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VII

H an sido echados al fuego y devorados por las llamas los zapatos jactanciosos del guerrero y el manto manchado de sangre. Porque nos ha nacido un hijo que tiene sobre su hombro la soberanía y que se llamará Príncipe de la Paz y, no sé si diré una barbaridad, porque con vosotros, hijos, nunca se sabe, pero yo lo pasé divinamente en la guerra, por qué voy a decir otra cosa, con las manifestaciones y los chicos y todo manga por hombro, ni me daban miedo las sirenas ni nada, que otras, no veas, como locas en los refugios en cuanto empezaban a sonar, que yo la gozaba. Recuerdo que mamá nos hacía ponernos medias y peinarnos a Julia y a mí para bajar al sótano de doña Casilda, imagina, que a veces nos cogían los bombazos y las ametralladoras en plena escalera y era una risa, los tropezones. Luego, en el refugio, era divertidísimo, figúrate lo que es todos los vecinos reunidos, que había una tal Espe, la del sotabanco, viuda de un ferroviario, que era una rojaza de espanto, con decirte que los primeros días la pelaron al cero, que todo se la volvía decir "esto es el fin" y se santiguaba, date cuenta, pero con los ojos en blanco, que recuerdo que papá la decía con mucha sorna: "¿De qué se asusta, Esperanza? Son los suyos que la traen recuerdos". Tendrías que haberla visto, Mario, ¡qué juerga!, con un pañolón negro horrible por la cabeza, retorciéndose de miedo, "¡ay, calle usted, por Dios, don Ramón, es una cosa horrible esta guerra!", que papá, con segundas, lógico, "mucho se acuerda usted de Dios esta temporada, Esperanza", figúrate, en tiempos normales ni a misa, que va, socialista, pero de las más significadas, que papá, con lo que es, venga a hablarle de las guerras defensivas, todo un tratado, que la pobre Espe, al final, "ay, don Ramón, si usted que tiene tantos conocimientos lo dice, será así". Y a todo esto, los niños de Teresita Abril, que entonces eran unos mocosos y hoy, figúrate, unos hombrones, todos casados, ¡cómo pasa el tiempo!, Miguel, el más chico, siete hijos, que hay que ver, parece mentira, entonces, tú los verías, armando un barullo infernal entre las botellas y los envases, que el bueno de Timoteo Setién, el marido de doña Casilda, todo se le volvía ir y venir, con el delantalón gris y las manos en la cabeza, "cuidado, mucho cuidado, hay materias inflamables aquí", y ¡qué va!, para que parasen quietos, ya te puedes figurar, jabón, chocolate, castañas pilongas y para de contar. Pero el bueno de Timoteo era de los del puño en rostro, madre mía qué hombre tan tacaño, que recuerdo que cada vez que mamá pagaba la cuenta, que era un renglón, y Julia y yo éramos aún niñas, doña Casilda nos daba un caramelo a escondidas, "guárdalo, que no lo vea él", verdadero terror, que a mí no hay cosa que más me repela que un hombre roñoso, me espantan, te lo prometo, que cuando Transi me dijo lo de tu padre, lo de prestamista y así, me eché a temblar, Mario, como te lo digo. Y, después, la verdad sea dicha, apenas se le notaba, no sé si por lo de Elviro y José María, pero de dinero, nada, sólo aquello de que él tuvo la culpa, que fue él quien no le dejó ir a la oficina, que era una locura salir a la calle aquel día, obsesionado, una tontería, ya ves, que tu hermano estaba fichado desde mucho antes, Mario, reconócelo. Oyarzun, que está enterado de todo, yo no sé de dónde saca el tiempo, me ha dicho que lo de la oficina era lo de menos, que había testigos que vieron a José María en el mitin de Azaña en la Plaza de Toros y en abril del 31 dar vivas a la República, agitando la bandera tricolor como un loco, Mario, que eso es todavía peor. Las cosas de la vida, como yo digo, que en casa el 14 de abril, como un funeral, que a papá sólo le faltó llorar y todavía no estoy muy segura de que no lo hiciera, todo el día de acá para allá, de la butaca al despacho, del despacho a la butaca, como alelado. El pobre papá se echó diez años encima ese día, que para él, el rey era el no va más, más que cualquiera de nosotros, fíjate, más que toda la familia junta, que es veneración lo de papá por la monarquía, un culto. Y en cuanto se confirmó lo de la República, se levantó, muy pálido, muy solemne, no sé cómo explicarte, se fue al cuarto de baño y volvió con una corbata negra: "No me quitaré esta corbata mientras el rey no vuelva a Madrid", dijo, seq Figure \* Arabic \r0 \h0que todas calladas como si se hubiera muerto alguien. Luego tú, qué gracia, te creías, que lo de la corbata era por mamá que en paz descanse, que va, Mario, por el rey, que a mí me emocionan los hombres fieles a una idea limpia, porque la Monarquía es bonita, Mario, por más que digas, que no es que yo sea tan apasionada como papá, pero date cuenta, un rey en un palacio y una reina guapa y unos príncipes rubios y las carrozas, y la etiqueta y el protocolo y todo eso. Tú decías que monarquía y república, por sí mismas, no significaban gran cosa, que lo importante es lo que hubiera debajo, que a saber qué quieres decir, pero lo que desde luego te anticipo, es que no se pueden comparar. Una Monarquía es otra cosa, la República, qué sé yo, es como más ordinaria, no lo niegues, que yo recuerdo cuando se implantó, desarrapados y borrachos por todas partes, un asquito, hijo, que yo cada día comprendo más a papá, te lo aseguro, Mario, su ceguera por el rey. Lo que me parece absurdo es que regañara con el tío Eduardo, tan monárquico también, pero bueno, regañar como dos furias, no te creas, que una vez le dio una lipotimia a papá y todo y tuvimos que llamar al médico a toda prisa, que cuando volvió en sí, a voces, "¡por supuesto si viene el rey de Eduardo no me quitaré la corbata!", que no son modales me parece a mí, ya ves tú, dos reyes, como si también los reyes pudieran ser mellizos o trillizos, que no me lo explico. Y la otra tarde, Higinio Oyarzun, en la fiesta de Valentina, me descubrió un mundo, te lo aseguro, que no había acabado de contárselo y ya estaba con que papá podía quitarse la corbata negra puesto que España era de hecho una Monarquía, fíjate qué cosa tan rara y yo en la luna, palabra, que con tanto chico, ni tiempo de leer el periódico, tú lo sabes, y es lo que le dije, que pensé poner cuatro letras a papá, pero no, papá dijo bien claro que cuando esté el rey en Madrid, que es otra cosa. ¡Me encantaría ver a papá, fíjate, de repente, con corbata de color! No se parecerá, seguro, son tantos años. Eso es fidelidad a una idea, no me digas, y lo demás son bobadas, mira tú, con tu padre, ¿recuerdas?, buena prisa para quitarte el luto, es que te faltó tiempo, ¿eh?, y siquiera con tu padre, un amago, que con tu madre ni eso, que me avergüenza pensar que yo, que al fin y al cabo no era nada de ellos, año y medio y tú ni mención. Eres un caso, que contigo una no sabe si reír o llorar, al principio todo muy bien, pero en cuanto montaste una pierna sobre otra y te viste los calcetines y los zapatos, ¡válgame Dios!, "me entristece ver negras mis pantorrillas y ya tengo bastante tristeza dentro". Y dicho y hecho, se acabó el luto. Los hombres sois unos casos, Mario, pues no te va a apenar ver negra tu pantorrilla, natural, pues para eso es el luto, adoquín, para recordarte que tienes que estar triste y si vas a cantar, callarte, y si vas a aplaudir, quedarte quieto y aguantarte las ganas. Para eso y para que te vean los demás, a ver qué te has creído, que los demás sepan que te ha caído una desgracia muy grande en la familia, ¿comprendes?, que yo, ahora, inclusive gasa, cariño, faltaría más, que no es que me favorezca, entiéndelo, que negro sobre negro va fatal, pero hay que guardar las apariencias y, después de todo, mi marido eres, ¿no? Pues naturalmente, que sí, por más que tu hijo tampoco parezca comprenderlo, que ahora te toca recoger lo que sembraste, buena agarrada tuvimos, que me saca de quicio ese chico con sus intemperancias, ya ves, su padre de cuerpo presente y él con su suéter de mezclilla, como si nada. Y cuando le dije lo de la corbata negra hay que ver cómo se puso, "eso son convencionalismos, mamá; conmigo no cuentes", así como suena, pero de malos modos, ¿eh?, que no lo querrás creer en Mario, hazte idea, esa mosquita muerta, que me pasé un cuarto de hora en el baño con un sofocón que no puedes hacerte idea. ¡Ten hijos para esto! Pues ya lo oyes, que le deje tranquilo, como lo del funeral de primera, ¡qué menos por un padre!, "vanidades", ¿qué te parece? Tranquilo, date cuenta, qué más quisiéramos todos que estar tranquilos, ¡qué disgusto, Dios mío!, que ese chico es tu vivo retrato, desde pequeñín, desde que le "llevabas en la sillita en la bici, Mario, que hasta emplea palabras raras, "convencionalismos", date cuenta, para desconcertarme. No quiero entristecerme más de lo que estoy, Mario, cariño, pero la juventud está perdida, unos por el twist y otros por los libros, ninguno tiene arreglo, que yo recuerdo antes, ¿cómo vas a comparar?, hoy no les hables a estos chicos de la guerra, te llamarían loco, y sí, la guerra será todo lo horrible que tú quieras, pero, al fin y al cabo, es oficio de valientes, después de todo no es para tanto, que yo, por mucho que digáis, lo pasé bien bien en la guerra, de acuerdo, a lo mejor por insensatez, pero no me digas, si aquello era como una fiesta sin fin, cada día algo distinto, que si los legionarios, que si los italianos, que si se tomaba esto o aquello, y todo el mundo, hasta los viejos, cantando "Los Voluntarios", que tiene una letra bien bonita, o "El novio de la muerte", que ésta sí que es el no va más. Y entonces ni me importaban los bombardeos, ni el Día del Plato Único, que mamá, con ese arte especial que tenía, juntaba todo en un plato y ni pasábamos hambre, te lo juro, como el Día sin Postre, que Transi y yo comprábamos caramelos y ni notarlo. Los que sí eran un poco así, como frescos, ahora me doy cuenta, eran los de los pueblos, a ver, gente sin trato, que yo recuerdo que cuando les clavábamos el Detente, pero en la carne, ¿eh?, todo el tiempo tocándonos y "dadnos suerte", que Transi y yo sin rechistar, a ver, eran tan valientes. ¿Sabías que yo, aunque ya era novia tuya, fui madrina de uno? Pablo, Pablo Haza creo que se llamaba, me escribía unas cartas tronchantes, llenas de faltas de ortografía, un patán de la cabeza a los pies, pero no te den celos, porque algo había que hacer por esa pobre gente y yo le contestaba, que una vez se presentó con permiso y empeñado en salir conmigo, figúrate, ya le dije que de eso ni hablar y, entonces, que al cine, y yo que no, menos, imagínate, con toda la gente, y él empezó a dramatizar que lo mismo le mataban al día siguiente y yo que qué le iba a hacer, que lo sentiría en el alma y él, entonces, se metió un dedo con toda la uña negra en la boca y me puso en la mano una muela de oro, que yo horroseq Figure \* Arabic \r0 \h0seq Figure \* Arabic \r0 \h0rizada, "¿para qué hace usted eso?", porque eso sí Mario, muy de usted, no te vayas a creer, buena era mamá: "Está bien ayudarles, pero guardando las distancias; los soldados son gente baja", y él que los moros cascaban las cabezas de los muertos, figúrate qué espanto, para quitarles los dientes de oro y que se lo guardara hasta el final de la guerra, que debió ser un presentimiento, porque del bueno de Pablo Haza nunca más se supo, que tuvimos que ir mamá y yo un día a entregar la muela al Tesoro. De esto hubo mucho en la guerra, desgraciadamente, mira Juan Ignacio Cuevas sin ir más lejos, me parece que ya te lo conté, el hermano de Transi, que era así como retrasado, medio anormal, pero le movilizaron y le llevaron a un cuartel, para servicios auxiliares y así, pero lo que pasa en las guerras, debió hacer falta gente o qué sé yo, el caso es que una mañana, los padres de Transi se encontraron un papelito todo lleno de faltas por debajo de la puerta: "Me yeban, figúrate con i griega, a la gerra, sin ú. Tengo muchísimo miedo, a Dios, separado, Juanito". Bueno, pues ésta es la hora, y ya ha llovido, que revolvieron Roma con Santiago, no te vayas a creer, buenos son, pues lo que se dice ni rastro. Claro que, lo que yo digo, conforme estaba, preferible que Dios se lo llevase, una carga, imagina qué porvenir, de peón de albañil o algo parecido, mejor muerto, pero a Transi, hijo, le dio sentimental, "ay, no, guapina, un hermano es un hermano", que eso según desde donde lo mires, pero si piensa así, es absurdo que pusiera cara a Evaristo, un emboscado, que hasta se dejó pintar desnuda por él o a saber cómo, que en otra cosa, no, Mario, cariño, pero en este punto bien tranquilo puedes estar, que yo de eso, ni hablar, ya lo sabes, y no por falta de ocasiones, Mario, que los hombres, por si no estás enterado, todavía me miran por la calle y hay miradas y miradas que Eliseo San Juan, cada vez que me echa la vista encima, hay que oírle, un torbellino, que no se para en barras, "qué buena estás, que buena estás; cada día estás más buena", que si le diera pie no sé lo que sería, que ni le miro, sigo y como si nada, hasta que se cansa, te lo prometo, como si no fuera conmigo, anda que si le diera pie…

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