Литмир - Электронная Библиотека

CAPÍTULO XI

– PUES TE, ASEGURO que todo eso de la Capital es una mentira como una casa. Todo pasó en su despacho, en un rincón. Él había echado el pestillo de la puerta. No mentó la Capital, ni cena, ni hotel pana nada. Se cobró el precio allí mismo echando los bofes, indiferente a que a mí me gustara o no. Pero una cosa aprendí en aquella ocasión, fue a no gozar y a mantenerme fría viendo cómo aquel tío hacía el burro y quedaba con los ojos en blanco. Allí empecé a quererte, aunque no te conocía; allí empecé a desear a un hombre que no me tomara como precio de nada, sino como acto de amor y, como tal, gratuito. No soy pura pero soy virgen. Dejaré de serlo el día que me case contigo y que g ocemos juntos en el mismo lecho. Todo lo que te ha contado el Presidente es cierto, pero al mismo tiempo es mentira, porque él gozó como un burro, lo recuerdo bien, mientras yo me aguantaba, sorprendida y fría, en aquel rincón. Si es a eso a lo que él llama maldad… Yo lo llamaría estupidez. Cuando tuve un poco arreglada la fachada, bajó conmigo, me presentó al Director, y le dijo: Aquí está Elisa, que viene a ocupar una plaza creada para ella. Espero que usted la considere una buena adquisición. ¡Y Va lo creo que el Director me considero así! A los dos días, todo el trabajo delicado venía al parar a mi mesa. Fue entonces cuando una mañana apareciste en ella y me dijiste: Señorita, la invito a que tome conmigo el café. Y yo te respondí que sí y comprendí inmediatamente que eras el hombre de mi vida. Ahora tú puedes decir sí o no.

– Yo te digo: Señorita, vamos juntos a tomar café, y lo pasado, pasado. Yo tampoco soy puro.

La cogió del brazo y juntos subieron la escalera que llevaba a la cafetería.

17
{"b":"87715","o":1}