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Fairlynn está muy seria, como si hubiera sido otra. Luego se tira otro y las chicas se echan a reír. Uno es tan largo que dura un minuto y estallan en carcajadas cuando modula un par de notas.

Para ir al lavabo hay que acuclillarse sobre un pozo negro de casi un metro de diámetro, atravesado por una simple tabla de madera. Los días de lluvia su superficie se vuelve sumamente resbaladiza. Pensar en ello me hace sentir aún más deprimida de lo que estoy. He aprendido a manejar armas, a arrojar granadas, a rodar por matorrales y rocas, a combatir y trabajar sin parar. El comunismo es para mí una luna en el estanque y una flor en el espejo. Todo lo demás me dice que éste no es mi sitio.

Es medianoche y vuelvo a tener diarrea. No quiero bajar con este frío y despertar a Fairlynn. Pero al cabo de una hora de dar vueltas en la cama no aguanto más. Me visto y empiezo a bajar. Fairlynn está profundamente dormida. Me envuelve la oscuridad. He pasado un mal rato imaginándome haciendo equilibrios en la tabla de madera. Me planteo despertar a Fairlynn y pedirle que sostenga una linterna por mí. Pero cambio de idea. No quiero que vuelva a llamarme señorita Burguesa.

Avanzo a tientas. Cuando llego a la puerta, mi malestar de estómago aumenta. Empujo la puerta pero no cede. Con prisas giro el pomo y logro por fin salir.

Estoy perdida. Ante mí hay un patio desierto. No recuerdo dónde está el pozo negro, sólo sé que no muy lejos.

No fue como lo que explicó más tarde Lan Ping a la gente, que nunca dudó del camino que había tomado. Dudó y mucho, como ahora.

Llorando, va a ver a Kang Sheng. Es una tarde despejada cuando se presenta en su oficina situada en una cueva.

¡Camarada Lan Ping! ¿Cómo te va? ¿Qué tal la vida en Yenan? Dime, ¿has comido? Almuerza conmigo, por favor.

Hace meses que ella no ve carne.

Hablan mientras comen. Ella se muestra humilde, pide consejo.

Bueno, no conozco mucho mejor que tú la situación, responde él. Sólo tengo más años y he vivido más. ¿Has probado en la compañía de ópera de aquí? En Yenan hay un montón de aficionados a la ópera, empezando por los dirigentes del Partido.

Quiero intentarlo, pero la jefa de mi cuadrilla es incapaz de darme un día libre. ¿Cómo voy a explicárselo?

Veamos. Puedo trasladarte en nombre del departamento de personal. Diré a la jefa de tu cuadrilla que la revolución te necesita.

Ella está a punto de levantarse y tocar el suelo con la frente delante de él, pero se contiene. En lugar de ello pregunta cómo se llaman los encargados de la compañía de ópera de Yenan.

La gente con la que trabajarás es posible que esté avanzada políticamente, dice él. Arranca un trozo de papel y anota rápidamente una lista de nombres. Pero no saben cantar ni actuar. Sobresaldrás, así que empléate a fondo. ¿Si llevaré a gente a ver la obra? Si eres buena te llevaré hasta al presidente Mao.

Con una sutil indirecta me recuerda que el tiempo no me permite esperar. La juventud cuenta. Con qué facilidad el delicado cutis de las chicas de ciudad termina convertido en papel de lija aquí. El viento recio no discute. Susurra sabiduría antigua. Si bien son muchos los que reciben el consejo, sólo los prudentes se benefician de él. Usa la cabeza. Míralo así. En Yenan el jardín del amor es distinto. Una mujer ama a un hombre por lo que es capaz de hacer por China.

Entra una mujer con una tetera y nos sirve té. Es joven, pero el viento ha surcado su cara de profundas arrugas. Kang Sheng añade: En Yenan la estatura de una mujer se mide por el rango de su marido. Ríe como si bromeara. Estoy seguro de que una joven de tus cualidades tiene admiradores. Deberías reservarte. Por supuesto, éste no es el tema que hoy nos ocupa. Toma, dice dándome un expediente que ha sacado de su cajón. Aumenta tus conocimientos sobre el Partido; lee la obra de Mao. Recuerda que uno sólo es grande si su vida se entrecruza con la historia.

Ella empieza a leer los libros y periódicos que le recomienda Kang Sheng. Los artículos le fascinan. Tratan de la historia del Partido Comunista, pero sobre todo del éxito de un hombre. Un hombre que ha fundado el Partido sin ayuda de nadie y lo ha liderado. Un hombre que ha caído tres veces en desgracia del Partido y tres veces ha recuperado el liderazgo.

Es la historia de Mao Zedong.

Es un hombre hecho a sí mismo, hijo de un campesino del Hunan. Fundó el grupo comunista del Hunan cuando era estudiante, en 1923. Su mentor fue el jefe del Partido Comunista de Duxiu, el señor Chen. En 1927, después de que Chang Kai-shek aniquilara a los comunistas, la relación entre alumno y profesor se estropeó. Empezaron a discrepar. Mao creía en el poder de la fuerza y Chen en la mesa de negociaciones. Chen tuvo la última palabra, pero la historia ha demostrado que Mao tenía razón. Tras el fracaso de las negociaciones, Chen volvió a equivocarse ordenando una guerra posicional: mandó construir muros humanos para detener las balas de Chang Kai-shek. Como consecuencia el Ejército Rojo perdió el noventa por ciento de sus hombres.

Frustrado, Mao reunió un pequeño ejército de campesinos y se escondió en las remotas montañas de Jinggang. Estaba decidido a preparar y entrenar a sus hombres hasta convertirlos en una fuerza de hierro. Por tal acción lo acusaron de traidor y oportunista, y lo expulsaron.

Pero Chen no tuvo suerte y el Ejército Rojo estuvo a punto de ser aniquilado. Ofrecieron a Mao volver a su puesto, porque había convertido a su gente en un ejército de treinta mil hombres bien equipados. Mao aceptó el nuevo empleo y se preparó para enfrentarse al ejército diez veces mayor de Chang Kai-shek. Jugó al gato y al ratón con el enemigo. Luego encajó otro golpe interno. El Politburó del Partido Comunista central consideró que el Ejército Rojo era tan potente que había llegado el momento de reivindicar las principales ciudades de Chang Kai-shek. Mao pidió contener la acción. Volvieron a tacharlo de patán estrecho de miras y lo destituyeron.

Mao cayó enfermo, pero no se dio por vencido. Cuando llegó la mala noticia -la destrucción del Ejército Rojo enviado a tomar la ciudad- estaba preparado para sentarse de nuevo en su silla de comandante. Como un estratega de la antigüedad, volcó su talento en la guerra e invirtió como por arte de magia la situación. El Ejército Rojo no sólo sobrevivió, sino que empezó a ganar de nuevo.

Así y todo, los problemas de Mao estaban lejos de haberse terminado. Los expertos militares entrenados en Rusia expresaron sus dudas acerca de la clase de guerrilla que él defendía. Convencieron al Politburó de que las cautelosas tácticas de Mao estaban arruinando la reputación del Partido. El Politburó estaba convencido de que era necesario lanzar una segunda ofensiva sobre el bastión de Chang Kai-shek. Cuando Mao volvió a oponerse, lo acusaron de haber perdido la fe en la revolución y lo llamaron cobarde. Esta vez no sólo lo destituyeron de su cargo sino que le ordenaron que abandonara la base. Como una forma de exilio, le dieron instrucciones de «fundar» una delegación del Partido en una remota provincia. Corría el año 1932.

Mao no esperó a que le llegara el turno. Presionó activamente, habló con sus amigos y contactos. Sus predicciones se cumplieron una por una. El Ejército Rojo perdió batallas claves y terminó bloqueado por el ejército de Chang Kai-shek.

Llamaron por tercera vez a Mao. Pero éste se negó a volver a ser utilizado de puente para salvar al ejército de las aguas agitadas. Exigió un cargo permanente en el gobierno; exigió un control absoluto sobre la dirección del Partido Comunista que incluía la eliminación de sus enemigos políticos.

Lo complacieron.

En 1935 el dios se puso al frente de sus seguidores e hizo un milagro. Se llamó la Larga Marcha.

La joven está sentada frente a una pila de papeles. Ve cómo se forman sus pensamientos. Las sílabas se juntan en el aire, sus sentidos conectan. Es abrumador. El nacimiento de una visión repentina. Su energía vital. La combinación entre intimidad prohibida y comprensión ilícita.

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