– Tu fuente tiene razón a medias: Dag Svensson estaba haciendo un reportaje como freelance y, sí, trabajaba para Millennium, pero Mia Bergman no.
– Joder, pues es una bomba.
– Supongo que sí -reconoció, fatigado, Mikael.
– ¿Por qué no habéis emitido ningún comunicado?
– Dag Svensson era un buen amigo y un buen compañero. Pensamos que era una cuestión de ética periodística dejar que por lo menos la familia de él y la de Mia se enteraran de lo ocurrido antes de que publicáramos algo.
Mikael sabía perfectamente que no iban a citar esas últimas palabras.
– Vale. ¿En qué estaba trabajando Dag?
– En un reportaje para Millennium.
– ¿De qué se trataba?
– ¿Qué scoop pensáis publicar mañana enAftonbladet?
– O sea, que se trataba de un scoop.
– Nicklasson, vete a la mierda.
– Venga, Blomman, ¿crees que los asesinatos tienen alguna relación con el reportaje que estaba preparando Dag Svensson?
– Si vuelves a llamarme Blomman otra vez, te cuelgo y no vuelvo a hablar contigo en lo que queda de año.
– Bueno, perdona. ¿Crees que Dag Svensson fue asesinado por su trabajo como periodista de investigación?
– No tengo ni idea de por qué asesinaron a Dag.
– El reportaje en el que andaba metido, ¿tenía algo que ver con Lisbeth Salander?
– No. Ni lo más mínimo.
– ¿Sabes si Dag conocía a esa loca de Salander?
– No.
– Dag ha escrito muchos textos sobre la delincuencia informática. ¿Iba de eso?
«Joder, tío, no te rindes», pensó Mikael. Estaba a punto de mandar a Nicklasson a la mierda cuando, de repente, se contuvo y se incorporó súbitamente en la cama. Le asaltaron dos ideas paralelas. Nicklasson volvió a decir algo.
– Espera un segundo, Nicklasson. No cuelgues. Ahora vuelvo.
Mikael se levantó y tapó el auricular con la mano. De pronto se encontró en otro mundo.
Desde que se habían cometido los asesinatos, Mikael había estado dándole vueltas a cómo contactar con Lisbeth Salander. Se encontrara donde se encontrase, la posibilidad de que ella leyera lo que él dijera era muy grande. Si negaba que la conocía, ella podría interpretarlo como que él la había abandonado o vendido. Si la defendía, otros lo interpretarían como que Mikael sabía de los asesinatos mucho más de lo que había dicho. Pero si hiciera el comentario adecuado, quizá Lisbeth se viera impulsada a contactar con él. La ocasión era demasiado buena para desperdiciarla. Tenía que decir algo. Pero ¿qué?
– Perdóname, ya estoy aquí. ¿Qué decías?
– Te había preguntado si Dag Svensson estaba escribiendo sobre la delincuencia informática.
– Si quieres un comunicado, te lo puedo dar.
– Adelante.
– Pero tienes que citarme literalmente.
– Claro, ¿de qué otro modo podría hacerlo?
– No me hagas contestar a esa pregunta.
– ¿Y qué es lo que quieres comunicar?
– Te envío un correo en quince minutos.
– ¿Qué?
– Que compruebes tu correo dentro de quince minutos -dijo Mikael y colgó.
Se acercó a su mesa, encendió su iBook y abrió el Word. Luego se concentró dos minutos antes de empezar a redactar el texto:
La redactora jefe de Millennium, Erika Berger, se encuentra profundamente conmocionada por el asesinato del ccuoaista freelance y colaborador Dag Svensson, y espera que los crímenes se resuelvan rápidamente.
Fue el editor responsable de Millennium, Mikael Blomkvist, quien encontró los cuerpos de su colega y de la novia de éste la víspera del Jueves de Pascua.
«Dag Svensson era un periodista fantástico y una persona a la que quería mucho», ha señalado Erika Berger.
«Tenía muchas ideas para futuros reportajes. Entre otras cosas, trabajaba en un gran reportaje sobre la intrusión informática ilegal», ha declarado Mikael Blomkvist a Aftonbladet.
Ni Mikael Blomkvist ni Erika Berger quieren especular sobre el presunto autor del crimen ni sobre los posibles motivos.
Acto seguido, Mikael cogió el teléfono y llamó a Erika Berger.
– Hola, Ricky. Aftonbladet te acaba de entrevistar.
– ¿Ah sí?
Le leyó rápidamente las breves declaraciones.
– ¿Por qué? -preguntó Erika.
– Porque cada palabra es totalmente cierta. Dag trabajó durante diez años como freelance y uno de los campos en los que estaba especializado era precisamente la seguridad informática. Hablé con él sobre ese tema varias veces y también contemplamos la idea de publicar un texto suyo después de lo del trafficking.
Permaneció callado durante cinco segundos.
– ¿Conoces a alguien que esté también interesado en temas de intrusión informática? -preguntó.
Erika Berger guardó silencio durante diez segundos. Luego se dio cuenta de lo que intentaba hacer Mikael.
– Qué listo, Micke. ¡Joder, qué listo! De acuerdo. Adelante.
Nicklasson volvió a llamar un minuto después de haber recibido el correo de Mikael.
– ¿Eso es todo?
– Es todo lo que te doy, lo cual es más de lo que le he dado a ningún otro periódico. O lo publicas íntegro o nada.
Acto seguido, Mikael se sentó a su mesa y encendió su iBook. Meditó un momento y luego redactó una breve carta:
Querida Lisbeth:
Te escribo esta carta y la dejo en mi disco duro con la certeza de que tarde o temprano la leerás. Recuerdo que hace dos años te metiste en el disco duro de Wennerström y sospecho que aprovechaste la ocasión para piratear también el mío. A estas alturas resulta obvio que no quieres tener nada que ver conmigo. Sigo sin saber por qué rompiste la relación de esa manera, pero no te lo voy a preguntar y no hace falta que des explicaciones.
Desgraciadamente, te guste o no, los acontecimientos de los últimos días nos han unido de nuevo. La policía sostiene que has asesinado a sangre fría a dos personas a las que yo quería mucho. No pongo en duda la brutalidad de los crímenes: fui yo quien encontró a Dag y a Mia pocos minutos después de que los mataran. El problema es que yo no creo que hayas sido tú. O al menos eso es lo que espero. Si tú eres una asesina psicótica, como afirma la policía, entonces es que o yo te he juzgado muy mal o has cambiado terriblemente durante el último año. Y si tú no eres la asesina, entonces la policía está persiguiendo a la persona errónea.
Ante estas circunstancias, probablemente debería instarte a que te entregaras a la policía. Sin embargo, sospecho que harás oídos sordos. Pero la realidad es que tu situación resulta insostenible y, tarde o temprano, te detendrán. Cuando lo hagan, necesitarás un amigo. Si no quieres ningún trato conmigo, tengo una hermana. Se llama Annika Giannini y es abogada. He hablado con ella y está dispuesta a representarte si se lo pides. Puedes confiar en ella.
Por lo que respecta a Millennium, hemos iniciado una investigación propia para saber por qué Dag y Mia fueron asesinados. Lo que estoy haciendo ahora mismo es preparar una lista de todo aquel que pudiera tener buenas razones para acallar a Dag Svensson. No sé si ando bien encaminado, pero voy a comprobar la lista persona por persona.
Mi problema es que no entiendo qué pinta en todo esto el abogado Nils Bjurman. No se le menciona en el material de Dag y no veo ningún tipo de conexión entre él y Dag y Mia.
Ayúdame. Please. ¿Cuál es la conexión?
Mikael
P.S. Deberías cambiar la foto del pasaporte. No te hace justicia.
Reflexionó un rato y tituló el documento «Para Sally». Luego creó una carpeta a la que llamó «Lisbeth Salander» y la colocó a plena vista, en el escritorio de su iBook.
El martes por la mañana, Dragan Armanskij convocó a tres personas en la mesa de reuniones que tenía en el despacho de Milton Security.
Johan Fräklund, sesenta y dos años, y ex inspector de la policía criminal de Solna, ostentaba ahora el cargo de jefe de la unidad operativa de Milton. Fräklund era el responsable general de la planificación y el análisis. Hacía diez años que Armanskij se lo había quitado a las fuerzas de seguridad del Estado y había llegado a considerarlo, sin comparación, como uno de los mejores recursos de la empresa.