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En una de las mesas de poker había explotado algún tipo de refriega. Alguien rompió una botella de cerveza, y alguien gritó «¡Vete a joder a tu madre!».

De pronto, todos se quedaron quietos. Los dos policías se levantaron. El viejo Xia, con cara de palo, se fue hacia ellos con los puños cerrados. Daba la impresión de que podía llegar a ser cruel cuando se enfadaba.

Mei cogió su bolso de debajo de la mesa y dijo que iba al cuarto de baño. Al parecer nadie la oyó, o a nadie le importó. Salió por la cocina. Las dos cocineras habían desaparecido.

Encontró a la chica de mirada torcida en el salón delantero. Las luces parecían haberse atenuado. Los mismos grupos de borrachos revoloteaban alrededor de las mismas mesas y las mismas chicas, sus canciones ya distorsionadas por el alcohol.

La chica del té estaba sentada en una silla mordiéndose las uñas y mirando al vacío.

– Hay una pelea ahí dentro -dijo Mei, apoyándose en el mostrador.

La chica del té la miró de soslayo y no dijo nada.

– ¿Llevas mucho tiempo trabajando aquí?

– Dos años -dijo de mala gana la chica.

– ¿No prefieres alternar con los clientes?

La chica le lanzó una mirada feroz.

– ¿Y a usted qué le importa?

– Nada. Sólo pensaba que se debe ganar más dinero.

– A mí no me permiten beber con los clientes. ¿No ve la cara de mala suerte que tengo? De todas formas ese dinero no me interesa: no es limpio.

– ¿Y qué pasa con Lili? ¿A ella sí le interesa el dinero? -Mei se sentó en una silla libre cerca de la chica.

– Ah, sí -respondió ésta. Una sombra oscura se deslizó casi imperceptiblemente por su rostro-. A ella le encanta.

– ¿Y por eso se fue con Zhang Hong?

La chica del té paró de trajinarse las uñas.

– ¿Es usted policía?

– No -dijo Mei.

La chica alzó la vista. Parecía estar preguntándose si debía creer a Mei. Estiró la barbilla hacia delante con aire ausente.

Lentamente, Mei sacó y contó tres billetes de cien yuanes y los plegó en un rollo. Observó cómo miraba la chica sus manos.

– ¿Dónde puedo encontrarla?

La chica del té cogió el dinero.

– Lili vive con sus padres. Hutong Wutan, número 6, al lado de la calle del Salón de Exposiciones. Ella lo odia, siempre está intentando ganar dinero suficiente para largarse de allí.

Mei anotó la dirección en su libreta. Le dio las gracias a la chica del té y se levantó para irse.

– Señorita -Mei se volvió y vio a la chica de pie, apoyada en el mostrador, sujetando el dinero con la mano dentro del bolsillo del pantalón-. Lili volverá, ya lo verá -dijo-. Siempre vuelve.

Mei esperó, pero la chica del té no dijo nada más. En lugar de eso se dio la vuelta y se puso a mirar otra vez al vacío.

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