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CARTA 2

¡Parece que seguís creyendo que los porqués sirven para algo!

Bueno, en realidad, para algo sirven… Sirven para dar explicaciones… para justificarme…,

para no responsabilizarme de mis cosas… para esconderme detrás de las palabras… para excusarme…

para evitar mi sentir…

para relativizar mi presente a mi pasado… para no vivir aquí y ahora.

¡Qué diferencia con las preguntas más constructivas de ¿cómo? ¿qué? ¿cuando? o ¿para qué?…!

A veces, pienso que el porqué es el gran vicio del psicoanálisis. En su eterno retornar al pasado se parece a la arqueología: una gran construcción fantaseosa basada en suposiciones y en "hallazgos" que alimentan tales suposiciones.

– ¿Cómo "suposiciones"? ¡La historia es una realidad! -Bueno. Demostráme que existió realmente 1942. -Te podría mostrar libros que datan de entonces.

– ¿Sería una prueba fehaciente? -Bueno, prueba… prueba…, no.

– Vengamos más cerca. ¿Qué podrías hacer para demostrar que existió el mundo hace 100 años?

– Te puedo mostrar fotos, recortes de diarios, ropas… -¿Lo mismo para tu vida?-

– Lo mismo, más mis recuerdos.

– Bien. Intentá pensar el mundo tal como lo conocés, el mundo con todo lo que contiene, incluyendo ruinas, fotografías, libros y aun tu propio recuerdo… Este mundo que lo incluye todo es real, es aquí y ahora. ¿Podrías demostrar certeramente, sin lugar para la más mínima duda, que este mundo no fue creado hace cinco minutos?

– (Confusión)… Demostrar, creo que no, ¡pero todavía tengo mis recuerdos!

– En primer lugar, tus recuerdos podrían ser falsos recuerdos, podrían haber sido inducidos de manera artificial.

Nietzsche cuenta que la memoria y el orgullo peleaban: la memoria sostenía que había sucedido y el orgullo que no podía haber sucedido así. Se miraron… ¡y la memoria se dio por vencida!

En última instancia nuestro pasado es una suposición, una fantasía, una explicación de cómo los hechos llegaron a ser los actuales.

Además, tus recuerdos son aquí y ahora. No allí y entonces.

El recuerdo es útil -es cierto-, a veces es útil. Pero no lo es cuando apoyo mi vida en él. Cuando dependo de él, cuando digo "a mí me lo enseñaron así…" «siempre lo hice así…"«en mi casa era así…"

Un ejemplo de Thomas Harris:

ACTO PRIMERO

(En casa de la pareja) un hermoso jamón al horno que ha cocinado la esposa para su marido por primera vez.

¿Para qué le cortaste la punta? (él lo prueba).- Está exquisito-

ELLA.- El jamón asado al horno se hace así.

EL.- Eso no es cierto, yo he comido otros jamones enteros.

ELLA.- Puede ser, pero con la punta cortada se cocina mejor.

EL.- ¡Es ridículo! ¿Por qué?

ELLA (duda).- Mi mamá me lo enseñó así.

EL.- ¡Vamos a casa de tu mamá!

ACTO SEGUNDO

(En casa de la madre de Ella)

ELLA.- Mamá, ¿Cómo se hace el jamón al horno?

MADRE.- Se lo adoba, se le corta la punta y se lo mete al horno.

ELLA (a El)..- ¡¿Viste?!

EL.- Señora, ¿y para qué le corta la punta?

MADRE (duda).- Bueno… el adobo… la cocción… ¡mi madre me lo enseñó así!

EL.- ¡Vamos a la casa de la abuela!

ACTO TERCERO (En casa de la abuela de Ella)

ELLA.- Abuela, ¿cómo se hace el jamón al horno?

ABUELA- Lo adobo bien, lo dejo reposar tres horas, le corto la punta y lo cocino a horno lento.

MADRE (a El).- ¡¿Viste?!

ELLA (a El).- ¡¿Viste?!

EL (porfiado).- Abuela, ¿para qué se le corta la punta?

ABUELA.- Hombre, ¡le corto la punta para que me pueda entrar en la asadera! Mi horno es tan chico que…

(Cae el telón)

El ejemplo es, para mí, gráfico y concluyente.

Ahora el problema cambia: ¿Cómo diferencio el recuerdo útil, de la estupidez? ¿Cómo separo el aprendizaje y la experiencia, del prejuicio (etimológicamente: juicio-previo)?

Quizás éste sea el más trascendente de los desafíos para quienes intentamos vivir nuestras vidas en conexión con el aquí y ahora.

Me doy cuenta de que sólo puedo aportarte algunos elementos:

1.- La experiencia es vivida en forma global, por toda la persona (holísticamente, como diría Perls). El prejuicio es solamente intelectual.

2.- La experiencia puede ser cuestionada por mí permanentemente, sin conflictos. El prejuicio es concluyente, no admite revisiones.

3.- La experiencia me contacta con el episodio que vivo. El prejuicio es evitador.

4.- En resumen: la experiencia enriquece mi campo sensible, mi sentir, mi vivenciar, mi imaginar… El prejuicio me achica, me encapsula. El prejuicio es, en una palabra, un condicionamiento.

Volvamos al principio.

Si la idea de salud incluye la de libertad, no podemos hablar de terapia sin el concepto de desacondicionar.

No dudo de que la intención psicoanalítica básica sea desacondicionar, pero encuentro que algunos colegas sólo consiguen cambiar algunos condicionamientos enfermos por otros "más sanos" sin dejar de ser condicionamientos.

Lo que yo, y otros como yo, queremos hacer es realmente desacondicionar. Devolver al individuo su libertad, su capacidad de decidir, de actuar, de vivir… En última instancia, que recupere su capacidad de elegir.

Elegir y hacerse responsable de su elección.

Estoy hablando de ELEGIR. No de optar. No de descartar las alternativas indeseables y quedarme con el resto.

…Frente a un sendero, éste se bifurca en dos caminos: uno de terciopelo y otro de espinas. yo voy por el de terciopelo porque las espinas me dañan; vos vas por el mismo porque la suavidad del terciopelo te fascina. Vos elegís, YO opto.

Me desperdigo…

Cuando avalo mis actitudes en una orden de mis padres, en una imposición moral, en un concepto social o en un precepto religioso, ¡no me estoy haciendo responsable de lo que hago! Después de todo" -me miento- "el que obedece nunca se equivoca").

Cuando soy Yo En cambio, cuando soy un adulto, mismo, cuando no me engaño, puedo seguir teniendo padres, moral, sociedad y religión pero no necesito explicar ni refugiarme en ellos.

Elijo y me hago responsable de lo que elijo.

Atención: ¡De lo que elijo! Esto implica que soy responsable de todo lo que hago y de todo lo que digo, que soy responsable de todo lo que dejo de hacer y de todo lo que me callo; y también implica que de lo único que no soy responsable es de lo que siento (Sí de lo que haga con lo que siento, pero no de lo que siento). Porque esto que siento no lo elijo yo y porque no hay nada que yo pueda hacer para sentir algo, diferente de lo que siento.

Vuelvo… Me preguntás por qué elegí ser médico.

En este momento, creo que no lo sé y que si lo supiera quisiera olvidármelo. En cambio, si me preguntaras para qué elegí ser médico, tengo una respuesta muy clara: elegí ser médico para crecer de esta manera.

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