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Es imposible conocer el simultáneo aumento de las actividades paralelas -subsidiarias, holdings, financieras, oficinas de representación- en su magnitud exacta, pero se sabe que en igualo mayor proporción han crecido los fondos latinoamericanos absorbidos por bancos que aunque no operan abiertamente como sucursales, están controlados desde fuera a través de decisivos paquetes de acciones o por la apertura de líneas externas de crédito severamente, condicionadas.

Toda esta invasión bancaria sirve para desviar el ahorro latinoamericano hacia las empresas norteamericanas que operan en la región, mientras las empresas nacionales caen estranguladas por la falta de crédito. Los departamentos de relaciones públicas de varios bancos norteamericanos que operan en el exterior pregonan sin rubores que su propósito más importante consiste en canalizar el ahorro interno de los países donde operan para el uso de las corporaciones multinacionales que son clientes de sus casas matrices. Echemos al vuelo la imaginación: ¿podría un banco latinoamericano instalarse en Nueva York para captar el ahorro nacional de los Estados Unidos? La burbuja estalla en.el aire: esta insólita aventura está expresamente prohibida. Ningún banco extranjero puede operar, en Estados Unidos, como receptor de depósitos de los ciudadanos norteamericanos. En cambio, los bancos de los Estados Unidos disponen a su antojo, a través de las numerosas filiales, del ahorro nacional latinoamericano. América Latina vela por la norteamericanización de las finanzas, tan ardientemente como los Estados Unidos. En junio de 1966, sin embargo, el Banco Brasileiro de Descontos consultó a sus accionistas para tomar una resolución de gran vigor nacionalista.

Imprimió la frase Nós confiamos em Deus en todos sus documentos. Orgullosamente, el banco hizo notar que el dólar ostenta el lema In God We Trust.

Los bancos latinoamericanos, incluso los invictos, no infiltrados ni copados por los capitales extranjeros, no orientan los créditos en un sentido distinto al de las filiales del City, el Chase o el Bank of America: ellos también prefieren atender la demanda de las empresas industriales y comerciales extranjeras, que cuentan con garantías sólidas y operan por volúmenes muy amplios.

UN IMPERIO QUE IMPORTA CAPITALES

El «Programa de acción económica del gobierno», elaborado por Roberto Campos, preveía que, como respuesta a su política benefactora:, los capitales afluirían del exterior para impulsar el desarrollo de Brasil y contribuir a su estabilización económica y financieras [70]. Se anunciaron para 1965 nuevas inversiones directas, de origen extranjero, por cien millones de dólares. Llegaron setenta. Para los años siguientes, se aseguraba, el nivel superaría las previsiones del 65, pero las convocatorias resultaron inútiles. En 1967 ingresaron 76 millones; la evasión por ganancias y dividendos: asistencia técnica, patentes, royalties o regalías y uso de marcas superó en más de cuatro veces a la inversión nueva. Y a estas sangrías habría que agregar, aún, las remesas clandestinas. El Banco Central admite que, fuera de las vías legales, emigraron de Brasil ciento veinte millones de dólares en 1967.

Lo que se fue es, como se ve, infinitamente más que lo que entró. En definitiva, las cifras de nuevas inversiones directas en los años claves de la desnacionalización industrial -1965, 1966, 1967- estuvieron muy por debajo del nivel de 1961 [71]. Las inversiones en la industria congregan la mayor parte de los capitales norteamericanos en Brasil, pero suman menos del cuatro por ciento del total de las inversiones de los Estados Unidos en las manufacturas mundiales. Las de Argentina llegan apenas al tres por ciento; las de México al tres y medio. La digestión de los mayores parques industriales de América Latina no ha exigido grandes sacrificios a 'Wall Street.

«Lo que caracteriza al capitalismo moderno, en el que impera el monopolio, es la exportación de capital», había escrito Lenin. En nuestros días, como han hecho notar Baran y Sweezy, el imperialismo importa capitales de los países donde opera. En el período 1950-67, las nuevas inversiones norteamericanas en América Latina totalizaron, sin incluir las utilidades reinvertidas, 3.921 millones de dólares. En el mismo período, las utilidades y dividendos remito dos al exterior por las empresas sumaron 12.8191 millones. Las ganancias drenadas han superado en más de tres veces el monto de los nuevos capitales incorporados a la región [72]. Desde entonces, según la CEPAL, nuevamente creció la sangría de los beneficios, que en los últimos años exceden en cinco veces a las inversiones nuevas; Argentina, Brasil y México han sufrido los mayores aumentos de la evasión. Pero éste es un cálculo conservador. Buena parte de los fondos repatriados por conceptos de amortización de deuda corresponde en realidad a las utilidades de las inversiones, y las cifras no incluyen tampoco las remesas al exterior por pagos de patentes, royalties y asistencia técnica, ni computan otras transferencias invisibles que suelen esconderse tras los velos del rubro «errores y omisiones» [73], ni tienen en cuenta las ganancias que las corporaciones reciben al inflar los precios de los abastecimientos que proporcionan sus filiales y al inflar también, con igual entusiasmo, sus costos de operación.

La imaginación de las empresas hace otro tanto con las inversiones mismas. En efecto, como el vértigo del progreso tecnológico abrevia cada vez más los plazos de renovación del capital fijo en las economías avanzadas, la gran mayoría de las instalaciones y los equipos fabriles exportados a los países de América Latina han cumplido anteriormente un ciclo de vida útil en sus lugares de origen. La amortización, pues, ha sido ya hecha, en forma total o parcial. A los efectos de la inversión en el exterior, este detalle no se toma en cuenta: el valor atribuido a las maquinarias, arbitrariamente elevado, no seria, por cierto, ni la sombra de lo que es, si se consideraran los frecuentes casos de desgaste previo. Por lo demás, la casa matriz; no tiene por qué meterse en gastos para producir en América Latina los bienes que antes le vendía desde lejos. Los gobiernos se encargan de evitarlo, adelantando recursos a la filial que llega a instalarse y cumplir su misión redentora: la filial tiene acceso al crédito local a partir del momento en que clava un cartel en el terreno donde levantará su fábrica; cuenta con privilegios cambiarios para sus importaciones -compras que la empresa suele hacerse a sí misma- y hasta puede asegurarse, en algunos países, un tipo de cambio especial para pagar sus deudas con el exterior, que frecuentemente son deudas con la rama financiera de la misma corporación. Un cálculo realizado por la revista Fichas indica que las divisas insumidas entre 1961 y 19647 por la industria automotriz en la Argentina son tres veces y media mayores que el monto necesario para construir diecisiete centrales termoeléctricas y deis centrales hidroeléctricas con una potencia total de más de dos mil doscientos megawatios, y equivalen al valor de las importaciones de maquinarias y equipos requeridas durante once años por las industrias dinámicas para provocar un incremento anual del

2,8 por ciento en el producto por habitante.

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[70] Ministerio do Planejamento e Coordenacao Economica, Programa de Acao Economica do Gobernó, Río de Janeiro, noviembre de 1964. Dos años después, hablando en la Universidad Mackenzie, de Sao Paulo, Campos insistía: “Ya que la economía en proceso de organización no disponen de recursos para dinamizarse, por el simple hecho de que si los tuviesen no estarían en atraso, es lícito aceptar el concurso de todos cuantos quieran correr con nosotros los riesgos de la aventura maravillosa que es el progreso, para recibir de él una parte de los frutos” (22 de diciembre 1966).

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[71] “Las remesas desde Brasil muestran un alza desde la legislación de 1965”, celebra el órgano del Departamento de Comercio de los Estados Unidos. “Aumenta el flujo de intereses, beneficios, dividendos y regalías; los términos y las condiciones de los préstamos están sujetos al compromiso con el Fondo Monetario Internacional”. International Comerce, 24 de abril de 1967.

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[72] Secretaría General de la OEA, op. cit. Ya el presidente Kennedy había reconocido que en 1960, “del mundo subdesarrollado, que tiene necesidad de capitales, hemos retirado 1.300 millones de dólares mientras sólo le exportábamos doscientos millones en capitales de inversión” (discurso ante el congreso de la AFL-CIO, en Miami, el 8 de diciembre de 1961).

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[73] Los misteriosos errores y omisiones sumaron, por ejemplo, entre 1955 y 1966, más de mil millones de dólares en Venezuela, 743 millones en Argentina, 714 millones en Brasil, 310 millones en Uruguay. Naciones Unidas, CEPAL, op. cit.

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