Claudia:
¡Finalmente sucedió! Vendimos el departamento donde vivíamos y compramos un chalet en las afueras de Buenos Aires.
Me parece increíble… después de tantos años, acceder por fin a esa casa.
Nunca me había dado cuenta de qué era mi departamento: 350 metros cúbicos, ubicados en algún lugar del espacio, a unos quince metros del suelo.
Vivir en el aire…
Hoy me doy cuenta de que, durante años, no tuve tierra ni cielo propios.
Todo sucedió como yo hubiera elegido que sucediera: visitamos esa casa (un parque con casa, como dice Perla) y supe que eso era lo que habíamos estado buscando. Casi con la sensación de que yo ya la conocía, hablé con el dueño:
– Me gusta la casa, quisiera comprarla.
– Es tuya.
– ¡Esperá! Yo tengo que vender mi departamento.
– ¿Cuánto tiempo necesitás?
– No sé… ¿quince días?
– Bueno, te doy un mes. Yo, en ese mes, no busco otro comprador, y te espero.
Y no fue así. El departamento tardó más de un mes en encontrar su nuevo dueño y el dueño de la casa nos esperó todo el tiempo; dijo que él quería esa casa para nosotros.
Describiendo la casa a un amigo, le decía: "Es hermosa y muy grande; tiene 10 metros de frente y 45 metros de fondo, pero para arriba y para abajo ¡no tiene límites!"