E l reino de los cielos es semejante a un rey… qué rey ni qué niño muerto, una cosa que me he preguntado mil veces, Mario, cariño, si a ti la Monarquía no te daba frío ni calor, ¿a santo de qué armaste el trepe que armaste con Josechu Prados? Porque no me digas a mí, que a Josechu, a bueno, no le gana nadie, de una familia de aquí, de toda la vida, figúrate los Prados, conocidísimos, que hizo la guerra en primera línea, honrado a carta cabal, ¿a qué ton dar la nota? ¿Por qué buscarle las vueltas? Al fin y al cabo si él era el jefe de mesa o como se llame, a ti qué te iba ni te venía, con su pan se lo coma, él era el responsable, ¿no? Bueno, pues tú que nones, que a contar, uno por uno y a contar, que ni sé cómo tuviste valor después de la prueba de confianza, tú dirás, que si te eligieron fue como persona representativa, pero tú ya fuiste a regañadientes, Mario, y con ganas de alborotar, eso no hay quien me lo saque de la cabeza. Y si a Josechu le da por decir que el noventa por ciento de "síes", el cuatro de "noes" y el seis de abstenciones, en blanco o como se diga, pues bueno, él era el jefe, ¿no?, que diga misa si quiere, ¿qué te importaba a ti, al fin y al cabo? Pero no, es lo mismo que el lechazo de Hernando de Miguel, o la gresca con Fito, el espíritu de la contradicción, cariño, es tu sino, porque si, en definitiva, aquello no te gustaba, que tampoco había para tanto me parece a mí, pudiste decirlo de buenas maneras, con educación, pero nunca pasar a mayores, haciéndoles cara, que si tú dices "no me gusta pero acepto la decisión de la mayoría", pues todos contentos, fijo, que después de todo, ésa es la democracia si no te he entendido mal. "No puedo prestarme a eso", así, a boca llena, con mayúsculas, hijo, como en tus libros, para que se oyera bien, que se entere hasta el apuntador, que si no dices las cosas a voces, revientas, como yo digo, y dale con que a contar y a contar, y si no contamos, no hay acta, el chantaje, qué bonito, que siempre has sido un hombre disparatado, Mario, y a ti lo que te gusta por vivir es meter bulla, desafiar a la ciudad, aquí estoy yo, y aunque todos digáis blanco, yo digo negro, pues porque sí, porque se me antoja, que te tengo muy calado. Y no es eso, Mario, calamidad, que para vivir en el mundo hay que ser más flexible, tener un poquito de correa, que mucho predicar tolerancia y después hacéis lo que os da la realísima gana, porque, después de todo, sí tú hubieras sido un republicano de toda la vida, un republicano cien por cien, vaya, me lo explico, pero si te has pasado la vida diciendo que República y Monarquía no son más que palabras, y que tanto daba la una como la otra y que lo importante es lo que hubiera debajo, ¿a qué ton dar la campanada de no firmar el acta? ¿Por qué hacerle un feo semejante a Josechu Prados que nunca tuvo con nosotros más que atenciones? No tiene sentido, convéncete, que aquello fue garrafal, que dice Vicente Rojo que el pobre Josechu llegó al Círculo descompuesto, blanco como la pared y que tartamudeaba al hablar y todo, para haberle dado algo, qué horror, acuérdate de su padre, una hemiplejía, que se pasó media vida en un sillón de ruedas, pobre señor, todo porque una criada le soltó cuatro frescas. Hay que andarse con más cuidado, Mario, tonto del higo, que por las bravas no se va a ninguna parte, convéncete, y hay que vivir en el mundo, que Josechu, muy buena persona, pero también tiene su orgullo, a ver, somos humanos, y te la guardó, acuérdate de lo de la casa, por las buenas un alma de Dios, pero que no se te ocurra llevarle a contrapelo, si es de cajón. ¿Sabes lo que dijo la otra noche Higinio Oyarzun y mira que ya ha llovido? Pues dice que dijo, Josechu, ¿comprendes?, que eras un puritano pero que aquel día no te partió la cara, como te lo digo, en atención a la amistad que sus padres tuvieron con los míos, date cuenta, el bochorno, que no sé cómo te las arreglas pero, por fas o por nefás, te has cargado a la ciudad entera, cariño, que ésa es la herencia que me dejas, tú dirás, ahora, si no fuera por papá, una pensión, a ver, la viudedad ni para el piso, que ésa es otra cosa que está mal, yo misma lo comprendo. Me haces gracia con eso de que con la verdad por delante se va a todas partes, me río yo, que contigo no hay razones, porque ¿quieres decirme dónde has ido tú cariño?, coche todo el mundo y tu mujer, a patita, es que no tienes ni dónde caerte muerto, ¡válgame Dios! una cubertería de alpaca a todo tirar, que hasta vergüenza me da el decirlo. ¿Crees tú que eso es vida? Con la mano en el corazón, Mario, ¿crees tú que habrá muchas mujeres que hubieran aguantado este calvario! Te digo mi verdad, pero el que no lo reconozcas es lo que peor llevo, que en veintitrés años de matrimonio que se dice pronto, no hayas tenido una sola palabra de gratitud, porque había otros hombres, Mario, y tú lo sabes, que no me faltó dónde elegir, y aún les hay si me apuras, que después de casada no me hubieran faltado proporciones, y si yo te contase, que éste es el chiste, pero como una es una mujer de su casa, una mujer como debe ser, vosotros a descansar, que eso es lo que explotáis los hombres; la bendición, un seguro de fidelidad, como yo digo, habéis comprado una fregona, una mujer que de dos os saca cuatro, ¿qué más vais a pedir? Así es muy cómodo, que, mientras, vosotros, ¡hala!, todo el monte es orégano, lo que os da la gana. Como eso de que llegaste al matrimonio tan virgen como yo, mira, guapín, eso se lo cuentas a un guardia, una bola así, y venga, "no me lo agradezcas, fue ante todo por timidez", ¡qué timidez ni qué ocho cuartos!, como si no os conociéramos, los hombres, todos iguales, ya se sabe, que tú, dale, con que tus torpezas eran la mejor demostración, ¡música celestial!, que lo que pasa es que entre una perdida y una decente todavía hay distancia, y, en el fondo, todavía queda algo digno en vosotros y es lo que sale a flote cuando os casáis, ni más ni menos, ni menos ni más. ¡Virgen tú! Pero ¿es que crees que me chupo el dedo, Mario, cariño? Y no es que yo vaya a decir que tú seas un vicioso, que eso tampoco, pero, vamos, algún desahogo de vez en cuando… Luego lo de Madrid, el viaje de novios, que me hiciste pasar una humillación que no veas, un desprecio así, que empiezo por reconocer que yo estaba asustada, que sabía que tenía que pasar algo raro, por lo de los hijos, a ver, pero creí que era una vez sólo, palabra de honor, y estaba resignada, te lo juro, sea lo que sea, pero tú te acostaste y "buenas noches", como si te hubieras metido en la cama con un carabinero, figúrate, tanto control, tanto control, que ni a Valen se lo he contado y yo a Valen, te lo puedes imaginar, que no es lo mismo que Esther, que Esther aunque amiga de toda la vida, es otra cosa, mucho menos comprensiva, dónde va, y hay temas de ésos, un poco picantes, que con ella son tabú, mucho presumir de moderna y de leída y no es más que una rancia, que con ella, ya ves, lo pienso muchísimas veces, a lo mejor habías congeniado, que sois tal para cual, hijo, como fabricados con el mismo molde. Por de pronto a Esther la pareces inteligente y lee libros de esos raros, tostonazos que no se traga nadie, que me acuerdo cuando "El Patrimonio", Valen se tronchaba y Esther, la sabihonda, que era un libro simbólico, date cuenta, qué sabrá ella, y cuando te dio la depresión o eso, ídem de lienzo, que tú, pesadísimo, con la frivolidad y la violencia, que lo que Valen decía, "mujer, ¡qué manera tan pesimista de ver las cosas!", pues Esther, hijo, que te comprendía muy bien, cómo no, y que abriésemos una revista a ver de qué otras cosas hablaba que no fuese de princesas de vacaciones o de matanzas en el Congo. Un pico de oro, cariño, que ella no hablará mucho pero cada vez que abre la boca es para poner punto final, madre, ¡qué ínfulas!, parece un predicador. "Mario tiene cosas dentro, pero entre todas le quitáis las voluntades", lo dijo Blas, punto redondo, anda que por mí, mira, buena prisa me di en contarte la historia de Maximino Conde y como si no, que si yo hubiera sabido escribir, Mario, ¡qué novela! Lo que la pasa a Esther es que no te ha visto en zapatillas, que es como hay que veros a los hombres, que al poneros las zapatillas os quitáis la careta, como yo digo. Cada vez que sale este tema, me acuerdo de mamá, que en paz descanse, Mario, que ella decía que, antes de casarse, la mujer debería ver unos meses a su novio en zapatillas y así se evitarían muchos desengaños. Date cuenta, no es porque yo lo diga, Mario, pero mamá estaba en todo, lo que es la experiencia, que una a los diecisiete se cree que está de vuelta y todo eso la parecen chocheces y luego pasa lo que pasa, todas tropezamos, en la misma piedra, que no es que yo me queje, a ver si nos entendemos, pero cuando, la primera vez, te diste media vuelta y me dijiste buenas noches, me quedé fría, que nunca me hizo nadie un feo así, que yo no seré una Sofía Loren, lo reconozco, pero tampoco para un desprecio semejante. Paquito Álvarez, ya te lo digo desde aquí, nunca hubiera hecho eso conmigo, y no digamos Elíseo San Juan, o el mismo Evaristo sin ir más lejos, que será todo lo degenerado que tú quieras, que hasta dicen que tiene una maleta con plumas de gallina y pone espejos y cosas raras, pero precisamente por eso. Y no es que me cogiera de nuevas ni mucho menos, que siempre he oído decir que la noche esa es de campeonato, que no se disfruta, que es un trago, pero no sé de nadie, ni de uno, fíjate, que se diese media vuelta y buenas noches. Y no me vengas con que por respeto y que hay ocasiones en que hay que dominar al bruto, porque nos duela o no, animales somos, Mario, y, lo que es peor, animales de costumbres, que una mujer, por muy sanos principios que tenga, en una situación así, acepta antes una brutalidad que un desprecio, y a mí ya me conoces. Lo de la noche de bodas, Mario, te pongas como te pongas, es algo que no olvidaré por mil años que viva, vamos, hacerme eso a mí, que todavía el P. Fando que una delicadeza, ya me ha visto a mí el pelo, que buenos se están poniendo estos curitas jóvenes, que no dan importancia a nada, sólo a si los obreros ganan mucho o poco, que me apuesto la cabeza a que les parece peor que un patrono niegue una paga extraordinaria a que abrace a una mujer que no es la suya, que a esto hemos llegado, Mario, aunque sea triste reconocerlo, que estamos perdiendo el sentido de la moral y así nos crece el pelo, dichoso Concilio, con lo tranquilos que estábamos. ¿Pues no salen ahora con que los protestantes van a abrir una capilla aquí, en la esquina? Pero ¿es que estamos bien de la cabeza, imagínate, con cinco criaturas? ¿Con qué tranquilidad les va una a dejar salir de casa? Es que no quiero ni pensarlo, Mario, que esto nos pasa porque no sois como debierais, la gente no medita ya en el Más Allá, ni tiene principios ni nada que se le parezca. Pero si lo teníamos en casa, Mario, recuerda, "cuéntame tus aventurillas de soltero, aunque me duelan. Te perdono de antemano", yo creo que en mejor plan, porque estaba dispuesta a tragarme el cáliz hasta las heces, te lo prometo, que quizá sea una tonta, pero no lo puedo remediar, las gasto así y de repente, un buen día, me entran ganas de perdonar a todo el mundo, y lo iba a hacer, te lo juro, dejarte hablar y, luego, un beso y "lo pasado, pasado", pero tú, chitón, reservado hasta con tu mujercita, que es lo que peor llevo, y cuando insistí, con mayúsculas, hijo, como en tus libros: "ERA TAN VIRGEN COMO TÚ, PERO NO ME LO AGRADEZCAS; FUE ANTE TODO POR TIMIDEZ". ¿Qué te parece? Si hay una cosa que me saque de mis casillas, Mario, es tu desconfianza, entérate de una vez, porque si aquella noche me dices la verdad, te hubiera perdonado igual, aunque me costase, te lo juro por lo que más quieras. Lo mismo que con lo de Encarna en Madrid, que no hace falta ser mal pensada, y no te digo ahora, pero fíjate hace veinticinco años, con la euforia, una cerveza y unas gambas, que no, Mario, cambia de disco, ni que fuera tonta, ¿crees que no conozco a Encarna? Y luego con el éxito y todo eso, para qué querías más, donde te llevase, a ver, si me hago cargo, pero, lo mires por donde lo mires, es una indecentada, entre cuñados, aunque sólo fuese por respeto a la sagrada memoria de Elviro, que con la viuda de José María, si hubiera estado casado, parecería lo mismo pero no es lo mismo, es otra cosa, ya ves, un hombre sin creencias. Por más que callemos la boca, todo acaba sabiéndose, Mario, que el mundo es un pañuelo como decía la pobre mamá, y con Encarna, hasta hace cosa de quince años, ha habido cosas que no están claras, cariño, que según tú todo es caridad, pero a saber, que yo no digo que la sobre ni que vaya a ponerse a trabajar, Dios me libre, pero sé que la dabas dinero y ella lo cogía, que te puedo indicar hasta el lugar y la fecha sí es que lo quieres más claro, que una, a la chita callando, se acaba enterando de todo.