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– No. ¿Por qué?

– El tío Chen pareció dar a entender que fueron compañeros de trabajo.

– Imposible -dijo Lu con firmeza-. Lo habrían mencionado si así fuera.

Mei asintió. Lu tenía razón. El tío Chen tenía que haberse equivocado. Pero durante todo el camino a casa estuvo inquieta. La imagen del elegante desconocido le volvía una y otra vez, proyectando una sombra oscura sobre sus pensamientos.

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