– Está todo controlado -le dije-. El coche está ahí al lado.
Como no se movía, le di la espalda y me dirigí hacia el coche. Me siguió.
– ¿Te duele? -preguntó.
– Qué cosas tan raras -dije.
– Lo siento.
Le abrí la puerta y me quedé aferrado al picaporte. Le previne:
– Es una tontería -dije-, pero creo que voy a desmayarme.
Nina me asió por un brazo.
– ¡Oh, no! ¡Aguanta! -exclamó.
– Me coge el pasmo…
– No me dejes sola.
– Soy un escritor -le dije-. Resistiré.