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– ¡Existe un mecanismo de autodestrucción! -repuso ella, comprendiendo la situación.

– Así es. La cosa está instalada como una bomba. Haz lo correcto, y no pasa nada, de hecho es fantástico para el hombre, ya que nos conducirá a una era nueva, más grande que cualquiera que hayamos tenido en el pasado. Pero, si no haces lo que es debido, explotará. Ese ácido hidrazoico…, debe de haber cientos de miles de toneladas debajo del glaciar. Puede que sea eso lo que lo active.

– ¡Me lo imagino! -dijo ella-. ¡Si se liberara, podría exterminar a toda la colonia humana que hay aquí!

– Sí. Los No'ui no bromean. Vi a uno de sus recién nacidos. Acababa de salir del huevo, y tenía que responder a unas preguntas que yo soy incapaz de contestar, demostrando así que era uno de ellos, o lo habrían matado en el acto. Nuestras opciones son emplearlo bien o perderlo; no podemos atrevernos a emplearlo mal. Así que si Cohaagen intenta destruirlo, no sólo perderemos la atmósfera, sino nuestras vidas.

Ella se sentía anonadada.

– ¿Y eso convirtió a Hauser?

– Eso completó el trabajo que tú iniciaste -admitió Quaid-. No podía soportar ver que te torturaran, y sabía que era lo siguiente que haría Cohaagen para conseguir que le dijeras dónde se encontraba Kuato. Sin embargo, también sabía que no podía dejar que Cohaagen conociera la naturaleza completa del artefacto. Cohaagen ya debió suponer que produciría aire, por lo que intentó mantenerlo oculto para que no arruinara su monopolio. Pero, si hubiera descubierto su mayor significado, que con él podría aprender la tecnología alienígena y aumentar mil veces su poder, él…

– También se apoderaría de la Tierra -comentó ella-. Fingiría ser un gran tipo, utilizando el reactor para crear aire, al tiempo que averiguaba su potencial; pero, una vez que tuviera la información, ya no le haría falta su monopolio del aire. Sería capaz de conquistar todo lo que quisiera.

– Exacto. Hauser…, no me estoy disculpando por él, era un bastardo, aunque tú… fuiste una influencia positiva en él, y los No'ui…, fue como una especie de implante de memoria, y eso le convirtió, haciendo que deseara llevarlo a la práctica de forma positiva. Pero Cohaagen, de modo rutinario, comprobaba constantemente las mentes de sus agentes con el fin de cerciorarse de que no le infiltraban a ningún espía; así que habría descubierto a los No'ui. De modo que Hauser…

– Se presentó voluntario para una nueva misión -concluyó ella.

– Sí. Eso te salvo a ti y al artefacto. Pero ahora…

– Estoy de tu lado -dijo ella-. Haz lo que tengas que hacer, Doug. Hemos de llegar hasta allí y activar esa cosa antes de que él la destruya.

– Y luego tendremos que asegurarnos de que muera -comentó Quaid-. Para que no pueda decir que fue él quien lo activó, convirtiéndose en un héroe que siga al mando de todo. ¡Hablando, ese hombre podría quitarle las verrugas a un sapo mutante! Puede que muramos en el intento, pero…

– Kuato y los luchadores de la Resistencia entregaron sus vidas -dijo ella con voz tranquila-. Yo no puedo ser menos.

Entonces, ella se le acercó y le dio un beso en la mejilla.

– ¿Tiene una radio esta cosa? -inquirió él-. Será mejor que comprobemos cómo va la persecución.

Ella encendió inmediatamente la radio. Se trataba de una unidad estándar, capaz de recibir tanto transmisiones comerciales como privadas. Buscó en las estaciones.

– Seguro que no la están usando -dijo-. De ese modo, nadie se enterará de lo que sucede.

– Entonces les será imposible coordinar sus movimientos para cortarnos el paso -repuso él con satisfacción-. Es una carrera de caballos sin obstáculos.

Ella se detuvo en una emisora de noticias.

– …los resultados de las elecciones especiales se anunciarán a medida que se vayan conociendo -dijo el locutor-. Mientras tanto, vayamos a los acontecimientos científicos: los astrónomos informan del descubrimiento de otra «nova inexplicable». Con ésa ya son siete. Según los científicos, estas novas no deberían crearse, ya que no forman parte del tipo adecuado de estrellas. Ellos…

Algo encajó en la mente de Quaid.

– ¡Oh, Dios mío! -jadeó.

Melina volvió a observarle.

– ¿Algo va mal?

– Esas noticias…, lo de las novas…, acabo de darme cuenta… -Se cortó, incapaz de creerlo.

– ¿Qué ocurre, Doug? -le preguntó ella, alarmada.

– Esas novas… son artificiales -repuso él-. Ésa es la razón por la que no parecen comprensibles. Han sido plantadas, de la misma forma que los No'ui plantan ayuda para las especies.

– Si los alienígenas son tan poderosos como tú dices, supongo que es posible -comentó ella, con ciertas dudas-. Pero no puedo creer que…

– ¡Créelo! -exclamó él-. ¡Aún no has visto la escala enorme del reactor! Si pueden construir algo semejante, y utilizar la ciencia alienígena para crear aire de una forma que a nosotros nos resulta imposible, ¡pueden preparar una estrella para que se convierta en nova!

– Bueno, quizá sí, si tú lo dices. Pero, ¿qué tiene que ver con esto?

– ¡Ya te lo dije, no se andan con bromas! Para ellos, es todo o nada. No hay una segunda oportunidad.

– Sí, pero…

– El símbolo de la destrucción -comentó él, sintiendo que el horror crecía en su interior a medida que hablaba- era una nova.

Melina se encogió de hombros.

– ¿Por qué no? Nosotros ponemos una calavera y unas tibias cruzadas para marcar el veneno. Pero no pretendemos que se tome de forma literal. Es algo figurativo.

– Ellos desconocen lo figurativo. Se trata de una especie literal, quizá debido a la forma en que nacen genéticamente programados de antemano, como las hormigas. Para ellos, algo es o no es, o lo ignoran. No puede ser a medias, a menos que se encuentre en construcción. Así que, cuando emplean el símbolo de una nova…

Entonces el horror inundó también el rostro de ella.

– ¿Quieres decir…?

– Que cuando hablan de una nova, ¡se refieren a una nova! Si empleamos mal el reactor…

– Nuestro sol se convertirá en nova -dijo ella.

– Ha de ser sintonizado. En el momento en que el reactor empiece a desviarse, le envía la señal de destrucción al sol. El sol consume su energía y se lleva todo lo que tenga alrededor, quizá hasta la órbita de Júpiter. A escala galáctica, sólo será un pequeño resplandor; pero nuestra especie habrá desaparecido. Al igual que esas otras especies cuando no pasaron la prueba hace miles de años, aunque nosotros vemos sus novas ahora. Existen tres requisitos: uno, que consigamos el vuelo espacial limitado por cuenta propia; dos, que seamos capaces de reconocer la naturaleza del artefacto; y el tercero no está especificado…, pero ya sabemos que significa que hemos de hacerlo bien, o de lo contrario adiós.

– No hay una segunda oportunidad -admitió ella, mirando con ojos fijos hacia delante.

– ¡Aquí nos lo jugamos todo! -Sintió el rostro paralizado. Recordó el sueño que había tenido, aquél del fin de la humanidad. ¡No se trataba de ningún sueño, sino de una advertencia alienígena!

– Todo el futuro -comentó ella con voz hueca-. Dios, Doug…

– Sí.

Voló como una flecha por un pasaje, sintiéndose como atontado.

La excavadora pasó al lado de un túnel lateral. Una segunda excavadora salió de su interior y emprendió la persecución.

Melina miró hacia atrás.

– ¡Es Benny! -exclamó-. ¡Cuidado…, sabe conducirla!

Sí que sabía. Se suponía que las excavadoras poseían una velocidad uniforme; sin embargo, la de atrás les iba ganando terreno. Su taladro perforador comenzó a girar.

– ¡Cuidado! -gritó Melina.

Pero no había mucho que Quaid pudiera hacer. Observó por el retrovisor cuando la excavadora de Benny les alcanzó, y la broca penetró en la parte trasera de su propia excavadora. La gigantesca broca estaba preparada para perforar roca; ¿cómo funcionaría con el metal?

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