No tuve que realizar ningún esfuerzo para encontrarme en una atmósfera siniestra. Me tomé algunas cervezas y me sumergí en la negrura de mi alma durante un buen rato, desplomado en el sillón y reluciente de sudor. El calor había caído de golpe, pero yo no tenía ni la menor intención de moverme. No había nada que hacer.
Cuando oí que la llave giraba en la cerradura, le eché una mirada al despertador. Las tres y media de la madrugada. Estaba un poco borracho, pero tuve los reflejos suficientes para apagar la lámpara antes de que se abriera la puerta. Me incorporé en el sillón. Apenas se veía nada, pero igualmente pude observarla en la oscuridad, estuvo a punto de tirar una silla y se detuvo. Debía de creer que yo estaba durmiendo, adiviné el vistazo que le echó a la cama, pero estaba demasiado oscuro y a continuación se dirigió al cuarto de baño. Encendió la luz y era como estar en el cine; la veía perfectamente bien, de espaldas, inclinada sobre el lavabo y mirándose al espejo. No me levanté inmediatamente, me encanta mirar a la gente a escondidas, sobre todo cuando se trata de una chica hermosa con una pequeña falda roja y con el culo echado hacia atrás, sobre todo en una noche cálida y húmeda, después de diez o doce horas de espera.
Al cabo de un minuto, se quitó las bragas y las tiró a un rincón. De momento no entendí por qué lo había hecho, me dije fíjate, otra cosa rara, ellas no hacen las mismas cosas que nosotros, son divertidas. Pero un segundo después me invadió un presentimiento terrible y me levanté. Llegué hasta su lado, a su espalda, sin que me descubriera, me pegué a ella y la besé en el cuello. Estaba borracha y medio atontada, apestaba a alcohol de forma inaudita, aterradora. Nos miramos a través del espejo durante el tiempo de un relámpago y ella bajó la mirada riendo; la cosa debía ser realmente divertida. Hundí una rodilla entre sus piernas para separárselas y antes de que ella pudiera hacer un solo gesto ya le había metido tres dedos en la raja.
Retiré la mano y tenía esperma en los dedos. Aquello me destrozó por completo y me limpié en su espalda. La verdad es que no me había esperado algo tan brutal. Aún no estoy suficientemente distanciado de este tipo de historias, tengo bastantes lagunas. Bueno, en fin, que no pude digerir la cosa y que mi puño la agarró de la camiseta; la habría levantado con facilidad de habérmelo propuesto. Ella lanzó un gritito, pero sin dejar de reír. La eché a la calle, agarré su bolso sin despegar las mandíbulas y la eché a la calle. La oí dar traspiés en la gravilla mientras yo daba un portazo. Me habría gustado que realmente se rompiera el hocico, que se abriera la cabeza, y luego ir y tirarme a su cadáver; yo estaba caliente, tuve la necesidad de beberme algo fresco rápidamente.
Estaba inclinado sobre la nevera cuando oí que la llave hurgaba en la cerradura. Debo de estar soñando, trata de volver a entrar, estoy soñando, di un salto hasta la puerta y abrí. Le arranqué la llave de las manos, ella apenas se tenía en pie. Afuera estaba muy negro y pensé que el cielo debía de estar muy bajo.
– Te aconsejo que no pases -le dije.
Ella alzó la mirada hacia mí. Tenía los ojos como a mí me gustaban. Me jodia pensar que la leche del otro quizás le corría piernas abajo en aquel momento, me ponía nervioso.
– Santo Dios -murmuró ella-, ¿qué te ha cogido?
– Tengo que estar tranquilo para terminar mi novela -le dije-. Y ya no voy a servirte para gran cosa.
Ella iba a abrir la boca pero le corté la palabra:
– Oye -le dije-, no tengo ganas de discutir contigo. Me fastidias. Ahora voy a tratar de dormir.
Cerré la puerta en serio, fui a sentarme a la cocina y me liquidé varias cervezas en silencio. Es duro perder a una chica, es duro ver que algo se ha roto. Había pasado un día duro.
Me levanté y fui a abrir la puerta. Ella seguía allí, y habría jurado que no se había movido ni un centímetro.
– Que quede bien claro -le dije-. REALMENTE no tengo ganas de hablar contigo.
La dejé entrar. Desapareció en el cuarto de baño sin decir ni una palabra y yo me dediqué a mirar por la ventana. Oí que corría el agua de la ducha. Sin dinero, sin inspiración, sin mujer, levantado a las cuatro de la madrugada sin sentir la menor chispa de vida, oh baby, qué puto mundo sin piedad, ¿estás verdaderamente seguro de que Todo está en Todo?
Cuando salí, seguía corriendo el agua de la ducha y el día se levantaba. Me puse al volante de mi super regalo pero no experimenté ningún placer, no podía sentir placer con nada. Me sentía insensible a todo, estaba vaciado, hundido y sonado por las cervezas y el porro, y me picaban los ojos. El tiempo de removerme un poco y de encontrar las llaves bastó para que se abriera la puerta y Nina se colara en el coche. Tenía el pelo totalmente mojado y me lanzó una mirada febril. La ducha parecía haberle quitado algo la borrachera.
– Baja -le dije.
– Especie de cerdo -soltó-, ¿quién te crees que eres?
– Soy el tipo que va a hacerte bajar de este coche.
– Vaya, ¿te crees que no tengo nada más que hacer, te crees que sólo tengo que esperar, te crees que tengo ganas de estar todo el día parada a tu espalda mientras tú estás atrancado en tu jodido libro de mierda?
– Creo que te gusta demasiado follar. Eso es lo que creo.
– Ya vale, ¿no? No vas a hacer una montaña de eso.
– Tú eres una chica de ideas modernas -le dije-. Pero ni te imaginas hasta qué punto me fastidian esas ideas.
– Y para empezar, ¿qué significa este coche?
– No te esfuerces ni trates de desviar la conversación. Te he pedido que bajes.
En lugar de hacerlo, tomó un cigarrillo del salpicadero y lo encendió nerviosamente.
– Así que otra vez hemos empezado mal -comentó.
– Lo hemos intentado -dije.
Tiró su cigarrillo por la ventana sin dejar de mirarme y luego bajó. Sólo que en lugar de cerrar la puerta se inclinó hacia mí con la mirada brillante:
– ¡¡¡ LA VERDAD ES QUE ERES UN AUTÉNTICO GILIPOLLASÍ -gritó-. ¡¡¡NUNCA ENTIENDES NADA!!!
Sentí que me envolvía una oleada de calor, como si ella hubiera escupido en el coche.
– ¡¡jDE ACUERDO -vociferé-, ACABAS DE DAR EN EL CLAVO!!! ¡¡¡HABÍA LLEGADO A CREER QUE PODÍA CONFIAR EN TI!!!
Se apartó del coche y se plantó en medio de la calle, con los puños en las caderas, golpeada en plena cabeza por el primer rayo del sol naciente.
– ¡¡¡LO QUE TÚ NECESITAS ES UNA MÁQUINA DE JODER, NO UNA MUJER!!! -opinó.
Salí para demostrarle que podía gritar tanto como ella:
– ¡¡¡CLARO, ¿PERO DÓNDE SE PUEDE ENCONTRAR UNA MARAVILLA ASÍ?!!!
– ¡JA, JA, TODOS LOS INDIVIDUOS DE TU ESTILO SE ENCUENTRAN CON EL MISMO PROBLEMA! -se burló.
No le contesté, sabía que no me iba a dejar la última palabra. Coloqué las dos manos estiradas sobre el capó, miré a derecha y a izquierda asintiendo con la cabeza y luego volví a subir al coche. Ella no dejaba de mirarme.
Giré la llave de contacto y arranqué suavemente. La vi desaparecer por el retrovisor, vi desaparecer a la chica más hermosa que había tenido en mi vida.