Литмир - Электронная Библиотека
A
A

¿Pero qué le podía interesar de esta expedición?

Era también incomprensible el estado nervioso que experimentaba hoy Guianeya. El haber nadado tanto tiempo estaba claro que no tenía otro fin que tranquilizar los nervios alterados.

¿Qué alarmaba a Guianeya?

«Bien — reflexionó Marina —. Supongamos que quiere ir a recibir a la Sexta expedición.

Entre el personal de la expedición no hay nadie que ella conozca. ¿Los resultados de la expedición? Sobre ellos podrá leer o simplemente preguntar. No había necesidad de haber venido aquí para eso. Si ella lee las revistas españolas, entonces deberá saber que las cinco expediciones anteriores regresaron con las manos vacías. No tiene ningún motivo para alarmarse, incluso si realmente perteneciera a aquellos que son los amos de los explorádores. Claro está, que le puede interesar si los han encontrado o no, pero no puede ser una causa decisiva para recibir personalmente a la expedición».

Ayer Guianeya dejó asombrada a Marina cuando le preguntó a bocajarro: ¿vendrá o no su hermano a Poltava? No añadió: «A recibir a la Sexta expedición», pero estaba claro que preguntaba precisamente sobre esto.

Marina le contestó que Víktor vendría.

Guianeya no tuvo ninguna reacción. No dio a entender nada que demostrara cuál era la impresión que le producía esta respuesta. Cualquiera podía haber pensado que no la había oído.

Más de una vez Guianeya pidió a Marina que le presentara a Víktor, pero hasta ahora no había dado ninguna prueba de que ella relacionara la identidad del hermano de Marina con la persona que la había traído de Hermes a la Tierra. ¡Ahora resultaba que esto también lo sabía!

Marina se convenció definitivamente de que Guianeya estaba perfectamente enterada cuando comenzó a dibujar en el álbum el paisaje de Hermes con Víktor en primer plano, sin ocultar esta vez el dibujo.

¿A quién quería ver la muchacha de otro mundo? ¿Al hermano de la amiga o al acompañante en el vuelo? ¿Quería conocer a la persona allegada a Marina o de nuevo entrevistarse con el viejo conocido? Si lo último era cierto, entonces para esto tenía que existir una causa.

¿Era posible que no la emocionara tan fuertemente la llegada de la Sextra expedición lunar como la entrevista con Víktor?

Marina informó inmediatamente de ambas cosas a Stone. Esta noticia la acogieron con gran satisfacción en el consejo científico. La pregunta de Guianeya daba todos los fundamentos para pensar que la muchacha había decidido «descubrir sus cartas», de que en el sharex no se había ido de la lengua, sino que intencionadamente dio a comprender que sabía más de lo que podría saber si no dominara el idioma de la Tierra.

¿Entonces por qué tan tesoneramente no lo daba a conocer? Parecía como si Guianeya, a pesar de todo, temiera algo.

Le recomendaron a Marina que reaccionara como en el primer caso, aparentando no notar nada.

4

Guianeya en Selena estaba pensativa y distraída. Se esforzó por mostrar interés hacia todo lo que le mostraban y de esto se deducía claramente que había perdido el equilibrio espiritual. Hubiera sido más sencillo y natural mantenerse como siempre, conservar su habitual expresión de indiferencia, a la que hace tiempo estaban acostumbrados y nadie prestaba atención.

Estaba claro que Guianeya no dominaba hoy sus nervios.

Siguiendo su línea de conducta marcada, Marina propuso a Guianeya regresar a Poltava precisamente cuando era hora de dirigirse al cohetódromo, para saber si en realidad quería recibir a la Sexta expedición.

Era de esperar que Guianeya, en esta circunstancia, se viera obligada a dar una contestación directa, pero la huésped buscó una respuesta evasiva.

— Usted ha dicho — manifestó ella — que la ciudad forma un anillo alrededor del cohetódromo, y no me lo han mostrado. Ya que estamos aquí vayamos a verlo.

«¡Se ha salido por la tangente! — pensó Marina enojada —. ¡Qué terquedad tan rara!»

Iban por Selena en un vechemóvil. Marina giró el timón y la máquina se dirigió hacia el centro.

Aumentaba la alarma incomprensible de Guianeya. Ardían las mejillas de la muchacha, sus ojos brillaban febriles. Varias preguntas que hizoj Marina quedaron sin respuesta.

Parecía que, sumida en sus pensamientos, Guianeya no oía nada.

Pero cuando entraron en el vestíbulo de la estación del puerto cósmico, Guianeya cambió por! completo. Se reavivó y asedió a preguntas a Marina. Su faz adoptó el matiz habitual y sólo el brillo de los ojos demostraba que la alarma todavía no la había abandonado.

Y de repente (Marina no creyó en lo que había oído) Guianeya preguntó:

– ¿Cuántas personas han participado en la Sexta expedición lunar?

La palabra «expedición», en el idioma de Guianeya, por primera vez resonó en los oídos de Marina. Acertó su significado por el sentido de la frase.

«Qué hacer ahora? — pensó ella —. No era po sible continuar la táctica anterior.

Guianeya por tercera vez y de una forma completamente abierta se quitaba la máscara.

Pasar ahora esto porí alto significa descubrir mi juego. Y no se puede dejar sin respuesta la pregunta. Es necesario aceptar el desafío».

– ¿De dónde usted conoce esta expedición? — preguntó Marina mirando fijamente a su amiga. La memoria entrenada en el estudio de los idiomas le ayudó a repetir exactamente la nueva palabra.

Guianeya no se alteró lo más mínimo.

— Usted misma me ha hablado de esta expedición — respondió imperturbablemente.

Era una mentira a todas luces. Marina recordaba perfectamente que nunca habían tenido una conversación sobre esto.

«¡Vaya! — pensó —. Guianeya no sólo es capaz de fingir sino también de mentir. De esto se desprende que la moral en su mundo no se encuentra a un nivel muy alto.»

— No recuerdo — dijo Marina en voz alta — que alguna vez le haya hablado de la Sexta expedición lunar. ¿Por qué le puede interesar a usted?

Guianeya dio la callada por respuesta y prefirió volver al silencio habitual.

Marina pensaba intensamente cómo actuar en lo sucesivo. Sabía perfectamente que era inútil insistir en que le respondiera. Después de haber callado una vez, Guianeya ya no cambiaba su decisión y seguiría callando en adelante. Lo mejor sería cortar esta conversación. Según todos los indicios, Guianeya estaba dispuesta a dejar definitivamente de fingir que no sabía nada. ¡Bueno, que marchen las cosas por su iniciativa!

– ¿Esperaremos la llegada de la Sexta expedición? — preguntó Marina como si no hubiera sucedido nada.

— Sí — contestó Guianeya.

Con esta corta palabra reconocía que habían venido especialmente a Poltava para recibir a la Sexta expedición. Ella no podía dejar de comprender que el sentido de sus palabras estaba claro para Marina.

Y sin embargo, esto no la asustaba.

«¡Ha llegado la hora! — pensó Marina —. Saberl el idioma y no hablarlo es muy difícil. A lo mejor, Guianeya ansiaba hablar libremente. Desempenar este papel año y medio ya era más que¡suficiente.»

– ¡Hola! — resonó detrás de ellas.

Guianeya se volvió con tanta rapidez que no había la menor duda de que conoció la voz que i había oído hace año y medio. La alegría iluminó su rostro.

– ¡Por fin! — exclamó con plena franqueza, siendo la primera en tender la mano a Murátov, como lo hizo cuando se despidió, lo que nunca, ni con nadie, había hecho —.

¿Por qué ha estado tanto tiempo sin venir? Se lo he pedido a Marina.

¡Por cuarta vez!

Como si recompensara a la gente de la Tierra por su largo silencio, Guianeya, en unos cuantos días, «se descubría» con una rapidez vertiginosa.

Murátov comprendió lo que había dicho.

— No he tenido tiempo — contestó recordando con dificultad las palabras —. El verla a usted es para mí una gran alegría.

36
{"b":"114909","o":1}