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Capítulo 33

El viernes me marché de Charlotte al amanecer y conduje hacia el oeste a través de un espeso manto de niebla. El fluctuante vapor se hizo más ligero a medida que ascendía hacia la carretera Divisoria Continental Oriental y acabó por disiparse en las afueras de Asheville.

Al abandonar la Autopista 74 en Bryson City, enfilé por Veteran's Boulevard hasta pasar el atajo que llevaba al Fryemont Inn, giré a la derecha en Main y aparqué frente al viejo edificio del tribunal, convertido ahora en un asilo de jubilados. Permanecí sentada unos minutos en el coche contemplando la luz del sol que iluminaba la pequeña cúpula dorada y pensé en aquellos ancianos cuyos huesos había desenterrado.

Imaginé a un hombre alto y delgado, ciego y casi sordo; a una anciana frágil con el rostro torcido. Les imaginé paseando por estas mismas calles durante todos aquellos lejanos años. Quería rodearlos con mis brazos, decirles a cada uno de ellos que las cosas se estaban arreglando.

Y pensé en todas aquellas personas que habían muerto en el vuelo 228 de TransSouth Air. Habían tantas historias que apenas si habían comenzado. Graduaciones a las que no asistirían. Cumpleaños que no se celebrarían. Viajes que no se harían. Vidas cortadas de raíz debido a un viaje mortal.

Me tomé el tiempo necesario para ir andando hasta el cuartel de bomberos. Había pasado un mes en Bryson City y había llegado a conocer bien el pueblo. Ahora me marchaba, mi trabajo había terminado, pero aún quedaban algunas preguntas.

Cuando llegué, McMahon estaba guardando las cosas de su despacho en varias cajas de cartón.

– ¿Levantando el campamento? -pregunté desde la puerta.

– Vaya hombre, has vuelto al pueblo. -Quitó las cosas que había en una silla y me hizo un gesto para que me sentara- ¿Cómo te encuentras?

– Magullada y arañada pero totalmente en forma.

Asombrosamente no había recibido ninguna herida grave durante mi galopada con Ralph Stover en el bosque. Una ligera contusión me había retenido un par de días en el hospital, luego Ryan me había llevado a Charlotte en su coche. Cuando se aseguró de que me encontraba bien, cogió un avión de regreso a Montreal y yo había pasado el resto de la semana en el sofá con Birdie.

– ¿Café?

– No, gracias.

– ¿Te importa si continúo con mi trabajo?

– Por favor.

– ¿Alguien te ha deleitado con toda la extraña historia?

– Aún quedan algunas lagunas. Comienza desde el principio.

– H amp;F era una especie de híbrido entre Mensa, una especie de asociación de superdotados, y el Club de los Chicos Millonarios. No comenzó de ese modo, originariamente era sólo un puñado de hombres de negocios, médicos y profesores que venían a cazar y pescar a las montañas.

– En los años treinta.

– Exacto. Establecían su campamento en las tierras de Edward Arthur, cazaban durante el día, bebían y se divertían toda la noche. Se elogiaban mutuamente su extraordinaria inteligencia. El grupo llegó a formar una estrecha relación con el paso de los años hasta que, finalmente, formaron una sociedad secreta a la que llamaron H amp;E

– Y el padre fundador fue Prentice Dashwood.

– Dashwood fue el primer prior, sea lo que sea lo que eso signifique.

– H amp;F significa Hell Fire -dije-. Los clubes Hell Fire florecieron en Irlanda e Inglaterra en el siglo dieciocho, el más famoso de ellos era el creado por sir Francis Dashwood. Prentice Dashwood, de Albany, Nueva York, era uno de los descendientes de sir Francis. Su madre fue una anónima dama del Hell Fire. -Me había dedicado a la lectura durante el tiempo que pasé en el sofá-. Sir Francis tuvo cuatro hijos llamados Francis.

– Suena a George Foreman.

– El hombre estaba orgulloso de su nombre.

– O era el progenitor menos creativo de la historia.

– En cualquier caso, los clubes Hell Fire mantenían un saludable escepticismo ante la religión y les encantaba ridiculizar a la Iglesia. Se llamaban a sí mismos Caballeros de Saint Francis, «oficios» a sus bacanales y «prior» a su director.

– ¿Quiénes eran esos cabrones?

– Los ricos y poderosos de la vieja y graciosa Inglaterra. ¿Has oído hablar alguna vez del Bohemian Club?

McMahon sacudió la cabeza.

– Es un club muy selecto, exclusivamente masculino, cuyos miembros han incluido a todos los presidentes republicanos desde Calvin Coolidge. Todos los años se reúnen durante dos semanas en un lugar apartado en el condado de Sonoma, California, llamado Bohemian Grove.

McMahon dejó un momento lo que estaba haciendo, una carpeta en cada mano.

– Eso me suena. Los pocos periodistas que han conseguido llegar a ese lugar en todos estos años han sido despedidos y sus historias arrojadas a la papelera.

– Así es.

– ¿No estarás sugiriendo que nuestros peces gordos industriales y políticos planean asesinatos en esas reuniones?

– Por supuesto que no. Pero el concepto es el mismo: hombres poderosos que se reúnen en un sitio aislado. Se ha dicho incluso que los miembros del Bohemian Club celebran rituales druidas simulados.

McMahon cerró la caja con un precinto, la apoyó en el suelo y colocó otra sobre el escritorio.

– Hemos cogido a todos los miembros de H amp;F salvo a uno de ellos, y estamos armando la historia trozo a trozo, pero es un proceso lento. No es necesario que te diga que ninguno se muestra entusiasmado por hablar con nosotros, y todos tienen buenos abogados. Cada uno de los seis miembros de H amp;F será acusado de numerosos homicidios, pero no está claro cuál es la culpabilidad del resto de la banda. Midkiff afirma que sólo los jefes participaron en los asesinatos y actos de canibalismo.

– ¿Midkiff ha recibido inmunidad en este caso? -pregunté.

McMahon asintió.

– La mayor parte de nuestra información procede de él.

– ¿Fue él quien envió el fax con los nombres en clave?

– Sí. Midkiff ha reconstruido todo lo que era capaz de recordar. Sostiene que abandonó el grupo a principios de los setenta y jura que jamás participó en ningún asesinato. No sabía nada de Stover. Dice que la semana pasada llegó a un punto en el que ya no podía vivir consigo mismo.

McMahon comenzó a trasladar documentos de un archivador a la caja.

– Y tenía miedo de ti.

– ¿De mí?

– De ti, cariño.

Me llevó un momento asimilar esa noticia.

– ¿Dónde está ahora?

– El juez no consideró que hubiese peligro de que huyera o de que su vida corriese ningún riesgo, de modo que le dejó marchar. Sigue viviendo en una cabaña alquilada en Cherokee.

– ¿Por qué llamó Parker Davenport a Midkiff antes de pegarse un tiro?

– Para advertirle de que el asunto estaba a punto de destaparse. Por lo visto ambos conservaron su amistad después de que Midkiff abandonara H amp;F. El vicegobernador fue el responsable de que a Midkiff no le molestase nadie durante todos estos años. Davenport se las arregló para convencer a los miembros del club de que Midkiff no suponía ninguna amenaza para ellos; a cambio, Midkiff mantuvo la boca cerrada.

– Hasta ahora.

– Hasta ahora.

– ¿Qué es lo que ha explicado?

– H amp;F siempre contaba con dieciocho miembros. De ellos seis chicos afortunados formaban el círculo interno. Muy exclusivo. Sólo cuando un miembro de ese círculo interno moría, se procedía a elegir a un sustituto del grupo en general. El banquete de iniciación era traje de etiqueta, capucha roja, postre a cargo del recluta.

– Carne humana.

– Sí. ¿Recuerdas a esos Hamatsa de los que me hablaste?

Asentí, demasiado asqueada para contestar.

– El mismo sistema. Solamente que nuestros caballeros caníbales se limitaban a compartir la carne de un muslo de cada víctima. Era como un pacto de hermandad de sangre. Aunque todo el club se reunía de forma regular en la casa de Arthur, Midkiff jura que sólo los miembros del círculo interno sabían lo que realmente ocurría en esas ceremonias de iniciación.

Pensé en las palabras que me había dicho Ralph Stover. «Encontré mi ofrenda».

– Tucker Adams fue asesinado en 1943 cuando murió Henry Arlen Preston, que era miembro del círculo interno, y Anthony Alien Birkby se unió a la élite. Cuando Sheldon Brodie murió ahogado en 1949, Martin Patrick Veckhoff fue el elegido para integrarse al círculo interno y Edna Farrell fue su víctima. Anthony Alien Birkby murió en un accidente de circulación diez años más tarde, su hijo recibió la aprobación para formar parte del círculo interno, y Charlie Wayne Tramper acabó en la mesa de la Comunión.

– ¿A Tramper no lo había matado un oso?

– El joven Birkby tal vez hizo algo de trampa. Por cierto, en el funeral de Tramper fue donde Parker Davenport conoció a Simon Midkiff. Y Midkiff conoció a Tramper cuando estaba investigando a los cherokee.

– ¿Sabía Midkiff lo que le había ocurrido a Tramper?

– Afirma que no tenía la más remota idea.

– ¿Cómo fue captado Midkiff por H amp;F?

– En 1955 el joven profesor acababa de llegar de Inglaterra y le habían dicho que buscara a Prentice Dashwood, un viejo amigo de la familia. Dashwood fue quien reclutó a Midkiff para las filas de H amp;F.

– Nunca consiguió entrar en el círculo interno.

– No.

– Pero Davenport sí lo hizo.

– Después del funeral de Tramper, Midkiff presentó gradualmente a Davenport a los hermanos. La idea de una élite intelectual atrajo a Davenport, quien acabó por unirse al club.

– ¿Aunque era del condado de Swain, Davenport nunca se había enterado de la existencia de esa casa en el bosque?

– No hasta que se unió a la hermandad. Aparentemente nadie sabía de su existencia. Estos tíos eran increíbles para mantenerse ocultos. Entraban y salían del bosque después de que hubiese anochecido. Con el correr de los años, todos olvidaron que la casa se encontraba en ese lugar.

– Todos excepto el viejo Edward Arthur y el padre del reverendo Luke Bowman.

– Exacto.

McMahon revolvió el contenido de un cajón como si no estuviese seguro de si debía llevarse esas cosas o eliminarlas.

– Y el club jamás dejaba nada escrito.

– Muy poco.

Vació el cajón en la caja, volvió a encajarlo en el escritorio y abrió otro.

– ¿De dónde salió toda esta basura? -Se irguió y me miró-. Continuando con la cronología, John Morgan murió en 1972, Mary Louise Rafferty fue asesinada, y F. L. Warren ascendió un puesto. Para entonces, Midkiff ya estaba bastante desencantado con toda esa historia. Abandonó el club poco tiempo después.

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