Литмир - Электронная Библиотека
A
A

– ¡Salta, marimandona! -me ordenó al tiempo que me ayudaba con el equipo. Me puse las gafas y en el siguiente instante me encontré dándole máxima flotabilidad al chaleco al tiempo que caía al agua.

Nadando sentí una extraña felicidad. Por él, por Luis, por lo que había hecho. Por su dignidad recobrada. No sabía si su acción nos serviría para algo, quizá ya estábamos todos condenados a muerte, pero Gordito había tenido su momento de gloria. Y ese gesto generoso y heroico le redimía. Oriol y yo lo íbamos a pasar mal. Pero ahora seguramente Luis lo pasaría peor. Él era el único de nosotros que aquellos piratas tenían a su alcance para desahogar su frustración.

73
{"b":"87676","o":1}