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– Si volvieras a estar de acuerdo en convertirte en mi novia, Isabella -dijo Nicolai suavemente, su voz susurraba a lo largo de la piel de Isabella como un ronroneo-, entonces no habría necesidad de sentirse avergonzada de mostrar afecto.

Ella alzó la barbilla, arqueando una ceja oscura hacia él.

– ¿Mostrar afecto? Siento no estar de acuerdo con usted, signore. Eso fue simplemente curiosidad; me sobrecoge en los momentos más inoportunos. Un pequeño defecto que hago lo que puedo por dominar.

Una sonrisa tiró de los duros bordes de la boca de él.

– Curiosidad, ¿eso era? Espero haberla satisfecho, pero estaría más dispuesto a continuar con el experimento si estuvieras de acuerdo en convertirte en mi esposa.

– Aprecio su sacrificio -dijo Isabella, sus ojos chispeaban de risa-. Por lo que respecta a estar de acuerdo con ser su esposa, ya lo hice una vez y fui tratada abominablemente -Hizo un intento de parecer patética-. Como soy una mujer, débil y más bien nerviosa…

– Ah, ¿del tipo que se desmaya? -aportó Nicolai servicialmente.

– Si -mintió ella-. No estoy segura de que mis pobres nervios pudieran soportar la tensión de semejante marido.

Él se frotó la mandíbula ensombrecida pensativamente.

– Debo confesar que no te consideraba… nerviosa. Aún así, creo que podremos sortear el problema si somos cuidadosos.

Él parecía tan joven y guapo, tan absolutamente tentador, Isabella sintió una curiosa sensación en la región del corazón. La tentaba de tantas maneras. Se sentía como una polilla atraída hacia las llamas.

– ¿Hay un número específico de veces que tiene intención de conducirme fuera del palazzo ? Creo que necesitaré la respuesta a esa cuestión ante de considerar su propuesta de matrimonio.

Nicolai se pasó una mano descuidadamente por el pelo. Inesperadamente, se sobresaltó y rápidamente dejó caer el brazo a su costado.

– Creo que una vez fue suficiente, Isabella. Estoy seguro de que no ocurrirá de nuevo.

– Está herido -Ella se apresuró alrededor de la mesa y le cogió el brazo-. Déjeme ver.

Nicolai se quedó complemente inmóvil ante el tacto de los dedos de ella.

– ¿Es esto lo que quieres, Isabella? ¿Es posible que averigües cosas sobre mí que podrías no desear saber?

– Ya sé cosas sobre usted que no deseo saber -Sus ojos sonrieron hacia él, suaves y generosos aunque un poco tímidos.

Nicolai extendió la mano, enmarcándole la cara gentilmente, sus pulgares se deslizaron sobre la piel con exquisita ternura.

– No has empezado a conocerme, Isabella. Yo no merezco que me mires con semejante expresión en tus hermosos ojos. Te estoy arrastrando a un mundo de peligro donde nunca sabrás quién es amigo o enemigo. Me desprecio por ser tan egoísta y cobarde que no puedo dejarte escapar.

– Bueno, por supuesto que no me merece, Signor DeMarco, ya que soy un partido tan bueno con mi riqueza en tierras y tesoros, mi hermano enfermo, y la reputación de mi nombre que aportar a nuestro matrimonio. Deje ya de parlotear, y déjeme ver sus heridas. Se está comportando como un bambino… de lo más impropio cuando está intentando impresionarme.

– ¿Funciona? -Su voz susurró sobre la piel de ella. Se inclinó más cerca de forma que ella olió una salvaje y masculina fragancia, y la calidez del cuerpo de él la envolvió. Se encontró cayendo en las profundidades de sus extraños ojos, hipnotizada y perpleja por un inesperado anhelo que la congeló, presionando una mano sobre su sobresaltado estómago.

Se inclinó hacia ella, su mirada manteniéndola cautiva, acercándose lentamente. Al primer toque de sus labios, ella cerró los ojos, savoreando su tacto, su sabor. Su boca tomó posesión de la de ella, y el mundo entero pareció estremecerse, cambiar de posición, y moverse hasta que desapareció y ella estuvo ardiendo por dentro y por fuera.

Los brazos le rodearon la cintura y la atrajo hasta él, al refugio de su cuerpo, gentilmente, cuidadosamente, pero firmemente, de forma que quedó presionada contra él. Podía sentir cada uno de los músculos de él impresos sobre su cuerpo. Se quedó inerte, flexible, y derretida en él, una parte de él, atrapada por el fuego hasta anhelarle.

Isabella sintió la respiración de él volverse más dificil cuando se enterró más cerca. Inmeditamente se apartó, mirándole.

– Déjeme ver -Bruscamente era totalmente eficiente, una Vernaducci, acostumbrada a dar órdenes y que se obedecieran-. Sé que está herido, y no voy a aceptar un no como respuesta. Soy muy testaruda.

– No es dificil creer eso, Isabella -dijo él sardónicamente-. Pero no es nada, un simple arañazo. Fui descuidado cuando debí prestar más atención.

Isabella le apartó lentamente la túnica del costado para exponer su piel desnuda. Jadeó ruidosamnete.

– Ha sido atacado por los leones -Le tocó la piel con dedos temblorosos-. No sé por qué cree estar a salvo de ellos. Todo el mundo en el palazzo actúa como si estuviera usted perfectamente a salvo de las bestias.

– Estoy a salvo de los leones -La voz de él fue un gruñido cuando se dio media vuelta, volviendo a cubrir con la túnica las laceraciones.

– Déjeme atender las heridas. No parece como si estuviera a salvo. Pensaba en usted mientras vagaba por los salones, creyendo que si usted estaba realmente a salvo de los leones, entonces yo lo estaría también. Solo tenía que tener fe. Sarina me dejó una poción que entumece, está arriba -Le tomó la mano, entrelazando sus dedos con los de él-. Venga conmigo.

– Esto no es apropiado en absoluto -advirtió él, con un dejo de su sonrisa juvenil tocando su boca-. Mi reputación quedará completamente destruída.

Las cejas de ella se alzaron.

– No había notado que se preocupara por semejantes cosas. Pero tiene razón, por supuesto. El mundo podría pensar mal de usted. No podemos tenerlos susurrando rumores y chismorreando. Aún así, debo atender las laceraciones, así que supongo que no tengo más elección que acceder a casarme con usted, así su reputación permanecerá a salvo.

– Gracias por el sacrificio -dijo Nicolai solemnemente, pero sus ojos reían la broma.

– Tremendo sacrificio -corrigió ella-. Y eso no significa que de ningún modo haya perdonado su absurdo y muy grosero comportamiento.

Apesar de la ligereza de su tono, Nicolai oyó el tono soterrado de dolor. Apretó los dedos alrededor de los de ella, manteniéndola junto a él.

– Solo pensaba en protegerte, Isabella, no en rechazarte. La mia famiglia tiene una historia de volverse contra sus amadas. No quería arriesgarme con tu vida, cara , así que te envié lejos de mí. Soy peligroso, mucho más peligroso de lo que posiblemente sabes -Atrajo la mano de ella a la calidez de sus labios, su toque fue suave sobre la piel-. Deberías estar enfadada conmigo por permitir que los leones te retengan aquí.

– ¿Los leones? -repitió ella-. ¿Cree que me están obligando deliberadamente a permanecer dentro de su valle? -La calidez del aliento contra su piel la hizo estremecer de indefensa necesidad.

Nicolai mantuvo la mano de ella presionada contra sus labios, como si no pudiera soportar perder el contacto.

– Sé que fueron ellos. Cambié de opinión casi inmediatamente una vez estuviste fuera de la vista. Ellos lo supieron. Siempre lo sapen. No soy noble y valiente. Si lo fuera, estarías a salvo y lejos de este lugar -Había un trazo de amargura en su voz. Se frotó la mano de ella a lo largo de la mandíbula, una pequeña caricia, cerrando los ojos por un momento y saboreando la sensación y fragancia de ella.

Isabella se quedó en silencio durante un momento, dando vueltas a las palabras de él en su mente. Nicolai hablaba en serio. Temía por la vida de ella. Temía que de alguna forma él pudiera ser responsable de hacerla daño.

– ¿Qué historias de volverse contra sus amadas, Don DeMarco? -Su corazón estaba palpitando en el pecho, y saboreaba el miedo en su boca.

Las palabras cayeron en un vacío de silencio. Se quedó muy cerca de él, sintiendo el calor de su cuerpo. El pulgar de él rozó una caricia sobre el pulso que latía tan frenéticamente en su muñeca. Nicolai se movió, su postura protectora, irguiéndose sobre ella, escudándola contra el eco de peligro que vibraba en el aire. La noche parecía enredarlos, envolverlos en un sudario de oscuridad.

– ¿Nadie te ha obsequiado aún con historias de cómo recibí las cicatrices de mi cara? Creía que todos saltarían ante la oportunidad de contártelo -Un extraño retumbar emanaba de su garganta, en algún lugar entre un ronroneo y un gruñido.

Isabella inclinó la cabeza para mirarle. A la luz vacilante de las velas ardientes, podía ver sombras cruzando el costado izquierdo de la cara de él, ocultando las líneas dentadas grabadas profundamente en su piel. Levantó el brazo y gentilmente posó la mano sobre las cicatrices, su palma consoladora.

– No creo que note lo leal que le es su gente. Nadie ha repetido rumores, signore , no creo que lo hagan. Si quiere contarme como ocurrió, por favor hágalo, pero no creo que sea necesario.

Su mano cubrió la de ella, presionando su palma más firmemente contra él. Sus largas pestañas, la única cosa femenina en él, veló la pena en sus ojos ardientes.

– ¿Por qué tienes que ser tan hermosa? ¿Tan buena? -Había gran cantidad de desesperación en su voz.

Ella sintió el dolor en el corazón de él como si fuera propio, y anheló abrazarle, aliviar las pesadas cargas que no tenía esperanza de entender. Sin pensarlo conscientemente, apoyó su cuerpo contra el de él, sus pechos suaves y plenos presionando contra el pecho.

Él gimio… lo oyó bastante claramente… su cuerpo se tensó.

Nicolai experimentó una pesada y dolorosa necesidad que se arrastró por su riego sanguíneo e invadió cada célula, cada músculo. Su brazo se deslizó alrededor de Isabella y la acercó aún más, hasta que solo quedó la fina barrera de las ropas de ambos separándolos. Aún así, no era lo suficientemente cerca. Los dedos de Nicolai se enredaron en su largo pelo, arrastrado su cabeza hacia trás para poder tomar posesión de su lujuriosa e invitadora boca. Enormemente fuerte, la aplastó contra él, intentando arrastrarse dentro del refugio de su indomable espíritu. Desando perderse en la perfección de su cuerpo suave.

El fuego corrió a través de él hasta ella y vuelta, ardiendo tan caliente, tan rápido, que las llamas quedaron fuera de control. Su boca era ardiente con hambre, con necesidad, con un rabioso deseo casi más allá de su comprensión. Le tomó tan rápida y ferozmente que no estaba preparado para la primitiva lujuria que floreció profundamente dentro de él, estallándo en una conflagración cuando el sabor y fragancia de ella inundó sus sentidos.

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