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– Es tan mona, Chloé -dijo Isis-. No me cabe en la cabeza que esté enferma.

– ¡Ahí va! -resopló Chick-, mirad…

Parte del techo acababa de levantarse y apareció una fila de cabezas. Algunos osados admiradores acababan de deslizarse hasta la vidriera y de efectuar la delicada operación.

Otros tipos les empujaban y los primeros se agarraban como lapas a los bordes de la abertura.

– Les comprendo -dijo Chick-. ¡Esta conferencia es estupenda!…

Partre se había levantado y estaba enseñando al público muestras de vómitos disecados. El más bonito, uno de manzana cruda y vino tinto, obtuvo verdadero éxito. Se empezaba a no entender nada ya, ni siquiera detrás de la cortina donde estaban Isis, Alise y Chick.

– ¿Y cuándo van a venir? -dijo Isis. -Mañana o pasado -respondió Alise.

– ¡Hace tanto tiempo que no los vemos!… -dijo Isis.

– Sí -dijo Alise-, desde la boda…

– Salió tan bien… -añadió Isis.

– Sí -dijo Alise-. Fue la noche que Nicolás te acompañó a casa.

Felizmente, la totalidad del techo se desplomó sobre la sala, lo que evitó a Isis tener que dar detalles. Entre los cascotes formas blancuzcas se agitaban, vacilaban y se desplomaban, asfixiadas por la espesa nube que flotaba por encima de los escombros. Partre había callado y reía de buena gana, dándose palmaditas en los muslos, feliz de ver intervenir a tanta gente en el acontecimiento. Tragó una gran bocanada de polvo y se puso a toser como un loco.

Chick daba vueltas febrilmente a los mandos de su grabador. Éste produjo un gran resplandor verde que se derramó por el suelo y desapareció por una junta del parqué. Siguió una segunda llamarada, después una tercera, y Chick desconectó la corriente justamente en el momento en que una sucia bestezuela llena de patas iba a salir del motor.

– Pero ¿qué hago? -dijo-. Está bloqueado. Es el polvo, que se ha metido en el micrófono.

El pandemónium dentro de la sala llegaba a su paroxismo.

Ahora, Partre bebía agua directamente de la jarra y se disponía a marcharse porque acababa de leer su última página.

Chick se decidió.

– Voy a proponerle que salga por aquí -dijo-. Id por delante, yo os alcanzo.

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