Tomó aire y respiró hondo antes de salir al pasillo a recibir al repartidor que acababa de asomar la cabeza por la escalera.

Jeremy regresó y, cuando estaba a punto de dejar la bolsa de comida en la encimera de la cocina, oyó la voz de Doris a su espalda.

– ¿Qué has pedido?

– Ternera con brécol, y arroz frito con cerdo asado.

– Huele muy bien.

Quizá fue la forma como lo dijo lo que provocó que Jeremy sonriera.

– ¿Te apetece un poco?

– Oh, no, no quiero quitarte parte de tu almuerzo.

– No te preocupes. Las porciones son enormes -señaló él al tiempo que asía dos platos-. Y además, ¿no me dijiste en una ocasión que te gusta charlar mientras saboreas una buena comida?

Cogió los cubiertos y llevó los platos hasta la mesa. Doris se sentó a su lado.

De nuevo, decidió dejar que fuera ella la que iniciara la conversación, y durante unos minutos se dedicaron a comer en silencio.

– Es delicioso -comentó finalmente Doris-. No he desayunado, y supongo que no me había dado cuenta de que tenía mucha hambre. Se necesitan bastantes horas para llegar hasta aquí. Me he ido antes de que amaneciera, y mi vuelo ha salido con retraso por culpa del mal tiempo. Por unos momentos he pensado que no nos permitirían despegar. Estaba muy nerviosa. Era la primera vez que subía a un avión.

– ¿De veras?

– Sí. Nunca tuve ningún motivo para montarme en un trasto de ésos. Cuando Lexie vivía aquí, me pidió que viniera a verla, pero mi esposo no se encontraba demasiado bien de salud, por lo que decliné la invitación. Y luego ella regresó al pueblo, y no se movió de allí durante bastante tiempo. Sé que probablemente pensarás que Lexie es fuerte como un roble, pero eso es sólo la imagen que desea proyectar de sí misma. En el fondo es como cualquier otro ser humano, y lo que le sucedió con Avery la dejó sumida en una gran depresión. -Doris dudó un instante-. Supongo que te habrá hablado de él.

– Sí.

– Lexie sufrió en silencio, se mantuvo fuerte delante de todos, pero yo sabía que estaba fatal; sin embargo, no pude hacer nada para ayudarla. Lo superó sola, manteniéndose todo el tiempo ocupada, corriendo de un lado para otro, charlando con todo el mundo e intentando que todos tuvieran la impresión de que se encontraba bien. No puedes ni imaginar lo desalentador que fue para mí ver que no dejaba que la ayudasen.

– ¿Por qué me cuentas todo esto?

– Porque ahora ella está actuando del mismo modo.

Jeremy removió la comida con el tenedor.

– No fui yo quien cortó la relación.

– Lo sé.

– Entonces, ¿por qué quieres hablar conmigo?

– Porque Lexie no me escuchará.

A pesar de la tensión, Jeremy soltó una carcajada.

– No sé por qué, pero tengo la sensación de que consideras que soy un tipo fácil de convencer.

– No -replicó ella-. Pero espero que no seas tan cabezota como mi nieta.

– Mira, Doris, aunque ardiera en deseos de volverlo a intentar, no conseguiría nada. Todo depende de ella.

Doris lo observó fijamente.

– ¿De verdad crees eso?

– Intenté hablar con ella. Le dije que quería hacer todo lo posible para que lo nuestro funcionara.

En lugar de responder a su comentario, Doris preguntó:

– Estuviste casado, ¿no es cierto?

– Sí, hace mucho tiempo. ¿Te lo ha contado Lexie?

– No -respondió ella-. Lo supe la primera vez que hablé contigo.

– ¿De nuevo tus dones de vidente?

– No, hombre; no tiene nada que ver con eso. Es por el modo en que tratas a las mujeres. Te comportas con una confianza abrumadora que a muchas mujeres incomoda. Pero al mismo tiempo, tuve la impresión de que comprendes lo que quieren las mujeres, aunque por alguna razón te niegas a entregarte completamente.

– ¿Y eso qué tiene que ver con mi relación con Lexie?

– Las mujeres anhelan un cuento de hadas. No todas las mujeres, por supuesto, pero la mayoría ha crecido soñando con la clase de hombre que lo arriesgaría todo por ellas, aun sabiendo que podrían salir escaldados en la intentona. -Realizó una pausa-. Más o menos como lo que tú hiciste al ir a buscar a Lexie en la playa. Por eso se enamoró de ti.

– No está enamorada de mí.

– Sí que lo está.

Jeremy abrió la boca para negarlo, pero no pudo. En lugar de eso, sacudió la cabeza enérgicamente.

– De todos modos, ya no importa. Se va a casar con Rodney.

Doris lo miró fijamente.

– No es cierto. Pero antes de que pienses que te soltó esa excusa para hacerte daño, deberías saber que sólo lo dijo para que te marcharas, para evitar pasarse las noches despierta, soñando en que un día volverías a buscarla. -Se calló unos instantes, como si intentara darle tiempo a Jeremy a digerir lo que le acababa de contar-. Y además, tú no te lo creíste, ¿verdad?

Fue la forma en que Doris lo dijo lo que le hizo recordar su respuesta inicial cuando Lexie le comunicó su compromiso con Rodney. De repente se dio cuenta de que en ese momento no dio crédito a sus palabras.

Doris extendió el brazo por encima de la mesa y le cogió la mano.

– Jeremy eres un buen chico. Y merecías saber la verdad. Por eso he venido a verte.

Acto seguido la mujer se levantó de la silla.

– Ahora tengo que marcharme. No quiero perder el avión. Y si no estoy de vuelta esta noche, Lexie pensará que pasa algo raro. Preferiría que jamás se enterara de que he venido a verte.

– Pues no es un viaje corto, que digamos. Podrías haberme llamado, simplemente.

– Lo sé. Pero quería ver tu cara.

– ¿Por qué?

– Quería averiguar si también estabas enamorado de ella. -Le dio una palmadita en el hombro antes de dirigirse al recibidor, donde recogió su bolso.

– ¡Doris! -la llamó Jeremy desde el comedor.

Ella se dio la vuelta.

– ¿Sí?

– ¿Y has encontrado la respuesta que buscabas?

Doris sonrió.

– Lo que verdaderamente importa es si tú la has encontrado.

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