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11 de noviembre.

Alguien ha avisado a la tía Reme y me la he encontrado hoy en la sala de espera. Sí, la misma tía Reme que se emborrachaba en las Nochebuenas y la responsable de que cada dos por tres me venga a la cabeza una letra de tango (inusual gardeliana y no porteña, ella se pasa el día desafinándolos). Como se quedó viuda relativamente joven y no tuvo hijos, el día que se enteró de que su cuñada estaba embarazada de mí y que el médico le había recetado reposo absoluto, se vino a Madrid para ayudar en la casa, porque mi madre no podía levantarse de la cama, y allí se quedó hasta que yo cumplí los seis meses, cuando regresó a Alicante. Desde entonces siempre pasaba las Navidades -y también gran parte del año- en nuestra casa. Y los veranos y las Semanas Santas también se iba con nosotros a Santa Pola.

Reme ha cogido el primer avión en cuanto le han dado la noticia y se va a quedar en casa de Asun. La he visto tan abatida que para intentar quitarle hierro a la situación he sacado en la conversación el tema de moda: la boda del Príncipe. Y antes de que me diera tiempo a hacer bromas, se me ha echado a llorar.

– Qué Príncipe ni qué niño muerto… -ha dicho entre hipidos y llevándose el pañuelo a los ojos-. ¿Te crees que a mí me importa algo que se case o se deje de casar? Y a tu madre menos aún… La pobre… ¡si tu abuelo, de puro republicano, le cambió hasta la fecha de nacimiento!

Y así me entero, justamente hoy, de que mi madre en realidad había nacido un 13 de abril, no un 14, como yo siempre había creído, y de que mi abuelo mintió intencionadamente cuando la inscribió en el Registro Civil para que la fecha coincidiera con la de la instauración de la Segunda República.

– ¿Y por qué nunca me lo habías dicho?

– Hija, porque era un secreto -inspira profundamente, como para calmarse. Más relajada, prosigue-: Como comprenderás, en tiempos de Franco mejor no decirlo. Bastantes problemas tuvo ya la familia como para sacar esa bromita a la luz. Creo que tu propia madre no supo durante mucho tiempo lo del cambio de fecha, que su padre tampoco quería meter en líos a nadie y se estuvo callado porque de sus ideas no hablaba, porque él no fue a la guerra ni se significó nunca, y además tenía un primo hermano, o segundo, no lo sé bien, al que habían fusilado los rojos, y el padre de ese señor, del fusilado, digo, que le tenía ley a tu abuelo vete a saber por qué, porque la sangre es más espesa que el agua, supongo, y porque el cariño puede más que la política, fue quien le dio trabajo en una tienda de textiles que tenían y respondió por él. Parece ser que aquellos primos tenían un instinto familiar fortísimo o que se habían hecho favores de chicos, y lo uno por lo otro. Así que a tus abuelos no los represaliaron, gracias a Dios, porque no sé si te contaron que sin embargo a la pobre Sabina, tu tía abuela, la raparon y la purgaron con aceite de ricino, hasta en la cárcel estuvo, y aún no había cumplido los dieciséis, en Benalúa, en la prisión de mujeres que se habilitó en la Casa de Ejercicios Espirituales que tenían allí los jesuitas, o eso se decía, porque de esas cosas por entonces no se hablaba, y yo tampoco sé tanto…

– ¿Cárcel? ¿Que Sabina estuvo en la cárcel? Pero yo de eso no he oído hablar en la vida…

– Claro que no, de eso no se hablaba nunca, cómo se iba a hablar, tapado y bien tapado lo tenían, por si acaso. Por eso, como comprenderás, lo del cambio de fecha tampoco nadie lo mentó nunca. Yo misma me enteré muy tarde, y no por tu madre, sino por mi marido, y a él se lo había dicho la suya. Y al principio pensé que mi suegra se lo había inventado porque ella a tu madre no la podía ver, no la tenía cuenta ninguna…

– ¿Y eso por qué?

– Porque no, porque la señora era muy suya… Muy rara… Con decirte que mandó construir su féretro cuando aún estaba viva, y también la mortaja, hecha con hábito de Nuestra Señora del Remedio, y que los guardaba debajo de la cama, y que de vez en cuando le sugería el capricho de ponerse la mortaja y acostarse dentro del féretro y llamaba a las criadas para que le dijeran lo guapa y elegante que iba a estar en el velatorio…

– Me estás tomando el pelo, no puede ser verdad.

– Te lo juro, te lo juro por la gloria de mi madre, ya sé que parece mentira, pero es verdad pura. Tenía unas cosas la buena señora… Es que ella era muy religiosa, de Acción Católica y del Ropero Eclesiástico. En el 41 o 42, creo que fue, Acción Católica impuso en Alicante la Semana del Sacrificio, una semana entera de ayunos, oración y penitencia, y siempre dijo que la idea se le había ocurrido a ella, que fue quien se la sugirió a su marido, imagínate si sería beata mi suegra… Y el Homenaje de Alicante a la Virgen del Remedio, ése debió de ser en el 50, también idea suya, o eso decía ella, claro, que mi suegra era muy imaginativa, por llamarla de alguna manera… Pero de eso no me hagas seguir, que la señora ya está criando malvas y no es cosa de hablar mal de los que ya no están para defenderse… A lo que iba, que yo, al principio, te digo, no me lo creí, lo del 14 por el 13, digo, pensé que la señora se lo inventaba a mala fe. Pero hace años, en uno de los cumpleaños de tu madre, que tú aún no habías ni nacido, creo, alguno de los que estaban allí, que no sé si fue tu tío Gabriel, que tú no le conociste, hizo la broma de que la celebración se retrasaba un día. Y por los ojos que le puso tu madre, una mirada de esas que echan fuego, como diciéndole que se callara, me di cuenta de que mi suegra tenía razón.

Una historia familiar que te va a hacer gracia: el que fuera mi tío Miguel, marido de la Reme, fue -antes de casarse con ella- novio de mi madre durante muchos años. Por entonces salían varios amigos juntos en pandilla y no sé cómo Miguel acabó por casarse con Reme y Eva con Vicente, diez años mayor que su hermana. No sé ni dónde ni cuándo escuché lo que te voy a escribir, pero alguna vez, de pequeña, oí a las viejas comadrear. Probablemente pensarían que yo era demasiado chica para enterarme de lo que decían, que si mi madre se casó con Vicente fue en realidad para poder estar cerca de Miguel. La verdad es que de ser cierta la historia quedaría muy romántica y muy novelesca, pero entonces no se explicaría el afecto profundísimo que le profesaba y le profesa la tía Reme a mi madre, a no ser que se encariñara con ella llevada por la pena o por la curiosidad morbosa e, incluso, puestos a rizar el rizo, por una oculta bisexualidad, porque decía Freud que los celosos lo son porque al imaginar posibles aventuras de sus amantes utilizan un truco del subconsciente para visualizar sin culpa a personas de su propio sexo en situaciones eróticas. En todo caso, esta tercera explicación ya se pasaría de rocambolesca y, de cualquier forma, el tío Miguel murió antes de que yo naciera, así que si hubo alguna historia de amor digna de culebrón venezolano que se hubiera podido entrever en las reuniones familiares -miradas de soslayo seguidas de mejillas ruborosas, un temblor sospechoso a la hora de servir la sopa o sostener la cuchara, ya sabes, algo tipo Como agua para chocolate- me la perdí, aunque dudo que la hubiera y me temo que lo que escuché no fuera más que el cotilleo malintencionado de una vieja frustrada y con mucha mala follá.

Por cierto: ¡ha llegado el Kit Bag! Y es mucho mejor de lo que imaginaba, tiene hasta un cambiador de hule con su propio compartimento. A partir de hoy soy una madre organizada.

He encontrado unas fotos de la boda de mis padres en la basílica de Santa María de Elche, capricho de mi madre, por aquello de su devoción a la Virgen de la Asunción (ay, si su pobre abuelo hubiese levantado la cabeza…). Por lo visto le costó muchísimo casarse allí porque ya en aquellos tiempos había una lista de espera interminable, pero como el Mestre de Capella del Misteri era pariente (mi madre vivió toda su vida en Alicante, pero había nacido en Elche, y de allí era toda su familia), la cosa se solucionó, y además los del Coro del Misteri le cantaron en la boda. Se casó tarde para la época, casi a los treinta años. Yo nací cuando ella tenía más de cuarenta, muy mayor para parir según los cánones de entonces. Mi llegada fue un milagro, como la tuya.

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