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La joven no tiene dinero para huir y no quiere volver a casa de sus abuelos. Su madre nunca se ha puesto en contacto con ella. No se permite echarla de menos, y menos en esa clase de momentos en que necesita un lugar a donde ir y una cara conocida a la que acudir. Se desprecia cuando se siente débil e impotente. Acalla la vocecilla infantil que pide socorro a gritos en su interior, la acalla como si fuera su peor enemigo. No para hasta que la lastimera voz se convierte en un gran bloque de hierro. Un bloque que nunca se derrite.

Vendo todas mis pertenencias y compro un billete para Pekín. Busco trabajo como actriz. Tengo que intentarlo. Pero la ciudad me recibe con frialdad. Allá donde voy, mi mandarín con acento de Shandong provoca risas. No me llaman de ninguna de las audiciones que hago. Dos meses después estoy sin blanca. Nadie quiere prestarme dinero. Nadie cree que un día tendré futuro como actriz. Al principio no me importa. Pero cuando tengo frío y hambre, yo misma empiezo a dudarlo.

La joven vuelve de Pekín y accede al deseo de sus abuelos: se casará. Tiene diecisiete años. El futuro marido se llama Fei y es un admirador suyo de cuando representó Un incidente en el lago. Tiene un pequeño negocio. Más adelante nunca menciona su matrimonio con el señor Fei. Se niega a recordar su cara. Para ella es una roca en mitad del río en el que se está ahogando. Alarga la mano hacia la roca y se aferra a ella.

Pero en la ceremonia de la boda se muestra sumisa. La llevan en un palanquín envuelta en seda roja, como un regalo de año nuevo. Lo hace para dejar contentos a sus suegros. Éstos no sonríen. Yunhe sospecha que su abuelo ha pagado para conseguir la propuesta del señor Fei.

De pronto está sola en su papel de esposa y nuera. Se siente extraña y poco preparada para interpretarlo. La primera noche es espantosa. El hombre reivindica su territorio. Ella se visualiza como un animal a punto de ser sacrificado. La expresión de su marido le hace pensar en una cabra mascando hierba. Mueve las mandíbulas de un lado a otro. Le corre la sangre por entre las piernas. Se siente resentida y asqueada.

Había soñado con enamorarme como en las óperas. Esperaba que mi nuevo marido fuera inteligente y cariñoso. Esperaba que nos cortejáramos como mariposas en primavera. Esperaba sentir algo por él. Me han arrebatado mis oportunidades sin molestarse en preguntarme. Cada noche tengo encima mío al señor Fei, arrancando hilo por hilo mi sueño hermosamente bordado.

Lloro en medio del acto. ¿En qué me diferencio de las prostitutas de las calles? Hace que eche de menos a mi madre. La he juzgado mal. Siempre pensé que había hecho algo mal para arruinar su vida. Ahora me doy cuenta de que una chica puede hacer todo bien y su vida seguirá siendo un desastre.

Ahora la joven tiene un lugar donde vivir y un hombre que paga sus facturas. Recupera la energía. Está preparada para volver a tomar las riendas de su vida. No consulta a su marido. Lo considera como parte del atrezo en la representación de su vida.

Las quejas de los suegros se convierten en su pretexto. No voy a quedarme donde tu madre quiere que vuelvan a vendarme los pies, dice. El marido se pone entre las dos mujeres y trata de negociar. No hay trato. Su esposa está impaciente por divorciarse. No consigue camelarla. No se dará por contenta hasta que vuelva a ser libre.

El marido se sienta y saca su ábaco. Hace cálculos y decide que no quiere invertir más en un negocio que no es rentable.

Con un poco de dinero en el bolsillo la joven vuelve a huir. Nunca menciona el marido a nadie. Más adelante niega que el matrimonio haya existido. Como la mujer que liderará China después de Mao, debe ser una diosa. Tener demasiados maridos será un obstáculo en el camino al poder.

En 1930 se ve como un pavo real entre gallinas. Su vida lo demuestra. Se dice a sí misma: a veces tienen que meterte en un gallinero para que te midan, comparen y reconozcan.

Huyo de mi matrimonio. Una joven de dieciocho años. No muy culta y totalmente sola en el mundo. No recuerdo cuántos días deambulo de un lugar a otro. Tengo piojos y la ropa interior me huele. Considero la posibilidad de rendirme. Casi lo hago.

Al final logro localizar al señor Zhao Taimo, que es ahora el nuevo rector de la Universidad de Shandong. Estoy segura de que se acuerda de mí y supongo que hallará el modo de ayudarme. Pero me llevo un chasco. El señor Zhao dice que está demasiado ocupado. Si quiero estudiar, tengo que solicitar una plaza a través de la oficina de ingreso. ¿Cómo voy a hacerlo? No tengo títulos. Ni siquiera he terminado la enseñanza primaria. Pero trato de no desanimarme. Decido ir a ver a la mujer del señor Zhao, Yu Shan, para suplicar.

Representa su papel con pasión. Le explica su lucha, le enseña los piojos del pelo y las ampollas de los pies. Conmueve a su público. No llores, dice Yu Shan. No te preocupes. No todo está perdido. Conozco a alguien que tal vez te ayude. Dame unos días y me pondré en contacto contigo.

Yu Shan consigue a la joven un empleo como ayudante en la biblioteca de la universidad, lo que le permite estudiar a tiempo parcial. La joven se siente a la vez emocionada y asustada. Asiste a las clases, se pasea por el campus y conoce a gente nueva. Habla con humildad y cautela. Está impaciente por impresionar y ansiosa por hacer amigos. Un día Yu Shan le presenta a un joven atractivo. Es su hermano Yu Qiwei, líder de los estudiantes y secretario del Partido Comunista clandestino del campus.

Ni Yu Shan ni la joven Yunhe se imaginan que él se convertirá poco después en el marido de ella, o aún más sorprendente, en uno de los lugartenientes de Mao Zedong, el cuarto marido de la joven.

Mi primera impresión de Yu Qiwei es que es increíblemente guapo, y tranquilo como un lago en verano. Su sonrisa me relaja. Lleva un traje chino de dos piezas de color azul marino, y unas sandalias de algodón negro. Se sienta enfrente de mí bebiendo una taza de té. Su hermana Yu Shan ha estado tratando de explicar el significado de su nombre, Qiwei. Qi, de iluminación, y Wei, de poder y prestigio.

Es un bonito día de otoño. Estamos sentados fuera de la cafetería del campus bajo un gran arce. El suelo está cubierto de hojas rojas y amarillas. Los colores son puros y brillantes. Cada vez que sopla la brisa llueven hojas. Un par aterrizan en los hombros de Yu Qiwei, que coge una y la admira. Yu Shan termina de presentarlos y pone una excusa para marcharse. Taimo y yo tenemos que hacer un recado. Os veo más tarde.

La joven está interesada pero no lo demuestra. Asiente educada y bebe té a sorbos. Yu Qiwei le pregunta qué clases le interesan más. Literatura y teatro, responde ella. Qué interesante, responde él, y le dice que ha estado involucrado con artistas que representan obras políticas. Ella dice que no conoce la compañía pero que los admira. Tal vez algún día quieras trabajar con ellos, sugiere Yu Qiwei. Ella sonríe.

Entonces él le pregunta si le gusta la vida del campus. Ella responde a sus preguntas. No pregunta. No le hace falta. Sabe todo lo que hay que saber de él por Yu Shan. Él finalmente pregunta: ¿No vas a preguntarme nada? Los dos se echan a reír. Tu hermana me ha dicho que eras un genio en el departamento de biología. Oh, eso, ríe él. Sí, pero eso fue antes de que me hiciera comunista a tiempo completo. Veo la política como una forma mucho más efectiva de salvar el país.

Al mirarlo a los ojos, Yunhe descubre algo extraordinario. En cuanto empieza a hablar de su país y de su fe en el comunismo, adopta una expresión beatífica. Se siente al instante atraída por él. Pero no está segura de si es recíproco. Eso no la detiene. Insiste. Le comenta que le gustaría conocer a gente, a sus amigos. Él está encantado. Le parece bonita y agradable.

Al día siguiente la lleva a ver una obra de teatro callejera. Le presenta a sus amigos. Ella se queda impresionada al ver cómo lo veneran casi todos, sobre todo las mujeres. Su carisma y su facilidad para comunicarse y liderar le convierten en un imán.

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