– Les quitó las esposas, le dio una patada en el culo a uno de ellos y los dejó ir. Sé que estaban llorando y asustados.
Rachel negó con la cabeza en un gesto de asco.
– ¿Cómo se llama ese tipo?
– Anthony Garland. Su padre es Thomas Rex Garland. Puede que hayas oído hablar de él.
Rachel negó con la cabeza, sin reconocer el nombre.
– Bueno, Anthony puede que no fuera el asesino de Gesto, pero suena a gilipollas integral.
Bosch asintió.
– Lo es. ¿Quieres verlo?
– ¿Qué quieres decir?
– Tengo sus «grandes éxitos» en vídeo. Lo he tenido en una sala de interrogatorios tres veces en trece años. Todas las entrevistas están grabadas.
– ¿Tienes la cinta aquí?
Bosch asintió, sabiendo que ella podría encontrar extraño o desagradable que estudiara cintas de interrogatorios en casa.
– Las tengo copiadas en una cinta. Las traje a casa la última vez que trabajé el caso.
Rachel pareció considerar la respuesta antes de contestar.
– Entonces ponía. Echemos un vistazo a este tipo.
Bosch salió de la cama, se puso los calzoncillos y encendió la lámpara. Fue a la sala de estar y miró en el armario de debajo del televisor. Tenía unas cuantas cintas de escenas del crimen de viejos casos, así como otras varias cintas y DVD. Finalmente localizó una cinta VEIS con la nota «Garland» en la caja y se la llevó de nuevo al dormitorio.
Tenía un televisor con reproductor de vídeo incorporado en la cómoda. Lo encendió, metió la cinta y se sentó en el borde de la cama con el control remoto. Se dejó los calzoncillos puestos ahora que él y Rachel estaban trabajando. Rachel se quedó bajo las sábanas y cuando la cinta estaba empezando a reproducirse estiró una pierna hacia él y repiqueteó con los dedos de los pies en su espalda.
– ¿Esto es lo que haces con todas las chicas que traes aquí? ¿Enseñarles tus técnicas de interrogación?
Bosch la miró por encima del hombro y le respondió casi en serio.
– Rachel, creo que eres la única persona en el mundo con la que podría hacer esto.
Ella sonrió.
– Creo que te pillo, Bosch.
Él volvió a mirar a la pantalla. La cinta se estaba reproduciendo. Le dio al botón de silencio del mando a distancia.
– La primera es del 11 de marzo de 1994. Fue unos seis meses después de que desapareciera Gesto y estábamos buscando algo. No teníamos suficiente para detenerlo, ni mucho menos, pero logré convencerlo para que viniera a comisaría a declarar. No sabía que tenía el anzuelo en él. Pensaba que sólo iba a hablar del apartamento en el que había vivido su ex novia.
En la pantalla se veía una imagen en color con mucho grano de una pequeña sala en la que había dos hombres sentados. Uno era un Harry Bosch de aspecto mucho más joven y el otro era un hombre de veintipocos años con pelo ondulado rubio decolorado por el sol: Anthony Garland. Llevaba una camiseta que ponía «Lakers» en el pecho. Las mangas le quedaban ceñidas a los brazos y la tinta de un tatuaje era visible en el bíceps izquierdo: alambre de púas negro que envolvía los músculos del brazo.
– Vino voluntariamente. Entró como si viniera a un día en la playa. Bueno…
Bosch subió el sonido. En la pantalla, Garland estaba observando la sala con una ligera sonrisa en el rostro.
«Así que es aquí donde pasa, ¿eh?», preguntó.
«¿Dónde pasa qué?», dijo Bosch.
«Ya sabe, donde quiebran a los tipos malos y confiesan todos sus crímenes», sonrió con timidez.
«A veces -dijo Bosch-. Pero hablemos de Marie Gesto. ¿La conocía?»
«No, le dije que no la conocía. Nunca la había visto antes en mi vida.»
«¿Antes de qué?»
«Antes de que me enseñara su foto.»
«Entonces si alguien me dijera que la conocía, estaría mintiendo.»
«Claro que sí. ¿Quién coño le dijo esa gilipollez?»
«Pero conocía el garaje vacío en los High Tower, ¿no?»
«Sí, bueno, mi novia acababa de mudarse y, sí, sabía que el sitio estaba vacío. Eso no significa que metiera el coche ahí. Mire, ya me ha preguntado todo esto en la casa. Pensaba que había algo nuevo. ¿Acaso estoy detenido?»
«No, Anthony, no está detenido. Sólo quería que viniera para poder repasar este material.»
«Ya lo he repasado con usted.»
«Pero eso fue antes de que supiéramos algunas otras cosas sobre usted y sobre ella. Ahora es importante recorrer el mismo camino otra vez. Tomar un registro formal.»
El rostro de Garland pareció contorsionarse de ira momentáneamente. Se inclinó sobre la mesa.
«¿Qué cosas? ¿De qué coño está hablando? No tengo nada que ver con eso. Ya se lo he dicho al menos dos veces. ¿Por qué no está buscando a la persona que lo hizo?»
Bosch esperó a que Garland se calmara un poco antes de responder.
«Porque quizás estoy con la persona que lo hizo.»
«Que le den por culo. No tiene nada contra mí, porque no hay nada que tener. Se lo he dicho desde el principio. ¡Yo no he sido!»
Ahora Bosch se inclinó sobre la mesa. Sus caras estaban a un palmo de distancia.
«Ya sé lo que me dijo, Anthony. Pero eso fue antes de que fuera a Austin y hablara con su novia. Ella me contó algunas cosas sobre usted que, francamente, Anthony, requieren que preste más atención.»
«Que le den. ¡Es una puta!»
«¿Sí? Y entonces, ¿por qué se enfadó con ella cuando le dejó? ¿Por qué tuvo que huir de usted? ¿Por qué no la dejó en paz?»
«Porque a mí nadie me deja. Las dejo yo. ¿Vale?»
Bosch se recostó y asintió con la cabeza.
«Vale. Entonces, con el máximo detalle que pueda recordar, cuénteme lo que hizo el 9 de septiembre del año pasado. Cuénteme adonde fue y a quién vio.»
Utilizando el control remoto, Bosch adelantó la cinta.
– No tenía coartada para el momento en que creíamos que sacaron a Marie del supermercado. Pero podemos saltar adelante, porque esa parte del interrogatorio es interminable.
Rachel estaba ahora sentada en la cama detrás de él, con la sábana ceñida en torno al cuerpo. Bosch la miró por encima del hombro.
– ¿Qué opinas de este tipo hasta ahora?
Ella encogió sus hombros desnudos.
– Parece el típico capullo rico. Pero eso no lo convierte en un asesino.
Bosch asintió.
– Esto de ahora es de dos años después. Los abogados de la firma de su papi me pusieron una orden y sólo podía interrogar al chico si tenía un abogado presente. Así que no hay mucho más aquí, pero hay una cosa que quiero que veas. Su abogado en esto es Dennis Franks, del bufete de Cecil Dobbs, un pez gordo de Century City que se ocupa de las cosas de T. Rex.
– ¿T. Rex?
– El padre. Thomas Rex Garland. Le gusta que lo llamen T. Rex.
– Lo supongo.
Bosch frenó un poco la velocidad de avance para distinguir mejor la acción de la cinta. En pantalla, Garland estaba sentado a una mesa con un hombre justo a su lado. En la imagen en avance rápido, el abogado y su cliente consultaban muchas veces en comunicaciones boca-oreja. Bosch finalmente puso la cinta a velocidad normal y recuperó el audio. Quien hablaba era Franks, el abogado.
«Mi cliente ha cooperado plenamente con usted, pero usted continúa acosándolo en el trabajo y en casa con estas sospechas y preguntas que no están sustentadas ni por un ápice de prueba.»
«Estoy trabajando en esa parte, letrado -dijo Bosch-. Y cuando termine, no habrá ningún abogado en el mundo que pueda ayudarle.»
«¡Váyase al cuerno, Bosch! -dijo Garland-. Será mejor que nunca venga solo a por mí, sí no quiere morder el polvo.»
Franks puso una mano tranquilizadora en el brazo de Garland. Bosch se quedó en silencio unos segundos antes de responder.
«¿Quiere amenazarme ahora, Anthony? ¿Cree que soy como uno de esos adolescentes a los que esposa en los campos de petróleo y les echa crudo por encima? ¿Cree que me voy a ir con el rabo entre las piernas?»
La cara de Garland se oscureció en una mueca. Sus ojos parecían dos canicas negras inmóviles.