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Doña Juana se hace lista, o Guía para chicos malos de una buena chica

Me educaron para que fuera una buena chica de los años cincuenta, para que creyera que el amor y el matrimonio van juntos como el caballo y el carruaje. La primera vez que me casé fue en 1963, la segunda vez en 1966, la tercera en 1978, la cuarta vez en 1989. Mi vida, pues, ha demostrado ser un microcosmos de amor y sexo para mi generación. Cada vez que quedaba sin pareja, me sentía como Margaret Mead entre los manus o los mundugumor. El emparejamiento ha «cambiado, cambiado por completo», y «ha nacido una terrible belleza».

De todas esas insondables Edades Oscuras, los años ochenta fueron los peores. El problema era que todos los hombres creían que tenían que ser los Amos del Universo y las mujeres creían que eran unas fracasadas a no ser que atrapasen a hombres que pudieran comprarles esmeraldas tan grandes como el Ritz. En algún momento de esa época enloquecida debo de haber decidido realizar una guía que sería el resumen de todo lo que había aprendido de los hombres en mi larga vida amorosa.

El título provisional era La bella y la bestia: Una guía para los chicos malos de una buena chica. Sabía que a las mujeres les gustan las normas. ¿Cómo me di cuenta de esto? Porque a mí me gustaban. Conque las expuse para mí misma:

UNA DOCENA DE TÓPICOS EN LOS QUE CREEN LAS MUJERES

Tópico 1. Si me quiere, me será siempre fiel.

Verdad. Su amor no tiene nada que ver con que sea fiel. Unos hombres son monógamos. La mayoría no lo son. Los sexy habitualmente no lo son. La monogamia dura tres días, tres semanas, tres meses, o en el mejor de los casos tres años, en la mayoría de los hombres. Con frecuencia sólo dura lo suficiente para que quedes embarazada. La naturaleza tiene un motivo para ello. Los hombres están programados para propagar su simiente lo más ampliamente que pueden y las mujeres para dar la vida, tener hijos sanos. A los recién nacidos humanos les lleva mucho tiempo conseguir la autosuficiencia, como quizá hayas notado. Unos hombres mienten mejor que otros, pero la mentira es endémica en la especie. Unos cuantos seres modelos de la masculinidad son fieles. La mayoría de los demás engañan. La cuestión es: ¿se puede soportar? Si el engaño no es descarado e irrespetuoso y una consigue bastante de la relación en otros aspectos (un amigo, un amante, un padre para sus hijos, un socio económico), entonces considérense estas alternativas: puedes aceptar el engaño como si nada, y al mismo tiempo beneficios emocionales y financieros de su culpabilidad. Puedes engañar discretamente por tu cuenta -si (y sólo si) disfrutas haciéndolo (no por despecho). Puedes darte cuenta de que no tiene nada que ver contigo. Lo hace porque es hombre, no por enfrentarse a tu feminidad.

Tópico 2. Necesito un hombre para sentirme completa.

Verdad. Tú no necesitas a un hombre tanto como un hombre te necesita a ti. Las mujeres son un sexo autosuficiente. Los hombres dependen del sexo. Las mujeres reproducen la especie: crean vida en su propio interior (o lo hace la Diosa Madre a través de ellas). Los hombres saben esto y, debido a su insuficiencia, han creado un mundo que dificulta y rebaja todos los logros de las mujeres, desde la propia gloria del parto hasta el trabajo de la mujer en todos los campos creativos y profesionales. Puede que no seas capaz de cambiar el mundo -todavía -, pero no tienes por qué aceptar esta mentira. Eres poderosa, fuerte, autosuficiente. Cuanto más consciente seas de ello, más feliz serás con o sin un hombre.

Tópico 3. Si usas tu energía para apoyar a un hombre, él siempre te apoyará a ti.

Verdad. Desgraciadamente no es verdad. Es maravilloso ayudar a tu hombre, darle tu amor, pero nunca te debes olvidar de ti misma, ni de tus hijos, pues él podría hacerlo. Al ser hombre, da por supuesto que sus necesidades son lo principal. Al ser mujer, también tú das eso por supuesto. No lo hagas. Defiéndete, no con una retórica o unos argumentos feministas, sino con actos. Ten una cuenta corriente y propiedades inmobiliarias a tu nombre, aparta dinero para la educación de tus hijos que él no pueda tocar (o dárselo a la esposa siguiente -más joven- y a la prole de ella), desempeña una profesión propia en la que apoyarte. Por encima de todo, ayúdate a ti misma, y luego ayúdale a él si te apetece hacerlo.

Tópico 4. A los hombres les gusta que les digas la verdad sobre tu relación.

Verdad. Lo aborrecen. Su verdad y tu verdad, en cualquier caso, son diferentes. Su verdad se refiere a sus prioridades (conquista, logros, folleteo). Nuestra verdad se refiere a nuestras prioridades (educación, creatividad, amor). Nuestras prioridades hacen posible la vida. Sus prioridades hacen posible la conquista. Ellos consideran triviales nuestras prioridades, pero no pueden vivir sin ellas. Niegan sus ataduras humanas, y nuestras prioridades les permiten mantener esa negativa. ¿Cómo puedes hablar de esto? Es como si una persona hablara griego y la otra suajili. Parloteo inútil.

No hables de la relación, haz algo. Quiérela o aléjate de ella. Expón con claridad tus necesidades. Consigue un poder legítimo. Habla siempre de cómo te sientes, o de lo que necesitas, y no acuses nunca. Sé amable pero firme. Entérate de lo que quieres y solicítalo. Si él dice no con demasiada frecuencia, entonces considera cuáles son tus opciones. Si eres masoquista, enderézate. Este mundo es demasiado cruel para que hagas peor el tópico siendo cruel contigo misma. Quiérete. Los hombres son monos de imitación. Si te quieres a ti misma, también ellos te querrán.

Tópico 5. Los hombres quieren a las mujeres que nunca se les oponen, que les conceden todos los caprichos.

Verdad. Marabel Morgan y Anita Bryant difundieron esta gran mentira hace década y media y mira adonde les ha llevado. La verdad es que los hombres se sienten inseguros con las mujeres que les consienten todo, que les dan todos los caprichos que quieren y nunca les dicen lo que deben hacer. No quieren que les lleven la contraria, pero quieren que les guíen. Saben que son unos chicos malos y una mujer que les dé todos los caprichos sólo hace que se sientan más culpables. Si quieres que un hombre te quiera, haz que se sienta importante, pero proporciónale también una guía firme aunque cariñosa. Él cuenta contigo para vivir. Sabe que no es el caballero del blanco corcel o el Príncipe Azul; ¿por qué no lo ibas a saber tú?

Tópico 6. Los hombres quieren ser caballeros en blancos corceles y rescatarte.

Verdad. Esto es verdad. Lo que no está en contradicción con el número 5. Quieren que parezca que te rescatan, aunque saben que en realidad los rescatas tú. Deja que tu caballero tenga esa fantasía. Admítela. Riégala. Úsala en el dormitorio para hacer el sexo más intenso. Pero nunca olvides que es una fantasía. Si estás recorriendo el Amazonas y se hunde el barco en aguas infestadas de cocodrilos, le salvarás tú y él se llevará la gloria.

Tópico 7. Los hombres aborrecen a las feministas.

Verdad. La verdad es que aborrecen a las mujeres que hablan de feminismo sin hacer nada más que echarles la culpa a ellos, pero adoran a las mujeres que saben lo fuertes que son, mientras hablan de boca para afuera de lo necesarios que son los hombres. ¿Es esto deshonesto? Sí y no. Es deshonesto si consideras que a los hombres siempre hay que decirles la verdad, lo que es el mayor error que puedes cometer si quieres que follen contigo. Si no te resulta necesario eso -porque eres una célibe feliz o una gay feliz-, entonces no des más conferencias.

Tópico 8. A los hombres les gustan los niños pequeños y todos desean ser unos padres devotos.

Verdad. A unos sí, a otros no. La mayoría -lo mismo que tú- son ambivalentes con respecto a la paternidad, lo que es bastante humano, después de todo. Tú, sin embargo, tienes hormonas que corren por tu cuerpo y te hacen -o a gran parte de ti- ser sentimental con respecto a los niños pequeños de un modo que no lo son la mayoría de los hombres. Durante los años en que tienes menstruación, el cuerpo te recuerda mensualmente tu mortalidad, y tu capacidad para crear; a él no se lo recuerda el cuerpo. Su cuerpo le recuerda que su pene está siempre presente, que es vulnerable, insistente, y que está solo. Llegará a decirte casi cualquier cosa con objeto de parecer invencible, duro, no solitario. Y después eso le hará decir lo que sea para sentirse libre. Mientras tú deseas unirte a otro, a él le asusta. Tu relación primaria fue con un ser humano del mismo sexo, la suya fue con un ser humano del opuesto. De modo que él teme la unión aunque la busque. Tu deseo de unión no es ambivalente. A ti no te da miedo que te trague tu madre; de hecho, esperas convertirte en ella. Añade eso a las diferencias hormonales entre los sexos y tienes a un sexo que desea unirse y al otro sexo que desea tanto unirse como lo teme. Los hombres son apasionados y claustrofóbicos al mismo tiempo, avanzan y se retiran simultáneamente. Ésta es la broma que Dios le gasta a la raza humana. Algunos psicólogos teorizan que si los hombres cuidaran a los recién nacidos, la cosa cambiaría. Nosotras queremos intentarlo, pero la mayoría de los hombres no quieren. Los recién nacidos parecen ponerles nerviosos. Claro que hay esos hombres modelo que escriben artículos en la columna para hombres del New York Times. Ésos no cuentan. ¿Quién sabe lo que hacen después de terminar su columna? Además, no son más un hombre corriente de lo que es una mujer corriente Katharine Hepburn. Si cuentas con un hombre así, hay muchas oportunidades de que no estés leyendo esto. A lo mejor tu hija contará con un hombre así, pero para ti es demasiado tarde. En la generación flagelada, los recién nacidos hacen aumentar la claustrofobia de los hombres; y por eso cuando tú estás más encajada, él está más fuera de lugar. Si comprendes esto y no lo tomas como algo personal, serás mucho más feliz.

Tópico 9. A los hombres les gustan las mujeres lascivas.

Verdad. Para la mayoría de los hombres, la mujer ideal debe ser lasciva de un determinado modo. Del modo determinado que le gusta a él. Y la mujer debe desconectar de modo tan rápido como se termina un espectáculo porno o como él cierra el desplegable central. ¿Te has fijado alguna vez en el modo en que los hombres más lascivos babean ante el desplegable central del Playboy mientras ignoran a la mujer de carne y hueso de su cama? ¿Se trata de una paradoja? No exactamente. El desplegable central (como el espectáculo porno) es más seguro. Se atiene a su ritmo. Una mujer de carne y hueso no. Mejor aún, dos mujeres. Una lasciva e intermitentemente disponible. Otra no-sexual y eternamente disponible (para que le dé de comer). Para la mente masculina, eso es el cielo (es decir, la completa seguridad), lo que nos lleva de vuelta al tópico número 1.

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