– Entiendo, Keisha -dijo-. Tendrás noticias mías.
Cerró el teléfono, preguntándose qué nuevo infierno podía haber desatado en la tierra y cuándo volvería para morderle. Confiaba en Russell, pero sólo hasta el límite en que podía confiar en cualquier periodista. Se terminó la cerveza y fue a la cocina a por otra. En cuanto la destapó sonó su teléfono.
Era otra vez Keisha Russell.
– Harry, ¿has oído hablar de GO!
Industries?
Había oído hablar. GO! Industries era el título corporativo de una empresa iniciada ochenta años antes como Garland Oil Industries. La compañía tenía un logo en el cual la palabra GO! tenía ruedas y estaba inclinada hacia delante como si fuera un coche que acelera.
– ¿Qué pasa con ella? -respondió.
– Tienen la sede central en los rascacielos ARCO plaza. He contado doce empleados de GO! haciendo contribuciones de mil dólares a O'Shea. ¿Qué te parece?
– Está bien, Keisha. Gracias por volver a llamar.
– ¿O'Shea ha cobrado por cargarle Gesto a Waits? ¿Es eso?
Bosch gruñó al teléfono.
– No, Keisha, no es lo que ocurrió y no es así como lo miro.
Si haces alguna llamada en ese sentido, comprometerás lo que estoy haciendo y te pondrás a ti, a mí y a otros en peligro. Ahora ¿puedes dejarlo hasta que te diga exactamente lo que está pasando y cuándo puedes sacarlo?
Una vez más, Russell vaciló antes de responder, y fue en ese lapso de silencio cuando Bosch empezó a preguntarse si todavía podía confiar en ella. Quizá su paso de la sección policial a la de política había cambiado algo en ella. Quizá, como con la mayoría de los que trabajaban en el ámbito de la política, su sentido de la integridad se había desgastado por la exposición a la profesión más antigua del mundo: la prostitución política.
– Vale, Harry, lo entiendo. Sólo estaba intentando ayudar. Pero tú recuerda lo que he dicho. Quiero tener noticias tuyas. ¡Pronto!
– Las tendrás, Keisha. Buenas noches.
Cerró el teléfono y trató de sacudirse las preocupaciones respecto a la periodista. Pensó en la nueva información que ella le había proporcionado. Entre GO! y la firma legal de Cecil Dobbs, la campaña de O'Shea había recibido al menos veinticinco mil dólares en contribuciones de gente que podía relacionarse directamente con los Garland. Era abierto y legal pero, no obstante, era una fuerte indicación de que Bosch estaba en la pista correcta.
Sintió un tirón de satisfacción en las entrañas. Ahora tenía algo con lo que trabajar. Sólo tenía que encontrar el ángulo adecuado para hacerlo. Fue a la mesa del comedor y miró la variedad de informes policiales y registros extendidos ante él. Cogió la carpeta titulada «Historial Waits» y empezó a leer.
25
Desde el punto de vista de las fuerzas policiales, Raynard Waits era una singularidad como sospechoso de homicidio. Cuando pararon su furgoneta en Echo Park, el Departamento de Policía de Los Angeles capturó a un asesino al que ni siquiera estaban buscando. En efecto, ningún departamento o agencia iba a por Waits. No había archivo sobre él en ningún cajón ni en ordenador alguno. No había perfil del FBI ni informe de antecedentes al que remitirse. Tenían un asesino y tenían que empezar de cero con él.
Esto presentaba un ángulo de investigación completamente nuevo para el detective Freddy Olivas y su compañero Ted Colbert. El caso les llegó con un impulso que simplemente los arrastró. De lo único de lo que se trataba era de avanzar hacia la acusación. Había poco tiempo o inclinación para ir hacia atrás. Waits fue detenido en posesión de bolsas que contenían restos de dos mujeres asesinadas. El caso era pan comido y eso excluía la necesidad de saber exactamente a quién habían detenido y qué le había llevado a estar en esa furgoneta en esa calle en ese momento.
En consecuencia, había poco en el archivo del caso que ayudara a Bosch. El expediente contenía registros del trabajo de investigación relacionado con los intentos de identificar a las víctimas y reunir las pruebas físicas para la inminente acusación.
La información de historial del expediente se limitaba a datos básicos sobre Waits que o bien habían sido proporcionados por el propio sospechoso u obtenidos por Olivas y Colbert durante búsquedas informáticas rutinarias. La conclusión era que sabían poco acerca del hombre al que iban a acusar, pero les bastaba con eso.
Bosch completó la lectura del expediente en veinte minutos. Cuando hubo terminado, una vez más tenía menos de media página de notas en su bloc. Había construido un sucinto cronograma que mostraba las detenciones y admisiones del sospechoso, así como el uso de los nombres Raynard Waits y Robert Saxon.
30-4-92 Daniel Fitzpatrick asesinado, Hollywood.
18-5-92 Raynard Waits, f/n 3-11-71, carné de conducir emitido en Hollywood
1-2-93 Robert Saxon, f/n 3-11-75, detenido por merodear identificado como Raynard Waits, f/n 3-11- 71, a través de huella dactilar
9-9-93 Marie Gesto raptada, Hollywood
11-5-06 Raynard Waits, f/n 11-3-71, detenido 187 Echo Park
Bosch estudió el cronograma. Encontró dos elementos dignos de mención. Waits supuestamente no sacó una licencia de conducir hasta que tenía veinte años y, no importa qué nombre usara, siempre daba el mismo día y mes de nacimiento. Si bien una vez ofreció 1975 como su año de nacimiento en un intento de ser considerado un menor, uniformemente dijo 1971 en otras ocasiones. Bosch sabía que la última era
una práctica frecuentemente utilizada por la gente que cambiaba de identidad: cambiar el nombre pero mantener algunos otros detalles personales para evitar confundirse u olvidar información básica, algo que delata de manera obvia, sobre todo si quien hace las preguntas es policía.
Bosch sabía por la búsqueda en los registros de esa misma semana que no había partida de nacimiento de Raynard Waits o Robert Saxon con la correspondiente fecha del 3-11 en el condado de Los Angeles. La conclusión a la que habían llegado él y Kiz Rider era que ambos nombres eran falsos. Sin embargo, ahora Bosch consideró que quizá la fecha de nacimiento del 3-11-1971 no fuera falsa. Quizá Waits, o quienquiera que fuese, mantenía su fecha de nacimiento real pese a cambiar su nombre.
Bosch ahora empezaba a sentirlo. Como un surfista que espera la ola buena antes de empezar a remar, sentía que su momento estaba llegando. Pensó que lo que estaba contemplando era el nacimiento de una nueva identidad. Dieciocho días después de asesinar a Daniel Fitzpatrick a resguardo de los disturbios, el hombre que lo mató entró en una oficina de Tráfico de Hollywood y solicitó una licencia de conducir. Dio la fecha de nacimiento del 3 de noviembre de 1971 y el nombre de Raynard Waits. Tendría que proporcionar un certificado de nacimiento, pero eso no habría sido difícil de conseguir si conocía a la gente apropiada. No en Hollywood. No en Los Angeles. Conseguir un certificado de nacimiento falso habría sido una tarea fácil y casi exenta de riesgo.
Bosch creía que el homicidio de Fitzpatrick y el cambio de identidad estaban relacionados. Eran causa y efecto. Algo en el crimen hizo que el asesino cambiara de identidad. Esto contradecía la confesión proporcionada por Raynard Waits dos días antes. Había caracterizado el asesinato de Daniel Fitzpatrick como un crimen de impulso, una oportunidad de regalarse una fantasía largo tiempo anhelada. Se había esforzado en mostrar a Fitzpatrick como una víctima elegida al azar, elegida únicamente porque estaba allí.
Pero si realmente era ése el caso y si el asesino no tenía relación previa con la víctima, entonces ¿por qué el asesino iba a actuar casi de inmediato para reinventarse con una nueva identidad? En el plazo de dieciocho días el asesino se procuró un certificado de nacimiento falso y obtuvo un carné de conducir. Raynard Waits había nacido.