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CARTA 50

Amada Claudia:

Agresión viene de ”agressio” y significa: acometer, embestir, ir hacia.

Hostilidad viene de ”hostillos”, que significa enemigo, adversario. Es verdad que la actitud hostil es una agresión, en cuanto significa un movimiento hacia, pero no toda agresión es hostil.

La hostilidad tiene como función específica la herida, el daño, la aniquilación del otro. En resumen, su destrucción.

La agresividad puede, en cambio, ser constructiva. Agredir es desestructurar. Sigamos a Perls:

”Cuando comemos, cortamos los alimentos antes de llevarlos a la boca. Ahí los reducimos a partes más pequeñas con los dientes y los trituramos con las muelas. La saliva tiene enzimas que comienzan un proceso de rupturas, que seguirá luego en el estómago. Allí, un poderoso ácido (el clorhídrico), ataca los alimentos rompiendo sus estructuras mientras los movimientos de zarandeo ayudan a la acción de estos ácidos. ¿Qué pasaría si alguno de nosotros cancelara toda actitud agresiva, incluidos estos actos evidentemente agresivos: cortar, morder, triturar, corroer con ácidos, zamarrear, etc.?

Pues el resultado sería que eliminaríamos lo que ingerimos tal como ingresó en nosotros.

Nuestro aparato digestivo necesita desestructurar los alimentos para poder asimilar lo útil…”

Y lo más importante: si esto pasara, si canceláramos esta agresión hacia lo de afuera (el alimento), nuestro organismo buscaría la energía en nuestra propia sustancia.

Comenzaríamos a agredir a nuestros propios tejidos, en busca de esos nutrientes.

Bien, esta agresión desestructurante es parte de mis mecanismos "incorporadores”. El metabolismo psíquico reproduce el metabolismo digestivo.

Es por esto que, a veces, cuando quiero mostrarte algo, quizás sea bueno que sea agresivo: amorosamente agresivo, bellamente agresivo, constructivamente agresivo.

Yo soy un terapeuta agresivo. Quizás despiadado.

A veces, hasta cruel.

Lo soy cuando te empujo a encontrarte con lo que evitás.

Lo soy cuando te digo lo que más te duele.

Lo soy cuando te desarmo tu aparato defensivo.

Lo soy cuando desde un ejercicio psicodramático me permito insultarte y hasta abofetearte.

Lo soy cuando me acerco sin tener en cuenta la distancia ”supuestamente" entre terapeuta y paciente. Lo soy cuando me permito decirte: ”Me aburro, me fastidia, no tengo ganas, no quiero o andáte”.

Soy cuando me permito decirte: ”Me gusta, quedate, te amo”.

Lo soy con vos. Lo soy conmigo. Lo soy.

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