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¿Puedo parar? Es una contienda sangrienta con espadas invisibles. El otro día hice una visita a Mao y fui testigo de cómo está empeorando su salud; ya no puede levantarse de la silla de junco sin ayuda. Eso me asustó. La casa no aguantará si cae la viga central. Pero disimulo mi miedo. Tengo que hacerlo. La nación y mis enemigos están observando mi actuación. Me enfrento a un público temible.

Llamo por teléfono a Yu. Discutimos cómo hacer que sea emocionante para la clase trabajadora el mensaje político de las óperas. Cortejamos a la juventud: es crucial para mi supervivencia que los jóvenes se identifiquen con mi heroína. La diosa cariñosa y compasiva que se sacrifica generosamente por el pueblo.

Yu escoge a actrices que se parecen a mí para hacer el papel. Me tranquiliza.

Voy al plato después de atender los asuntos del día. En los estudios me siento como en casa. Siempre ha sido así. Las luces me sosiegan. Mao se ha ido otra vez al sur en su tren. No tengo ni idea de dónde está. Guarda sus planes en secreto. Y los cambia a menudo. Estoy tratando de ocuparme de mis asuntos. Estoy tratando de pensar en las cosas buenas que Mao ha hecho por mí, y me recuerdo constantemente que debo mostrarme agradecida.

De hecho, debería estar contenta con que las cosas me hayan salido por fin. Con Dee al mando del plató, mis películas se están rodando. Las silenciosas balas en las cámaras de las pistolas de sus soldados hablan más fuerte que lo que jamás podría hacerlo mi voz.

El 1 de octubre de 1969 se estrena Conquistando la montaña del tigre con ingenio y es un éxito. Al cabo de unas semanas oigo cantar las arias por las calles. Para poner a la disposición del público el guión, ordeno que sea publicado íntegramente en El Diario del Pueblo y El Diario del Ejército de Liberación. Ocupa todo el periódico y no queda espacio para otras noticias o sucesos.

En los siguientes meses terminamos La leyenda de la linterna roja y la estrenamos en los cines de todo el mundo. La siguen dos películas de ballet de tres horas, Mujeres del destacamento rojo y La muchacha del cabello blanco, y las películas de las óperas El puerto, El estanque de la familia Sha y Asaltad la división Tigre Blanco.

¡Que sensación! No puedo ir a ninguna parte sin que me feliciten.

La leyenda de la linterna roja es tan popular que Mao expresa su deseo de verla. Lo considero un honor y lo acompaño a su cabina de proyección privada. Le gusta todo salvo el desenlace en el que mueren fusilados la heroína y el héroe.

Es demasiado deprimente, se queja. Sugiere que lo convierta en un final feliz. No estoy de acuerdo, pero prometo considerar su observación y le digo que haré todo lo posible por cambiarlo.

El hecho es que no pienso hacer nada al respecto. No pienso tocar el final. Es simbólico. Es cómo me siento acerca de la vida. Las balas zumban en el aire. Es mi vida. Me han fusilado tantas veces.

Es un espacio abierto. Unos postes de madera de la altura de un hombre, situados a casi un metro de distancia uno de otro, se recortan contra el cielo gris. Veinte en total. La maleza llega hasta la cintura. El viento sopla con fuerza. Bajan a los prisioneros a patadas del camión y los atan a los postes. Les quitan las vendas de los ojos. Sus caras han perdido el color. Algunos han sido amordazados con toallas. El jefe del pelotón de fusilamiento grita una orden. Varios prisioneros empiezan a perder el conocimiento. Se les cae la cabeza sobre el pecho como si ya les hubieran disparado.

Fairlynn tiembla visiblemente. Lucha por respirar. De pronto sus piernas echan a andar solas. Se acerca involuntariamente al poste de madera. ¡Presidente Mao!, gime.

El jefe del pelotón de fusilamiento se acerca a ella y la levanta por el cuello. La arrastra hacia un lado. La mente de Fairlynn se paraliza. Se siente como un pescado cocinado en una fuente, con la espina arrancada.

Los soldados levantan las armas. Se oye el ruido del viento. Una prisionera se vuelve y busca a Fairlynn con la mirada. Es Loto, su compañera de celda. Fairlynn rueda por el suelo y luego gatea. De pronto ve a Loto hacer gestos con las manos, agitando los puños hacia el cielo. «¡Abajo el comunismo! ¡Abajo Mao!», grita.

A continuación deja de dar puñetazos al cielo; le ha alcanzado una bala. Pero su boca sigue moviéndose.

Aterrorizada, Fairlynn levanta la cabeza y gatea hacia Loto. A su alrededor todo da vueltas. La tierra está al revés. Empiezan a zumbarle los oídos. De pronto todo empieza a flotar ante ella sin hacer ruido.

Los prisioneros caen en todas direcciones. Algunos rebotan contra los postes de madera. Las cuerdas hechas trizas por los disparos caen al suelo. Loto corre hacia Fairlynn. Se agita con la barbilla elevada hacia el cielo. Detrás de ella, las nubes se han caído a la tierra rodando como gigantescas bolas de algodón.

El jefe del pelotón de fusilamiento grita la última orden. En silencio absoluto, Fairlynn presencia cómo se resquebraja la cara de Loto. Las salpicaduras de sangre dibujan un crisantemo abierto.

¡Experimento de chimpancés! Fairlynn se desmaya.

Aunque Fairlynn sobrevive a la Revolución Cultural, cuando la cara de Loto se convierte en un sangriento crisantemo, estalla también un espacio importante de su conciencia. Así lo sugieren sus memorias, escritas en 1985 y publicadas por South Coast China Publishing en 1997.

Es cierto, el presidente Mao tiene sus puntos débiles. Éstos parecen más patéticos en los últimos años de su vida. Creo que no hay nada de malo en escribir sobre ello. Pero dadas las circunstancias me niego a revelar más de lo que ya se sabe. Hay gente que trata de negar las grandes contribuciones y hazañas heroicas de Mao. No sólo quieren manchar su nombre sino desenmascararlo como un demonio, y eso no lo permitiré. Por injusto que sea el trato que he recibido en el pasado, no utilizaré mi pluma para escribir ni una palabra contra Mao.

En capítulos posteriores, la leyenda de setenta y nueve años se extiende largamente con tono de euforia sobre un encuentro con Mao:

Fue en Yenan. Hacía visitas a la cueva de Mao con bastante frecuencia. Casi cada vez me regalaba un poema suyo o de otros. Todos escritos en papel de arroz con su bonita caligrafía. Una vez me preguntó: ¿Estás de acuerdo en que Yenan es como una pequeña corte imperial, Fairlynn?

Estaba segura de que bromeaba, así que respondí: No, porque no hay una junta de cien consejeros. Él se echó a reír y dijo: Eso tiene fácil arreglo. Crea una junta. Confeccionemos una lista. Sacó una pluma y un papel, y dijo: vamos, dime los candidatos y yo les concederé títulos.

Dije los nombres que me acudieron a la cabeza y él fue escribiéndolos. Nos lo estábamos pasando en grande. Al lado de los nombres escribió títulos antiguos: Li-bu-shang-shu, juez del Tribunal Supremo; Bing-bu-shang-shu, ministro de Defensa Nacional. Y otros como primer ministro y secretario de Estado. Después me preguntó: ¿Qué hay de las mujeres y concubinas? Me eché a reír. ¡Vamos, Fairlynn, nombres!

En ese momento me retiré porque no quería más problemas con Jiang Qing.

Es la noche de Fin de Año. La nieve ha convertido la Ciudad Prohibida en una beldad congelada. Sin embargo no estoy de humor para visitar mis queridas flores de ciruelo. A primera vista he hecho realidad un sueño: he salido de la sombra de una concubina imperial y me he establecido como la futura gobernante. Y sin embargo, para mi desencanto, he perdido una vez más el acceso a Mao; éste ha declinado mi invitación de pasar conmigo la noche de Fin de Año.

Está muy relacionado, estoy segura, con el éxito de mis películas de ópera y ballet; cree que mi popularidad ha mermado su nombre. Está dolido. ¿Qué ocurrirá ahora? No tengo que mirar muy lejos. Ésa es la razón por la que se deshizo de Liu.

Me siento tan sola como siempre, y sin embargo no puedo dejar de hacer lo que he estado haciendo. Como una polilla estoy destinada a ir tras la luz. Para huir de la depresión hago planes para mi fiesta privada de Fin de Año en el Gran Salón del Pueblo. Invito a mi equipo creativo y a los miembros del equipo de rodaje, trescientos en total. A la camarada Jiang Qing le gustaría honrarte pasando contigo la noche de Fin de Año.

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