P rendiste mi corazón, hermana, esposa, prendiste mi corazón en una de tus miradas, en una de las perlas de tu collar, y sí, todo eso estará muy bien, Mario, que no lo discuto pero dime una cosa, anda, por favor, ¿por qué no me leíste nunca tus versos ni me dijiste tan siquiera que los hacías? De no ser por Elviro, yo en la inopia, fíjate, pero es que ni idea, y luego resulta que hacías versos y Elviro me dijo que una vez dedicaste uno a mis ojos, ¡qué ilusión! Me lo dijo Elviro, ya ves, un día, sin venir a cuento, me dijo: "¿te lee Mario sus versos"?, y yo en la luna, "¿qué versos?", y él, entonces, me dijo, me lo dijo, te lo juro, "conociéndote no me choca que haya dedicado uno a tus ojos", que yo me puse colorada y todo, pero por la noche, cuando te los pedí, tú que nones, "debilidades, son blandos y sentimentales", que no sé a qué ton tenéis ahora tanta ojeriza a los sentimientos, hijo, que me sentó como un tiro tu desconfianza, para que lo sepas, y por más que insistí, que esos versos no eran para los demás, mira tú que salida, como si se pudiera escribir para nadie. Tienes muchas cabezonadas de ésas, cariño, que es lo que yo digo, si las palabras no se las dices a alguien no son nada, botarate, como ruidos, a ver, o como garabatos, tú dirás. ¡Benditas palabras, la guerra que te han dado a ti las palabras, que no es decir de hoy, desde que te conozco¡ No lo creerás, Mario, que bien calladito me lo tenía, pero si yo entraba a veces donde la tertulia, que menuda humareda, hijo, era por oír lo que decíais, que a mí no me la dais, que podéis decir misa, pero a mí no hay quien me saque de la cabeza que hablabais de mujeres y cada vez que yo aparecía cambiabais de conversación, que los hombres sois así, todos iguales. Y no sé si sería casualidad o la contraseña, adivina, pero tú, cada vez que asomaba la nariz, ya se sabe, del dinero, que si era astuto o si era egoísta, y si no era del dinero, de las palabras, fijo, y mal, por supuesto, cosas raras, que si a los hombres Dios no les hizo malos pero las palabras les confundían, que yo no saltaba de milagro, que ahí tienes al hijo de la señora Felipa, sordomudo de nacimiento, y todavía "que ¿qué?", pues ya ves, con un hacha a su hermano, ¿te parece poco?, y tú "deja en paz esas cosas", que siempre me ha dolido tu pobre concepto de mí, Mario, como si yo fuera una ignorante o cosa parecida. Pero todo te lo perdono menos que no me leyeras tus versos, que aquí, para ínter nos, te diré que a veces pienso que los escribías para Encarna y pierdo la cabeza, lo reconozco, porque una palabra que no se dice a nadie es como salir a la calle dando voces al buen tuntún, a ver, a lo loco, y tú entonces estabas bien, que lo otro fue mucho más tarde y no es que yo diga que lo otro fuese nada importante, que va, ni muchísimo menos, una pataleta de niño consentido, porque tu me dirás, si no te dolía nada, ni tenías fiebre, ¿qué clase de enfermedad era ésa? Te digo mi verdad, si de algo me arrepiento, es de haber estado veintitrés años pendiente de ti, como una mártir, que si yo hubiese sido más dura, otro gallo me cantara. Ya lo decía Transi, "¿que es lo que ves en ese sietemesino?", y ¿sabes lo que veía, Mario, quieres saberlo?, pues un chico muy flaco, como hambriento de cariño, ya ves tú, con los ojos tristes y los tacones roídos, que destrozas el calzado, hijo, que contigo no hay zapato que resista y, luego, a cada vuelta, unas miradas que partías el corazón ¿eh?, y todavía más pena cuando el bárbaro dé Armando se ponía los dedos en las sienes y mugía si íbamos con Paco Álvarez o con cualquier otro. Y Transi, "no me digas, hija, si parece un espantapájaros", que tú venga de mirar como un pobrecillo, que tienes unos ojos que engañan, Mario, te lo prometo, y yo con diecisiete años, tú me dirás, dos menos que Menchu, lo que se dice una niña, que a esa edad, ya se sabe, lo que más puede enorgullecer a una mujer es sentirse imprescindible, que recuerdo que yo me decía, "ese chico me necesita, podría matarse, si no", una tontería, desde luego, romanticismos. Luego sí, lo reconozco, me colé de medio a medio, como una tonta, que para sabido, que tú con tu cátedra y tus amigos tenías bastante, porque ¿para qué me necesitabas a mí, vamos a ver? Para lo que hacíamos cada semana, no, desde luego, para eso cualquiera, inclusive mejor otra que yo; que yo, de sobras lo sabes, los días malos, impasible y los buenos, para ínter nos, eras como un monstruo, que hay que ver cómo os ponéis, hala a lo bruto, las cosas que decís, eso si no estabas pensando en otra, una obsesión, Mario, no lo puedo remediar. Porque en la tertulia hablabais de otras, Mario, no me lo niegues, que bien que le oí al Aróstegui ese, y parece un muchacho educado, ya ves, que "la libertad era como una puta en manos del dinero", mira qué palabritas, y ni disculparse cuando me vio, por supuesto, claro que qué se le va a pedir, hechuras de D. Nicolás, eso, que se creen que por ser jóvenes ya tienen derecho a todo, avasallando, y tú que "un joven rebelde", rebelde ¿de qué?, porque a ver de qué se van a quejar, tú dirás, se les ha dado todo hecho, viven en orden y en paz, cada día más regalados, que todo el mundo lo dice, y tú chitón, o en clave, para no perder la costumbre, "quieren voz" o "quieren responsabilidades" o "probarse; saber si saben convivir", frases, porque ¿puedes decirme, cariño, qué es lo que quieres decir con eso? Querer no sé lo que querrán, lo que sí te puedo decir es que deberían tener más respeto y un poquito más de consideración, que hasta el mismo Mario, tú lo estás viendo, y de sobras sé que es muy joven, pero una vez que se tuerce, ¿puedes decirme quién le endereza? Los malos ejemplos, cariño, que no me canso de repetírtelo, y no es que vaya a decir ahora que Mario sea un caso perdido, ni mucho menos, que a su manera es cariñoso, pero no me digas cómo se pone cada vez que habla, si se le salen los ojos de las órbitas, con las "patrioterías" y los "fariseísmos", que el día que le oí defender el Estado laico casi me desmayo, Mario, palabra, que hasta ahí podíamos llegar. Desde luego, la Universidad no les prueba a estos chicos, desengáñate, les meten muchas ideas raras allí, por mucho que digáis, que mamá, que en paz descanse, ponía el dedo en la llaga, "la instrucción, en el Colegio; la educación, en casa", que a mamá, no es porque yo lo diga, no se le iba una. Pero tú les das demasiadas alas a los niños, Mario, y con los niños hay que ser inflexibles, que aunque de momento les duela, a la larga lo agradecen. Mira Mario, veintidós años y todo el día de Dios leyendo o pensando, y leer y pensar es malo, cariño, convéncete, y sus amigos ídem de lienzo, que me dan miedo, la verdad. No nos engañemos, Mario, pero la mayor parte de los chicos son hoy medio rojos, que yo no sé lo que les pasa, tienen la cabeza loca, llena de ideas estrambóticas sobre la libertad y el diálogo y esas cosas de que hablan ellos. ¡Dios mío, hace unos años, acuérdate! Ahora no le hables a un muchacho de la guerra, Mario, y ya sé que la guerra es horrible, cariño, pero al fin y al cabo es oficio de valientes, que de los españoles dirán que hemos sido guerreros, pero no nos ha ido tan mal me parece a mí, que no hay país en el mundo que nos llegue a los talones, ya le oyes a papá, "máquinas, no; pero valores espirituales y decencia para exportar". Y tocante a valores religiosos, tres cuartos de lo mismo, Mario, que somos los más católicos del mundo y los más buenos, que hasta el Papa lo dijo, mira en otros lados, divorcios y adulterios, que no conocen la vergüenza ni por el forro. Aquí, gracias a Dios, de eso, fuera de cuatro pelanduscas, nada, tú lo sabes, mírame a mí, es que ni se me pasa por la imaginación, ¿eh?, no hace falta que te lo diga, porque ocasiones, ya ves Elíseo San Juan, qué persecución la de este hombre, "qué buena estás, qué buena estás, cada día estás más buena", es una cosa mala, pero él lo dice por decir, a ver, de sobras sabe que pierde el tiempo, a buena parte va, ¡menuda! Y Elíseo no está nada mal, mira Valen, "como animal no tiene desperdicio", que es un tipazo, ya ves qué cosas, pero yo ni caso, como si no fuese conmigo, ni por Elíseo ni por San Elíseo, te lo juro. Los principios son los principios y Valen, por mucho que diga, más honesta que nadie, hablar por hablar, ya ves la otra noche tú, en su fiesta, no la dejaste ni a sol ni a sombra, que a saber dónde os fuisteis cuando salisteis del salón. No deberías beber así, cariño, que bebiste de más, y no sería porque no te lo advirtiese, "déjalo ya, déjalo ya", pero estabas imposible, y Valentina "ji, ji, ji", "ja, ja, ja", que es un cielo, Valen, cómo se adapta, y que te dejase, que estabas muy divertido, ¡ya!, pero cuando empezaste a disparar botellas de champán, desde el balcón, contra las farolas, te hubiese matado, fíjate, que no son formas, que yo cualquier cosa antes que perder los modales, es cuestión de educación, en casa me lo grabaron a fuego y ya ves. Pero el propio Antonio andaba desazonado, se lo dijo a Vicente, que ni se dio cuenta de que estaba yo, "me parece que Mario se está propasando", ya lo oyes, y ya sé que Antonio no es santo de tu devoción, por lo del expediente, a ver, no digas que no, eso está claro, pero di tú qué podía hacer él, que es un chico bien bueno, digas lo que digas, de derechas de toda la vida, mamá siempre lo decía, que mamá, no es porque yo lo diga, tenía unos puntos de vista muy originales y muy modernos, no sé cómo explicarte, por ejemplo, yo la decía "ese chico me necesita", por ti, lógico, y ella, "nena, no confundas el amor con la compasión", figúrate la pobre, después de lo de Julia con Galli, cualquier cosa, que, bien pensado, lo de Julia fue una campanada de las gordas, sólo de recordarlo me muero de vergüenza, ya ves. Claro que tú, en seguida, con tu comprensión, que no sé por qué tanta con unos y tan poca con otros, mira Antonio y Oyarzun, y todavía Antonio, pase, pero con Higinio, tú dirás, un muchacho que en la guerra se portó estupendamente, abierto y simpático, como no hay dos, bueno, pues "un tiralevitas y un correveidile", que en eso os entretendréis en la tertulia, que no tendréis mejor cosa que hacer, como yo digo, que a los hombres lo que os molesta es que llegue uno de fuera y os coma la partida, que en definitiva es eso, un hombre que llega con lo puesto y a los cuatro días, un Dos Caballos, seamos sinceros, que eso es lo que no le perdonáis, porque te pones a ver y Oyarzun trabaja como un burro, que si no tiene cinco cargos tiene seis y por lo menos tres de responsabilidad. ¿Qué importancia tiene que llegara aquí sin dos reales? Higinio vale, y si, de entrada, le cayó en gracia a Fito, miel sobre hojuelas, que en la mano lo tuviste tú, tonto del higo, no lo olvides, y por testarudez lo echaste todo a rodar, que él bien que te tendió un cable y tú, haciéndote el loco, como si nada, ni más ni menos, que, por si fuera poco, luego te enconaste con él y acabaste de arreglarlo, que si tú, entonces, te pones a buenas y le llevas con un poquito de mano izquierda, nada más que eso, sabe Dios dónde hubieras podido llegar. Pero ¿por qué ponerte gallito? ¿No era un favor, en definitiva, lo que Fito quería hacerte? Pues tú, no señor, "conmigo no se juega", "yo no apuesto donde no puedo ganar", frases, que como testarudo no tienes precio, hijo, que nunca te diste arte para ganar amigos, reconócelo, y luego que estás solo, a ver qué quieres, los cuatro indocumentados de la tertulia y para de contar. Y los amigos, ya lo decía la pobre mamá, que en paz descanse, pueden valer más que una carrera, y tiene más razón que un santo, Mario, a las pruebas me remito, tú me dirás.