Pero Benny sí lo era. Sus ojos brillaron cruelmente cuando añadió:
– Lo siento, Mel, tengo cinco niños que alimentar.
¿Cinco?
– ¿Qué sucedió con el sexto? -inquirió Quaid.
Benny sonrió.
– Mierda, hombre. Ni siquiera estoy casado. -De repente, se mostró autoritario-. ¡Y ahora poned vuestras jodidas manos sobre vuestras cabezas!
¡De la majestuosidad alienígena a la ignominia humana con tanta rapidez! Parecía que tenían razón los No'ui al dudar de la posibilidad de triunfo de la humanidad. Con el control en manos de Cohaagen y sus lacayos asesinos, el regalo de los alienígenas no valía la pena.
Mientras Quaid cumplía la orden de Benny, éste arrastró a Melina consigo en tanto se inclinaba y con el pie abría la palanca de la puerta de la esclusa. Quaid permaneció alerta a la espera de algún error por parte de Benny, pero el hombre estaba alerta también. Sólo sacrificando a Melina conseguiría atraparlo…, y Benny sabía que no iba a hacerlo. Benny había estado a su lado cuando Quaid reconoció su amor hacia ella.
Entonces Quaid escuchó un jadeo apagado procedente de la cabeza de Kuato. Se inclinó sobre él para escuchar un susurro apenas perceptible.
– Quaid…
– ¡Atrás, Quaid! -restalló Benny.
Kuato hizo un esfuerzo para hablar de nuevo.
– Active el reactor… Libere Marte.
Quaid saltó hacia atrás cuando una ráfaga de disparos destrozó la cabeza. Oyó una ahogada exclamación de Melina. Alzó la vista…, y allí estaba Richter, de pie ante él, sujetando un rifle automático.
– Haz un movimiento -dijo Richter-. Por favor.
Los ojos de Quaid se clavaron llenos de odio en los del hombre. No obstante, estaba desvalido. La traición de Benny había barrido toda esperanza de la Resistencia y de Quaid.
Quaid y Melina fueron esposados brutalmente y metidos en la excavadora para ser sacados de ahí.
– Lo siento -le dijo a ella por encima del rugido del motor-. Si no hubiera sido por mí, Benny jamás habría llegado hasta Kuato. Yo te traje -exclamó ella-. Pensé…, temí…
– Que yo fuera un traidor -terminó él por ella-. Lo sé. No recuerdo mucho de lo que éramos el uno para el otro antes, pero creo que, para mí, se suponía que sólo se trataba de una cuestión de negocios. Cuando caí en el abismo, me di cuenta de que te amaba. Ésa es la razón por la que ese recuerdo no dejaba de volver a mi mente. Fue lo último que vi de ti. Creo que Cohaagen no sabía nada del asunto, o creyó que el implante del recuerdo lo borraría. Y borró todos los recuerdos; pero no el amor.
– Yo no podía olvidarte -indicó ella-. No sabía si debía confiar en ti; pero, de algún modo…
– Creo que estábamos destinados el uno para el otro, pese a lo raro que suene eso. Pero, ¿sabes?, ahí abajo descubrí más cosas, antes de que ellos…, supongo que me capturaron. No lo recuerdo; sin embargo, recuerdo el mensaje alienígena.
– ¿El qué?
– A los No'ui. Una especie comerciante alienígena. Prepararon esto para nosotros, para cuando llegáramos a la mayoría de edad. Si es que nos cualificábamos. Y me parece que no damos la talla. Pero… -Se detuvo, recordando algo más-. ¿Sabes algo sobre el ácido hidrazoico?
Ella se concentró, mientras la excavadora avanzaba dando tumbos.
– Es un líquido incoloro, venenoso y altamente explosivo. Una vez llegué a olerlo. ¡Es asqueroso!
– ¿Cómo sería a escala planetaria? Quiero decir, miles de toneladas de ese líquido.
– ¡Supongo que como el infierno! ¿Por qué?
– Los alienígenas…, iban a emplearlo para producir aire. Quiero decir, con agua. Pensaban derretir el hielo y combinarlo…, no lo sé, no soy químico. ¿Tiene algún sentido?
– Yo tampoco soy química, ¡aunque creo que sólo tendría sentido para un alienígena!
– Pero, con una tecnología alienígena avanzada, ¿sería posible? Me refiero, ¿podría descomponerse el ácido hidrazoico y el agua y volver a combinarlos en el aire, empleando lo sobrante para que un reactor nuclear le diera energía a todo?
Ella sacudió la cabeza.
– ¡Tendría que preguntárselo a alguien que supiera más que yo del asunto! Sin embargo, a mí me suena como algo descabellado.
Él suspiró. Quizá fuera descabellado. Pero era algo que también tenía en la mente. Esperaba que los alienígenas supieran lo que hacían.
La perforadora continuaba su avance, llevándolos hasta Cohaagen. Quaid no creía que disfrutara del encuentro.
23 – Peor
A la mañana siguiente, sujetos todavía por grilletes, incómodos, aunque sin haber sido maltratados (para sorpresa de Quaid), fueron llevados a la elegante oficina de Cohaagen. Había supuesto que Richter le golpearía despiadadamente, aunque le hubieran prohibido matarle, y que Melina sería presa de los matones, ya que era una mujer hermosa y desvalida (porque estaba esposada). Sin embargo, les proporcionaron comida y la posibilidad de utilizar las instalaciones sanitarias, y les dejaron solos (aunque vigilados por una cámara) para dormir. Naturalmente, no hablaron, sabiendo que cada palabra que dijeran sería examinada concienzudamente en busca de pruebas que emplear contra los rebeldes. Por lo tanto, fue incómodo; pero no malo.
Ahora sabía que iba a ser malo. Les habían dejado en paz hasta que Cohaagen pudiera interrogarles directamente, y Quaid sabía que el hombre haría todo lo que considerara necesario para conseguir sus fines. Richter era un matón, brutal pero sin imaginación para generar un daño real. Cohaagen, en cambio, era un criminal de guante blanco, menos violento en los modales aunque diez veces más peligroso.
Ve a comunicarle a tu especie…
¿Comunicárselo a Cohaagen? ¡Imposible! El hombre no mantenía los intereses de la especie en la mente, y menos aún los intereses de la galaxia. Lo único que deseaba era aquello que fuera bueno para la Colonia de Marte, tal como él lo definía: en resumen, poder para Vilos Cohaagen. La ciencia de los No'ui representaba un poder más allá del conocido por el hombre; no debía caer en las manos de este mezquino dictador.
De hecho, Quaid estaba dispuesto a resistir una tortura horrible antes que entregar la información. Cohaagen desconocía lo referente al centro de mensajes alienígena; había sido escondido entre el caos de senderos sinuosos, de modo que sólo una persona con una curiosidad y una persistencia especiales lo descubriera. La Resistencia le había encomendado a Hauser la misión de averiguar el sentido del acertijo del artefacto alienígena y, de ese modo, se le motivó; de lo contrario, jamás hubiera mantenido esa persistencia. Además, habiendo descubierto hacía poco tiempo el amor que sentía por Melina, lo hizo por ella, para lograr su confianza y que también le amara. ¡No, no pensaba entregar el mensaje No'ui aquí!
Que comprendan que la elección depende de ellos.
Porque la humanidad tenía que ignorar el artefacto, tal como hiciera hasta ahora, o invocarlo y emplearlo de forma positiva, como era la intención de los No'ui. Si el hombre intentaba usarlo negativamente, se destruiría. Eso era lo que significaba el símbolo de la nova: una nova era una estrella que consumía su energía en poco tiempo, de hecho provocaba una explosión, destruyendo todo lo que había a su alrededor. El complejo alienígena estallaría, quizás activando el ácido hidrazoico que había enterrado debajo del glaciar subterráneo, liquidándose a sí mismo y a la colonia humana al mismo tiempo. Ésa era la elección: usarlo o perderlo. Pero Cohaagen sólo fingiría emplearlo de modo adecuado; en vez de eso, establecería un monopolio científico, empleando el poder no sólo para convertirse en el dictador de Marte, sino de toda la especie humana. Eso era con lo que los alienígenas no habían contado, ya que desconocían la duplicidad. Para olios, algo era o no era; ni siquiera podían comprender el concepto relativamente inocuo de «figurativo». Eran criaturas de mente literal, que salían del huevo con el conocimiento genéticamente codificado, con sus valores ya establecidos.