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– ¡Menuda pandilla de anormales perdidos, ¿no?! -se asombró Number Six.

– Tarados todos.

– ¿Y entonces la dichosa formula Omega?

– -Habrá que resignarse: no existe.

Una carcajada retumbó en la habitación.

Number One miró uno por uno a sus compañeros, sonrió y dijo:

– No sean niños, caballeros. Por supuesto que existe. Miren, aquí la tengo.

Once cabezas se acercaron a la caja rectangular en el centro de la mesa.

Cuando se abrió, los once proyectiles teledirigidos hicieron impacto en sus blancos.

Solo en el subsuelo de Pitis, Number One rompió a reír.

Aún debe de seguir allí, riéndose de todos nosotros.

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