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Pero parecía como si hubiera sido él el traicionado, por su corazón. Había experimentado la pérdida de control, de indiferencia, hacía tiempo, pero la había ignorado, la había reprimido, había intentado olvidarla. Ya no podía seguir haciéndolo. El valor y la determinación de Melina habían atravesado su armadura de amoralidad…, y despertado sentimientos en él que nunca antes había experimentado.

Quería a Melina. Ya no podía seguir negándolo. Y si traicionar a los rebeldes significaba perderla, entonces no podía traicionarles. No le importaba lo que Cohaagen pensara que era su misión. Estaba haciendo esto por ella.

Se preparó para explorar el aparato alienígena cuyos puntales se cernían sobre él en la casi oscuridad. Durante un momento pareció que comprendía a los alienígenas, sus naves misioneras, su punto de vista a largo plazo…, ¿o se trataba de algo que aún debía descubrir? Tenía los recuerdos entremezclados, y la cronología no se asemejaba a una línea recta. Los implantes de recuerdos eran como estratos superpuestos, uno dos tres, una turbulencia sináptica donde se molestaban mutuamente en los bordes…, ¿cómo podía estar seguro de lo que era real? Concéntrate en el nivel más bajo, excluye todo lo que aún no ha acontecido…

Encontró algo que podía ser un sendero, aunque para pies no humanos. La superficie era árida, casi como papel de lija, con ondulaciones entrecruzadas. Se parecía a una cinta que se enrollaba en su contorno, sin guardarieles, por lo que se veía obligado a agacharse para cruzar a otras cintas que pasaban por arriba. Acababa en un precipicio que caía en un agujero, donde reanudaba su trayecto unos cuantos centímetros más abajo. Era como si la cinta hubiera sido doblada en ángulos rectos y enderezada de nuevo en un nivel más bajo. Quienquiera que hubiera recorrido este camino no se preocupaba demasiado por la continuidad.

Bajó de un salto y reemprendió la marcha, con la firme determinación de averiguar adonde conducía este sendero. Por lógica tenía que ir a alguna parte y, quizá, le brindara una pista sobre la estructura alienígena. No se le ocurría mejor idea que ésa. El sendero parecía dispuesto a no satisfacerle. Giró en ángulo recto hacia arriba y continuó a lo largo de un techo bajo; luego giró en una esquina hacia la parte superior de una subestructura dentro del gigantesco complejo. Si esto era realmente un sendero, las criaturas que lo utilizaron debían tener patas como las de las moscas, de modo que pudieran subir por las paredes y andar por el techo.

¿Tenía algún sentido?

Perseveró y logró regresar al nivel de la superficie, de forma que pudo caminar de nuevo con normalidad. Siempre había un camino despejado hacia delante; a veces tenía que avanzar sobre manos y rodillas, aunque en ningún momento apareció bloqueado por completo. De ello dedujo que los alienígenas debían de tener la mitad de la altura de un nombre. Además, tampoco le temían a las alturas, ya que algunos senderos por los que pasó subían directamente por los costados de unas columnas muy altas. La idea de una mosca se hacía más fuerte y le desalentaba. ¿Las moscas podían ser constructoras? ¿Para qué construirían algo? ¿Algún armazón para la ventilación de la carroña?

Finalmente llegó a una especie de plaza central en la que convergían una serie de senderos. Había una columna chata en el centro, cubierta por lo que parecían unas tallas en relieve. Eran de todas las clases, e iban desde diseños geométricos clásicos hasta gotas de formas extrañas.

Giró a su alrededor, observando las figuras. Muchas se parecían a hormigas.

¡Hormigas! Las hormigas podían caminar por las paredes y los techos, y eran más largas que altas. Construían montículos y perforaban túneles a través de la madera. Poseían una sociedad bastante organizada e incluso libraban guerras, de la misma forma que el hombre. ¿Podían ser hormigas los alienígenas?

Entonces descubrió la imagen de un hombre. De inmediato se concentró en ella, con la sospecha de que la había malinterpretado por lo ansioso que estaba de vislumbrar algo familiar. Sin embargo, y sin lugar a dudas, se trataba de un hombre…, y a su lado, definitivamente, había una mujer. Las figuras estaban desnudas, y la femenina le recordó a Melina por la perfección de sus formas.

Melina…

Ya no le cabía duda: ¡cada vez se acercaba más! Sabía que esas tallas no habían sido labradas por el hombre; formaban parte de la estructura alienígena. Ellos las habían colocado allí. ¿Por qué?

¿Podía tratarse de un mensaje dirigido a la humanidad?

Lo estudió. Tanto el hombre como la mujer miraban más allá de la columna, con el interés reflejado en sus rostros. Hauser siguió la dirección de sus ojos. Allí, en la plataforma circular, había una cámara. Tenía, aproximadamente, el tamaño y la forma de un hombre.

Parecía una invitación bastante clara. Podía entrar en la cámara…, ¿y qué pasaría? ¿Lo conservarían para tenerlo como una referencia futura de un espécimen del Homo sapiens? El término significaba «hombre racional»; ¡pero él no estaba seguro de que sería muy racional emprender la acción que le invitaban a tomar!

Sin embargo, si los alienígenas habían estado al corriente de la existencia del hombre, también debían de saber cómo capturar a un espécimen si lo querían. No necesitaban montar una trampa para el alma aventurera que descubriera este oculto lugar.

Observó de nuevo las figuras talladas en la columna. ¿Podía tratarse de unos ejemplos de las muchas criaturas que los alienígenas habían conocido, los machos y las hembras de los sistemas de la galaxia? ¿Una pareja de cada una, como en el Arca de Noé? ¿O se trataba de una especie de monumento para que cada ser que lo visitara se encontrara representado en él?

Pero, ¿por qué?

Miró con mayor atención algunas de las otras figuras. Muchas resultaban indescifrables; no obstante, otras apenas eran reconocibles. Por ejemplo, había una pareja de perfectos Monstruos de Ojos Saltones, del tipo que usualmente se utilizaba en los videocómics para representar la Amenaza Maligna del exterior. Sus ojos saltones miraban hacia… una cámara que, evidentemente, estaba diseñada para contener a uno de ellos.

Una figura parecía un cruce entre una araña gigante y una serpiente pequeña. Seguro que también habría una cámara para ella.

Como en la Tierra no existían esas criaturas, y jamás habían existido, por todo lo que él sabía, los seres que aparecían aquí debían ser viajeros galácticos. ¡Jamás caerían en semejante trampa!

Entonces lo comprendió: ¡comunicación! Debía de tratarse de cámaras de comunicación, cada una para su respectiva especie. Quizá tuvieran un sistema central de telefonía, de modo que los viajeros pudieran llamar a casa o, por lo menos, averiguar dónde se encontraban los servicios locales.

¿Confiaba en los antiguos alienígenas?

¿Qué tenía que perder?

Hauser se acercó a la cámara del hombre y entró.

Se produjo un leve resplandor de luz verde y un medido cliqueteo, como si se activara un motor. Luego…

La galaxia estaba atravesada por líneas de comunicación y comercio…

¡Así que éste era el lugar de donde lo había recordado! La cinta de enseñanza de los alienígenas. Ahora lo tenía en su orden adecuado. Escuchó y observó, no con sus sentidos, sino con su mente.

En el borde de la galaxia, muy alejado aún de las fauces del agujero negro central, el polvo formaba una espiral y nacían nuevas estrellas. Algunas adquirieron sistemas planetarios; otras resultaron adecuadas para el desarrollo de la vida. Algunos de estos planetas «vivos» eran prospectivas para un nuevo comercio, para reemplazar aquellos que se perdían en el interior cuando sus sistemas penetraban en el horizonte de sucesos y se perdían para siempre. La experiencia les había mostrado que el proceso podía ser acelerado presentándoles una tecnología avanzada a los comerciantes incipientes, facilitando de ese modo su desarrollo hasta que se convertían en comerciantes plenos. De esta forma, la red de la galaxia se mantenía a un nivel constante, pese a la incesante pérdida de planetas avanzados. El aspecto y la química de las nuevas especies no importaban; los únicos requisitos eran que fueran capaces de dominar la tecnología avanzada y que la emplearan de un modo positivo.

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