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– Gracias por haber venido -dijo Verónica.

– Graciela Oribe -dijo la señorita Etelvina.

– Y vos, ¿quién sos? -dijo Bastían.

– Lo comprendo, joven -dijo el doctor Cantilo-, no crea que no lo comprendo.

– El gusto ha sido mío -dijo un señor angelical con cara de mandioca.

– Alta -dijo el señor Ripul.

– Un temperamento, cómo le diré, novelesco -dijo Patricio.

Mariano no dijo nada.

– La guerra -dijo la Austin.

– Es una historia de amor -dijo Lalo. Inés no dijo nada.

– Graciela, te llamabas -dijo Esteban.

La Sirenita abrió la mano.

– Ceca -dijo.

– Canta, chango -dijo Santiago-. Toda la máquina canta.

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