¿Qué beneficio podía traerle al Perú legitimar a un régimen terrorista, que había entrenado y financiado a los grupos guerrilleros peruanos del mir y del fln en los años sesenta, y que no estaba en condiciones de ser un mercado para nuestros productos ni una fuente de inversiones? Los perjuicios, en cambio, iban a ser abundantes, empezando por el obstáculo que ello significaría para obtener los créditos e inversiones con el gobierno -éste sí opulento en recursos financieros- de Corea del Sur.
De acuerdo con la comisión de Política Exterior del Frente, que presidía un embajador en retiro, Arturo García, y a la que asesoraban (con discreción) varios funcionarios en ejercicio, anuncié, el 29 de noviembre, que, apenas instalado, mi gobierno pondría fin a las relaciones con el régimen de Kim il Sung. Varios miembros de la comisión consultora de Relaciones Exteriores renunciaron a ella en protesta por la decisión de Alan García de reconocer a Corea del Norte.