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Y recuerdas que tu madre nunca volvió a mencionarte lo sucedido ni a hablarte del guardia civil ni de aquel funeral, ni de la intervención que en todo el asunto había tenido tu hermano. Sólo te dijo, mientras volvíais al pueblo en un destartalado autobús, que tu hermano no era un criminal, pero que incluso la gente buena y desprendida, si equivocaba su camino, podía hacer sufrir mucho al prójimo, llevando la tristeza y la desolación a muchos hogares.

– No lo olvides nunca, Ander, no lo olvides nunca -te repitió, y ésas fueron las únicas palabras que sobre aquel asunto salieron de sus labios.

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