Y la puerta volvió a cerrarse.
Antoine no durmió por la noche, o casi. Volvió a encender la luz, abrió el cajón de su mesilla, tomó una hoja de papel y se puso a escribir. Hasta el alba, cuando hubo acabado de redactar su carta, no lo venció el sueño.
Tampoco Mathias durmió aquella noche, o casi. También él volvió a encender la luz, y como Antoine, hasta el alba, cuando hubo tomado ciertas resoluciones, no lo venció el sueño.