Pegada a la pantalla, Armanoush dio un mordisco a la manzana y masticó nerviosa. Nunca había sentido tal admiración por un hombre (aparte de su padre, por supuesto, pero eso era distinto). El Barón Baghdassarian tenía algo que la cautivaba y la asustaba a la vez. No le daba miedo, ni le asustaban las cosas que con tanto atrevimiento declaraba. En cualquier caso, tenía miedo de sí misma. Las palabras del Barón tenían un enorme alcance, eran capaces de desenterrar a esa otra Armanoush que había en su interior y que todavía no había salido a la luz, una criatura críptica que dormía un sueño profundo.
Armanoush todavía le daba vueltas a este alarmante asunto cuando vio un largo mensaje de Lady Pavo Real/Siramark, una estadounidense armenia experta en vinos que trabajaba para una bodega de California, viajaba con frecuencia a Eriván y era conocida por sus divertidas e inteligentes comparaciones entre Estados Unidos y Armenia. Ese día había enviado un test para que cada uno pudiera medir su grado de «armenidad».
1. Creciste durmiendo bajo mantas tejidas a mano e ibas al colegio con rebecas tejidas a mano.
2. Te regalaban un libro del alfabeto armenio por tu cumpleaños hasta que tuviste seis o siete años.
3. Tienes una imagen del monte Ararat en tu casa, garaje u oficina.
4. Estás acostumbrado a que te quieran y te mimen en armenio, te regañen y te castiguen en inglés y te eviten en turco.
5. Ofreces a tus invitados hummus con nachos y crema de berenjena con galletas de arroz.
6. Conoces bien el sabor del mantı, el olor del sudzuk y la maldición del bastırma.
7. Te irritas y te agobias con facilidad por cosas triviales, pero consigues mantener la calma cuando pasa algo verdaderamente grave.
8. Te has operado la nariz, o planeas hacerlo.
9. Tienes un tarro de Nocilla en la nevera y un tablero de tavla en el desván.
10. Tienes una alfombra preciosa en el salón.
11. No puedes evitar la tristeza al bailar «Lorke Lorke», aunque la melodía sea alegre y no entiendas la letra.
12. En tu casa existe la arraigada costumbre de reuniros todas las noches para tomar fruta después de cenar y tu padre todavía te pela las naranjas, tengas la edad que tengas.
13. Tus parientes siguen atiborrándote de comida y no aceptan un «estoy lleno» por respuesta.
14. El sonido del duduk te da escalofríos y no puedes evitar preguntarte cómo puede llorar con tanta pena una flauta de madera de albaricoquero.
15. En el fondo sabes que siempre habrá en tu pasado muchas cosas que nunca te permitirán averiguar.
Tras contestar afirmativamente todas y cada una de las preguntas, Armanoush hizo avanzar el texto para conocer su puntuación:
0-3 puntos: Lo siento, colega, tú eres de fuera.
4-8 puntos: Pareces alguien de fuera que está dentro. Posiblemente estás casado con un armenio.
9-12 puntos: Casi con toda seguridad eres armenio.
13-15 puntos: No hay duda: eres un armenio orgulloso.
Armanoush sonrió ante la pantalla. Y en ese momento se dio cuenta de algo que ya sabía. Tenía que ir allí. Eso era lo que necesitaba con urgencia: un viaje. Tenía que viajar a su pasado para poder vivir su propia vida. Al caer sobre ella el peso de esta nueva revelación, experimentó el impulso de mandar un mensaje, aparentemente a todo el mundo, pero dirigido al Barón Baghdassarian en particular:
La paradoja jenízara es estar desagarrado entre dos estadios de la existencia encontrados. Por un lado, se acumulan los restos del pasado: un útero de ternura y pena, una sensación de injusticia y discriminación. Por el otro, brilla el futuro prometido: un refugio decorado con los símbolos y adornos del éxito, una sensación de seguridad como jamás se ha experimentado antes, la comodidad de unirse a la mayoría y por fin ser considerado una persona normal.
¡Hola, Madame Mi Alma Exiliada! Me alegro de que hayas vuelto. Me encanta oír a la poetisa que llevas dentro.
Era el Barón Baghdassarian. Armanoush no pudo evitar leer en voz alta la última frase: «Me encanta oír a la poetisa que llevas dentro». Perdió el hilo de sus pensamientos, aunque solo fue un momento.
Creo que me identifico con la paradoja jenízara. Como hija única de padres divorciados y resentidos provenientes de distintas culturas.
Se interrumpió; le incomodaba revelar su historia personal, pero el impulso de proseguir era demasiado fuerte.
Como hija única de un padre armenio, hijo a su vez de supervivientes, y con una madre de Elizabethtown (Kentucky), sé lo que es estar desgarrada entre dos bandos opuestos, incapaz de pertenecer del todo a ninguno de ellos, fluctuando constantemente entre dos estadios de la existencia.
Hasta entonces jamás había escrito nada tan personal y directo a nadie del grupo. Con el corazón acelerado, tomó aliento. ¿Qué iba a pensar ahora de ella el Barón Baghdassarian? ¿Escribiría sus reflexiones más sinceras?
Debe de ser duro. Para la mayoría de los armenios en la diáspora, Hai Dat es la única ancla psicológica que tenemos para mantener una identidad. Tu situación es distinta, pero al final todos somos estadounidenses y armenios, y esa pluralidad es buena siempre que no perdamos el ancla.
Esa era Penosa Convivencia, un ama de casa infelizmente casada con el redactor jefe de una destacada revista del Área de la Bahía.
Pluralidad significa ser más que uno. Pero ese no era mi caso. Yo nunca he podido llegar a ser armenia -escribió Armanoush, dándose cuenta de que estaba a punto de hacer una confesión-. Necesito encontrar mi identidad. ¿Sabes qué he estado pensando en secreto? Ir a ver la casa de mi familia en Turquía. Mi abuela siempre habla de la maravillosa casa de Estambul. Iré a verla con mis propios ojos. Es un viaje al pasado de mi familia, pero también a mi futuro. La paradoja jenízara me atormentará si no hago algo por descubrir mi pasado.
Espera, espera, espera -escribió alarmada Lady Pavo Real/Siramark-. ¿Qué demonios piensas hacer? ¿Ir sola a Turquía? ¿Es que te has vuelto loca?
Puedo buscar contactos. No es tan difícil.
¿Y cómo, Madame Mi Alma Exiliada? -insistió Lady Pavo Real/Siramark-. ¿Hasta dónde crees que podrás llegar con ese nombre en el pasaporte?
¿Por qué no te vas derecha a una comisaría de Estambul para que te detengan tranquilamente? -terció Anti-Javurma, que cursaba Estudios de Oriente Próximo en la Universidad de Columbia.
Armanoush pensó que aquel sería el momento apropiado para confesar otra verdad fundamental de su vida. Puede que no me resulte tan difícil buscar contactos, porque mi madre ahora está casada con un turco.
Se produjo una inquietante pausa. Durante un largo minuto nadie escribió nada, de manera que Armanoush prosiguió:
Se llama Mustafa, es geólogo y trabaja para una empresa de Arizona. Es un buen tipo, pero no le interesa en absoluto la historia y desde que llegó a Estados Unidos, hace unos veinte años, jamás ha vuelto a su casa. Ni siquiera invitó a su familia a la boda. Hay algo que huele mal, pero ignoro qué es. Él no habla nunca de esas cosas. Sé que tiene una familia numerosa en Estambul. Una vez le pregunté cómo eran sus parientes y me contestó: «Bueno, pues gente normal, como tú y yo».
No parece el hombre más sensible del mundo, precisamente. Bueno, eso si es que los hombres pueden tener sentimientos -arremetió Hija de Safo, una camarera lesbiana que había encontrado trabajo hacía poco en un sórdido bar de reggae de Brooklyn.