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CAPITULO 14

Isabella se sintió fuera de lugar cuando Sarina anunció que Violante había llegado y estaba esperando por ella en la biblioteca. Había pasado la mañana, como era usual, intentando familiarizarse con el palazzo. Parecía una enorme tarea, más habitaciones a la vuelta de cada esquina, algunas que no habían sido utilizadas en años, y una abundacia de esculturas y obras de arte, tesoros ante los que solo podía jadear con respeto. Don DeMarco era rico más allá de su imaginación. Sabía que si Don Rivellio tenía algún indicio del valor de las tierras y la propiedad, lucharía por encontrar una forma de poner sus ávidas manos en ella. No pudo evitar pensar en el despreciable hombre que había condenado a muerte a su hermano. Sabía que siempre sería un enemigo mortal, que implacablemente buscaría la muerte de su hermano. Lucca tendría que pasar el resto de su vida mirando sobre el hombro, preguntándose cuando enviaría Rivello a un asesino. Principalmente temía que los hombres que viajaban con su hermano tuvieran instrucciones de matarle en el momento en que estuviera en tierra DeMarco, quizás con una hierba venenosa.

Isabella había esperado que Francesca la visitara, pero había esperado en vano, finalmente cayó dormida. Había despertado varias veces, creyendo que Nicolai había entrado en la habitación, pero si había estado allí, solo la había observado entre las sombras.

– Si no está de humor para visitas -dijo Sarina gentilmente,con compasión en los ojos- la despediré.

Isabella sacudió la cabeza apresuradamente.

– No, una visita es justo lo que necesito para animarme. Envió palabra antes de que me escoltaría a través de la ciudad y, si teníamos tiempo, de una de las muchas villaggi . Creo que el aire fresco me vendrá bien. Ha dejado de nevar, y el sol ha salido. Será maravilloso estar al aire libre.

Violante se puso en pie y habló mientras Isabella entraba en la habitación.

– Hace un día maravilloso día. Espero no haberte hecho esperar. Sergio necesitaba su almuerzo, y prefiero llevárselo yo misma – Se ruborizó un poco y se ahuecó el pelo, como si debiera estar desarreglado por algún reciente retozón.

– En absoluto, Violante -dijo Isabella-. Aprecio que quieras ocuparte de tu marido. Es un hombre muy agradable, y tiene suerte de tener una esposa tan atenta -parpadeó para contener las lágrimas que parecieron alzarse inesperadamente saliendo de ninguna parte. ¿Por qué no había acudido a ella Nicolai en la noche? Estaba muy necesitada de que la tranquilizara.

– Pareces triste, Isabella -Violante posó una mano enguantada en el brazo de Isabella-. Sé que no somos amigas aún, pero puedes hablar conmigo de lo que te preocupa.

Isabella forzó una sonrisa.

– Grazie. Puedo necesitar una amiga, Violante -Pasó un dedo a lo largo de una lisa y pulida mesa-. Es el mio fratello , Lucca. Está viajando hacia aquí, y creo que llegará pronto, pero parece estar mucho más enfermo de lo que yo creía. No puedo acudir a él, y ni siquiera tengo forma de enviarle una misiva -El pesar la arañaba, la soledad, y era aguda y profunda. Isabella se giró alejándose de la otra mujer para mirar sin ver hacia una pintura en la pared.

– ¿Sabes leer? -La voz de Violante sostenía respeto, admiración, incluso envidia-. ¿Puedes escribir? La mia madre creía que una mujer no tenía necesidad de semejantes cosas -suspiró- Sergio lee con frecuencia, y algunas veces me lee en voz alta, pero una vez, cuando estaba muy molesto conmigo, dijo que desearía que pudiera leer y así nuestros hijos aprenderían -Su expresión reflejaba una profunda pena-. Hasta ahora, he sido una gran desilución. Ningún bambini , y no puedo leer -Se obligó a reir, pero no con humor.

– Tendrás un bambino , Violante -dijo Isabella en un esfuerzo por consolar a la mujer- ¿Has hablado con la sanadora? Sé que nuestra sanadora ofrecía mucho consejo a las mujeres en la villagio cuando deseaban tener un bambino .

– Grazie , Isabella. Espero que tengas razón. Pero me temo que soy demasiado vieja -Apartó la cabeza, pero no antes de que Isabella viera lágrimas brillando en sus ojos.

– ¡Violante! -Isabella estaba sorprendida-. No eres tan vieja. No puedes tener más de un par de años que yo. Ciertamente no eres demasiado vieja para tener un bambino . Habla con tu sanadora, y si eso no ayuda, enviaré palabra a mi sanadora para ver si ella tiene algún consejo.

– ¿Harías eso por mí? -la voz de Violante tembló.

– Bien, por supuesto. Me gustaría que fueramos amigas y esperaba que nuestros bambini jugaran juntos. Vemos, te mostraré lo fácil que es hacer marcas en la página. Escribiré tu nombre para ti -Isabella abrió el gran escritorio y buscó hasta encontrar la pequeña caja que contenía tinta y una pluma.

Violante se acercó a ella, e Isabella cuidadosamente hizo marcas arremolinantes a lo largo del pergamino.

Violante inhaló agudamente.

– ¿Esa soy yo? ¿Ese es mi nombre?

Isabella asintió.

– ¿No parece hermoso? Recuerdo la primera vez que Lucca me mostró mi nombre-. Escribió su propio nombre al final del pergamino con soltura. Lo estudió por un momento con ojo crítico.

– ¿Qué dirías en una carta a tu hermano si estuvieras escribiendo para él? -preguntó Violante, curiosa-. ¿Cómo lo escribirías?

Isabella alisó el pergamino con la punta de un dedo.

– Escribiría su nombre aquí, justo bajo donde está el tuyo -Así lo hizo y añadió un par de líneas de ejemplo- Esto dice que le hecho de menos y deseo que se apresure y se una a mí. En realidad no soy del todo buena con las cartas. No practico lo suficiente. ¿Ves donde algunas líneas vacilan? -sopló la tinta húmeda para secarla, complacida de haber encontrado una forma de empezar una amistad con la esposa de Sergio Drannacia.

– Parecen muchas marcas para esas palabras -observó Violante.

Isabella tragó con fuerza.

– Añadí que le amaba… estúpido, cuando él nunca lo verá.

– Dijiste que tu hermano estaba siendo retenido en las mazmorras de Don Rivellio -recordó Violante- Me alegro de que esté libre. A Theresa le disgusta intensamente. El don tiene reputación de ser difícil.

– Una palabra agradable para describirle, Signora Drannacia -dijo Isabella secamente-. ¿Cómo es que la Signora Bartolmei tiene tratos con Don Rivellio? -Isabella sentía curiosidad, a pesar de que le disgustaba chismorrear.

– Debes llamarme Violante -imploró la mujer mayor-. Theresa, por supuesto, es prima de Don DeMarco. Se crió en una granja, en alguna parte cerca del palazzo , pero es una aristocratica -. Había un dejo de envidia, de frustración, en el tono de Violante-. Se casó con Rolando Bartolmei, quien, como Sergio, también lleva un gran nombre. Naturalmente, ella y su parentela son invitados a todas las celebraciones en las otras fincas.

Isabella se sentó a la mesa y estudió la cara de Violante. La mezcla de celos y alivio que vio allí fue casi humorística. Pero la expresión de Violante era seria.

– Theresa y Rolando llevaron a Chanise, su hermana menor, con ellos a un festival. Don Rivellio estaba allí. Prestó particular atención a Chanise, aunque ella solo tenía once veranos.

El corazón de Isabella saltó. Muy deliberadamente colocó las manos en el regazo para evitar que traicionaran su agitación. Un miedo infantil crecía en su estómago y se extendía rápidamente.

– Theresa dijo que el don había sido galante y encantador. Estaban todos impresionados con sus atenciones. Chanise parecía muy enamorada de él. Pero ella desapareció. Estaban frenéticos y la buscaron por todas partes, pero en vano -Violante suspiró-. Chanise era una niña hermosa, muy querida. Yo solía desear tener una pequeña bambina , justo como ella.

Isabella se frotó las súbitamente palpitantes sienes.

– ¿La encontraron alguna vez?

Violante asintió.

– Después de mucho tiempo, Don Rivellio envió palabra de que Chanise se había ocultado entre su equipaje e insistía en quedarse con él. Ella tenía un bambino pero estaba muy enferma. Hay una enfermedad que ataca a la gente de este valle si se alejan demasiado tiempo. Si no volvemos nos desmejoramos y morimos. Theresa y Rolando la trajeron a casa. No hablaba. A nadie en absoluto -Violante suspiró suavemente-. Voy a verla con frecuencia, pero no me habla. Mira fijamente al suelo. Tiene cicatrices en las muñecas y tobillos. Theresa me dijo que tiene marcas de latigazos en la espalda. Al bambino es al único al que responde. Creo que se quitaría su propia vida si no le tuviera a él. Rolando y Theresa odian a Don Rivellio, y no puedo culparlos.

– ¿Sabe esto Don DeMarco? -Por supuesto que lo sabía. Él sabía todo lo que pasaba dentro y fuera de su valle. Isabella no podía imaginar a Nicolai permitiendo semejante atrocidad sin castigo. No creía ni por un momento que la niña hubiera elegido ir con Rivellio.

– Él hizo los preparativos para el pasaje seguro de Chanise y negoció su liberación con Rivellio cuando el don fingió ser reluctante a dejarla marchar a ella y al bambino . Afirmó que no estaba seguro, pero que el bambino podía ser suyo -Violante soltó un resoplido poco elegante- Si Chanise estuvo alguna vez con otro hombre, fue porque él se la entregó. Don DeMarco pagó una gran suma para traerla de vuelta… al menos ese fue el rumor. Theresa no habla de ello en absoluto. Yo creo que se siente culpable por ceder a las súplicas de su hermana para asistir a la celebración.

Violante sacudió la cabeza.

– En verdad, nadie podía resistirse a Chanise. Era como la luz del sol balilando sobre el agua. Theresa ya nunca habla de ello, pero la tristeza y culpa estará siempre con ella, y se merece algo mejor.

– Tú también lo lamentas -observó Isabella-. Debes tener una relación muy estrecha con Theresa y su famiglia .

– Ya basta de hablar de tristezas. He venido a alegrarte -Violante se puso de pie resueltamente y miró alrededor buscando sus guantes- En realidad deberíamos irnos si voy a mostrarte los alrededores. La oscuridad cae rápidamente aquí en las montañas.

Isabella se puso en pie también, colocándose los guantes distraídamente. Junto con la historia de la corrupción y depravación de Don Rivellio había llegado esa sensación de maldad. Se arrastró dentro de la habitación, oscura y maligna, como si el mismo nombre de Rivellio convocara lo que ya estaba retorcido. Isabella se estremeció y miró a su alrededor, deseando estar fuera a cielo abierto donde pudiera ver a cualquier enemigo que se aproximara. A veces, había descubierto, se sentía rodeada de enemigos.

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