C uanto a la fornicación y a cualquier género de impureza o avaricia, que ni siquiera pueda decirse que lo hay entre nosotros, como conviene a santos; ni palabras torpes, ni groserías, ni truhanerías, en cambio él, a la chita callando era tremendo, Mario, ¿querrás creer que una tarde que estábamos solos en casa, abrió "Il Mondo" por un anuncio de sujetadores y me dijo, con una sonrisita muy suya, apuntando, "seno, ¿eh, bambina?" ¡Figúrate qué caso! Con Galli, te digo mi verdad, fácil, lo que hubiera querido, que yo no sé qué tendrán mis pechos, la verdad, pero Elíseo San Juan, cada vez que me echa la vista encima, se pone como loco, sobre todo si voy con el suéter azul, "qué buena estás, qué buena estás, cada día estás más buena", que me aburre, palabra, porque si yo le diera pie, vaya, pero como quien oye llover, ni caso, yo a lo mío, ¡madre, qué hombre! Y de chica, para qué te voy a contar, que aunque me esté mal el decirlo, hacía furor, que un buen día subí con Transi al estudio de los viejos, bueno, al estudio, una buhardilla cochambrosa, y los muy sinvergüenzas nos querían pintar desnudas, y Evaristo decía, "a ti, nena, un retrato de busto es lo que te va", que yo estaba muerta de azaro, Mario, te lo juro, qué sofocón, todos los retratos de mujeres desnudas por las paredes, pero Transi tan terne, no te creas, "éste es una maravilla de luz", "la calidad de carne está aquí muy conseguida", que a saber de dónde sacó ella esas cosas tan técnicas, que nunca me lo dijo, no se decidió, fíjate, con la confianza que teníamos. Y luego, Evaristo, el muy frescales, me planta una manaza toda peluda en la pierna y venga de decir, "¿y tú que dices, nena?", que me dejó sin respiración, Mario, como lo oyes, aunque no dije ni pío, ni mover un dedo, cualquiera. A Evaristo le gustaba yo por vivir, que si se casó con Transi, ya entradita, y él, no digamos, más viejo que viejo, fue por recurso y nada más que por recurso, que una mujer nota a la legua cuándo le hace tilín a un hombre, no me preguntes en qué, qué sé yo, intuición, es como una corazonada. Había que verle a Evaristo cada vez que nos paraba, "ahora, ahora sois los verdaderos guayabitos; el verano pasado erais unas crías", y no me quitaba el ojo de la poitrine, el muy descarado, que yo no sé qué tendrá mi pecho, Mario, pero a este paso hasta los sesenta, qué asco de hombres, todos iguales, como cortados por el mismo patrón. Y Galli Constantino señalaba la puntita, no te vayas a creer, que esos italianos son el mismísimo demonio, aunque conmigo tropezó en hueso, que puestos en este plan, lo que hubiera querido, siempre lo dije, que a Galli le gustaba yo cien mil veces más que Julia, pero a los hombres nunca os falta un remiendo para un descosido y, como diría la pobre mamá, a falta de pan, buenas son tortas, y si mi hermana le dio pie, tonto sería, que para un desahogo, cualquiera, que eso es lo que más rabia me da, una humillación así, que después, a saber, no pondría yo una mano en el fuego, imagínate Julia, siete años sola en Madrid, y con un niño tan chico, la libertad que eso supone. Pero mira, Mario, a mí plim, papá y mamá no la hablaban y yo no iba a ser menos, "sí", "no", "bien", "mal", de ahí no pasaba, que tampoco era cosa de hacer la vista gorda. ¡Pobre mamá, el calvario que pasó! ¿Sabes que hasta quiso deshacer el primer matrimonio de Galli? Revolvió Roma con Santiago, buena era, pero, por lo visto, habiendo hijos de por medio, es fatal, dificilísimo. Y, de repente, ¡pum!, se lo tragó la tierra, nadie daba razón de Galli y ésta es la hora en que no se sabe si lo mataron aquí, o cuando la guerra mundial, o si sigue vivo y coleando haciendo de las suyas por su tierra, que los hombres sois insaciables, Valen dice que ni la vejez, ya ves tú. Y otra cosa no, pero desde luego Galli Constantino era un tipazo, no veas, nos traía locas a todas, que cuando nos llevaba a Julia y a mí en el Fiat descapotable, todo el mundo era a mirarnos. ¡Qué tiempos! Yo lo pasé bien bien en la guerra, digáis lo que digáis, si era como una fiesta, hijo, yo me acuerdo en el refugio, menuda juerga, con la Espe, una rojaza de espanto, no quieras saber, y papá, con esa sorna que se gasta, que ya le conoces, que canta las verdades al lucero del alba, "son los saludos de sus amigos, Espe, no se asuste", figúrate, por las bombas y ella, la pobrecilla, "¡ay, calle usted, don Ramón, es una cosa horrible esta guerra!" Yo lo pasé de fábula, Mario, para qué te voy a contar, toda la ciudad llena de gente, menudo barullo, que todavía no sé, te lo digo sinceramente, cómo no te planté entonces, recién novios, que cada vez que venías del frente, con lo de tus hermanos y eso, en plan de revientafiestas, como pensativo, o amargado, ¡qué sé yo! Pero un buen día, sin venir a cuento, ¡pum!, al bueno de Galli se lo tragó la tierra, claro que eso era muy frecuente, ya ves Nacho Cuevas, el hermano de Transi, la misma historia, le movilizaron a la mitad de la guerra y como era algo retrasado mental, o meningítico o eso, le pusieron en servicios auxiliares, y un buen día, yo no sé si necesitaron gente o qué, pero los padres de Transi se encontraron un billetito por debajo de la puerta, todo lleno de faltas de ortografía, que decía: "Me yeban, date cuenta, con y griega, a la gerra, sin u; tengo muchísimo miedo. A Dios, separado, Juanito". Bueno, pues ésta es la hora, y mira que han revuelto cielo y tierra, con lo que son los Cuevas, pues nada. Desde luego, conforme estaba ese chico es preferible que Dios se lo llevase, que era una carga, no te puedes imaginar, incapacitado, y ¡qué porvenir!, tú dirás, que eso era lo peor, de peón de albañil o cosa parecida. "Mejor muerto", como yo le dije a Transi, pero a ella, hijo, la dio sentimental, y como si hubiera dicho algo malo, "¡Ay, Menchu, no, guapina, un hermano es un hermano". Transi, a su manera es cariñosona, toda corazón, que había que ver los besos que me daba, raros para una chica, desde luego, pero sin malicia, que mira luego con quién fue a dar, el viejo de Evaristo, que estaba más visto que el TBO, un hombre que la llevaba quince años, sin oficio ni beneficio, y un sinvergüenza redomado, además, que si yo fui a la ceremonia fue por Transi, como te lo digo, por no hacerla un feo, y ya él con unas guasas y unas cosas que me dieron muy mala espina, recordarás. Pues ella empeñada en que tenía talento, ya ves tú, talento para agarrarse un avión y marcharse a América, a Guinea o qué sé yo, y dejarla plantada con tres criaturas, que ni sé cómo se las puede arreglar, fíjate, que los Cuevas una familia estupenda de toda la vida pero muy venida a menos, que de dinero, ni pum. Para eso sí tenía talento Evaristo, no lo dudo, para eso y para poner las manazas donde no debía, que me dejó helada, "¿y tú qué dices, nena?", que si yo esa tarde le doy carrete y le llevo un poco la corriente, Transi ya se puede despedir, que no es hablar a lo tonto. ¡Si se le salían los ojos de las órbitas cada vez que nos decía “ahora, ahora sois los verdaderos guayabitos; el año pasado erais unas crías", pero lo que él miraba era mi poitrine, que no le quitaba ojo, que aquí, para ínter nos, Mario, yo no sé qué tendrán mis pechos pero no hay hombre que se resista, mira el otro día, sin ir más lejos, un patán que estaba abriendo una zanja en la calle la Victoria, pero a voces, "¡guapa, con esa delantera, ni Ricardo Zamora!" Sí, ya lo sé, una grosería, desde luego, pero qué le vas a pedir a esa gente y, francamente, por eso me duele más lo tuyo, fíjate, que si los demás no repararan, vaya, pero gustando como gusto, me sabe mal tu indiferencia, para que te enteres. Y todavía ahora, pase, pero ¡mira que de novios!, la manita y ya era mucho, claro que no te digo besarme, que eso ni por ti ni por nadie, pero un poquito más de ardor, calamidad, aunque te contuvieras, que sólo faltaría, pero a las chicas, por si lo quieres saber, nos gusta sentiros impacientes cuando estáis con nosotras, no lo mismo que si estuvierais al lado de un bombero. Pero tú, ya, ya, mucho "mi vida", mucho "cariño", pero tan terne, como si nada, como un avefría, que acaba una por no saber lo que es control y lo que es indiferencia, porque no me digas, hijo, que a un hombre a quien le cuentas lo de Evaristo, con su manaza toda peluda, y no reacciona es que es de cartón-piedra, vamos, me parece a mí. Y no es que yo pida imposibles, entiéndeme, que a veces pienso si en este aspecto seré una ansiosa pero procuro ser objetiva, y ahí tienes a Valen, y Vicente es el equilibrio en persona, no me digas, bueno pues Valen está harta de decirme que los últimos meses, sobre todo después de la pedida, son de abrigo, que yo la doy la razón, a ver, no es cosa de decirla que tú ni caso, menudo bochorno. Te doy mi palabra, Mario, pero cada vez que te veía al solazo en el banco de enfrente de casa, con un periódico, que entonces me empezaste a gustar, ya ves, yo creo que por eso, pensaba, "ese chico me necesita y debe ser muy apasionado", que me hacía ilusiones, fíjate, sin fundamento, de acuerdo, pero a mí, y te hablo con el corazón en la mano, me hubiera gustado tener que pararte alguna vez los pies, no te digo como a Evaristo o a Galli, que entonces ni me hubiera casado, seguro, pero sí un poquito de pasión, ya ves Maximino Conde con la hijastra, y a su edad, completamente trastornado, hasta el punto de que ella, Gertrudis, se tuvo que largar al extranjero sin hacer ni el equipaje, que a saber allí, porque después de todo Maximino era su padrastro y alguna delicadeza hubiera tenido y, entiéndeme, no es que le disculpe ni muchísimo menos. Lo que quiero hacerte ver, Mario, es que entre hombre y mujer hay un instinto, y las chicas con principios, las honradas, las que somos como se debe de ser, gozamos excitándole en los hombres pero sin llegar a mayores, mientras que las fulanas se van a la cama con el primero que pillan. Esa es la diferencia, botarate, pero si vemos que vosotros no reaccionáis, pues a ver, acomplejaditas, que pensamos tonterías, inclusive, que no servimos, porque aunque vosotros no lo creáis, las mujeres somos muy complicadas. Y luego, al cabo de veinte años, de repente, ¡hala!, el capricho, desnúdate, ya ves tú qué ocurrencia, a la vejez viruelas, pues no me da la realísima gana, para que lo sepas, ya ves tú, ahora con el vientre remendado y la espalda llena de mollas, pues, no señor, haberlo pedido a su tiempo. Y todavía el P. Fando con tonterías, que delicadezas, me río yo, que no sé como te las arreglas pero, hagas lo que hagas, encubridores no te faltan, madre, qué piña. Siempre fuiste un poco maniático, querido, reconoce las cosas, por más que diga Esther que para un intelectual, la carne, un seq Figure \* Arabic \r0 \h0apetito como otro cualquiera, lo satisface y sanseacabó, no le desazona, que me hace gracia, que el año que fuimos a la playa bien se te iban las vistillas, hijo, que me diste el verano, fíjate, de no volver, que ni amarrada vuelvo yo a la playa contigo con la desvergüenza que hay hoy en todo. Tanto si te duele como si no, te diré que tú tienes el don de la inoportunidad, Mario, porque no me vengas ahora, que los días buenos ni mirarme a la cara, y los malos, ya se sabe, el asedio, "no seamos mezquinos con Dios", "no mezclemos las matemáticas en esto", qué fácil se dice, y que si dejábamos un hijo por nacer, ¡valiente novedad!, figúrate, si cada hombre con cada mujer y en cada momento tiene hijos distintos, date cuenta la de niños que quedan por nacer a cada minuto en el mundo, ¡millones de millones!, una barbaridad, como para perder la cabeza por una cosa así, tonterías. El espíritu de la contradicción, eso es lo que tú eres, que desde que te conozco no has hecho más que aguardar a que yo diga blanco para tú decir negro, que parece como que con eso ya te quedabas tan a gusto, a ver si no.