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XI

¡Q ué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres! Tus ojos son palomas, y perdóname que insista, Mario, que a lo mejor me pongo inclusive pesada, pero no es una bagatela eso, que para mí, la declaración de amor, fundamental, imprescindible, fíjate, por más que tú vengas con que son tonterías. Pues no lo son, no son tonterías, ya ves tú, que, te pones a ver, y el noviazgo es el paso más importante en la vida de un hombre y de una mujer, que no es hablar por hablar, y, lógicamente, ese paso debe de ser solemne, inclusive, si me apuras, ajustado a unas palabras rituales, acuérdate de lo que decía la pobre mamá, que en paz descanse. Por eso, por mucho que él la defienda y por voces que dé, no me seduce la fórmula de Armando de salir cuatro tardes juntos y retenerle un buen rato la mano para considerarse comprometidos. Eso será un compromiso tácito si quieres, pero si me preguntaran a mí, no me mordería la lengua, te lo aseguro, que yo me mantendría en mis trece, Esther y Armando se han casado prácticamente sin ser novios antes, de golpe y porrazo, tal como suena, cosa que, bien mirado, ni moral me parece. Es lo mismo que si un hombre pretendiera ser marido de una mujer por ponerle la mano encima, equilicual, que el matrimonio será un Sacramento y todo lo que tú quieras, pero el noviazgo, cariño, es la puerta de ese Sacramento, que no es una nadería, y hay también que formalizarlo, que ya sé que fórmulas hay muchísimas, montones, qué me vas a decir a mí, desde el "te quiero" al "me gustaría que fueses la madre de mis hijos" con todo lo cursi que sea, figúrate, de sorche y de criada, pero, a pesar de todo es una fórmula y, como tal, me vale. Por eso porfié tanto, Mario, cariño, compréndelo, a mí me gusta hacer las cosas bien y tú siempre fuiste un poco parado, desde que te conozco, inclusive ahora, si no te tomas dos copas y entonces te propasas, un revientafiestas, a ver, te quedas solo, empiezas a mirar torcido, sin decir oste ni moste y a morir por Dios. Ya ves la otra noche en casa de Valentina, que estuviste insufrible, te lo digo como lo siento, Mario, por qué te voy a decir otra cosa, todo el tiempo disparando los corchos de champán contra las farolas, que a saber qué diría el servicio, porque perder los modales es algo admisible sólo en la gente baja, Mario, que afortunadamente todavía hay clases, botarate, que a ti siempre te ha salido todo esto de la educación por una friolera, y no. Como eso de saludar en la calle sin ton ni son, que me ponías enferma, y tú que ibas pensando en tus cosas, bueno está lo bueno, Mario, cariño, que lo que decía la pobre mamá, "cada hora tiene su afán", porque la gente no tiene obligación de adivinar si eres despistado, maleducado o antipático. ¡Hay que ver las enemistades que te has ganado por eso, y que a lo tonto! Entre esto, tus libros y tu afán de ir contra corriente, te has cargado a la ciudad entera, cariño, y eso no se puede hacer, para que lo sepas, que vivimos entre gente civilizada y entre gente civilizada hay que comportarse como un ser civilizado, que si a un conocido no le dices adiós, a santo de qué, si me lo puedes decir, vas a decírselo a un desconocido, que recuerdo el sofocón que me hiciste pasar junto a la botica de Arronde con aquel desarrapado impertinente, "perdone, ¿me quiere decir de qué nos conocemos usted y yo?", que tú cortado, lógico, que si le habías confundido y que si tal y que si cual, palabras, y el frescales de él, "no se preocupe, desde hoy ya nos conocemos", en pleno paseo, que yo no sabía dónde meterme, y, encima, venga palmaditas en el hombro, qué te parece, un barrendero o vete a saber, que qué diría la gente que nos viese. Eso no se puede hacer, Mario, por propia estimación aunque sólo sea, y por si fuera poco, "tan amigos y a su disposición", a un descamisado desconocido, date cuenta, que también son ganas de llamar la atención, cuando más sabiendo que me molesta, que no es que sea por orgullo, pero cada oveja con su pareja, calamidad, que tú en esto de guardar las formas, cero. Por eso estoy cada día más contenta de haberte hecho pasar por el aro, sólo faltaría, que lo que es por tu gusto, "yo quiero salir contigo, pero solos", mírale, que yo haciéndome la tonta, "¿a santo de qué?", "pues como novios", "pero si no lo somos, ¿no te das cuenta?", y tú a escurrirte, pero ni hablar. Estas cosas, Mario, cariño, requieren una solemnidad, que no es cosa mía, el mundo es muy sabio, y cuando siempre lo ha hecho así, así tendrá que ser, convéncete, si no sería todo un lío y, por así decirlo, si tú un buen día te largas con viento fresco a ver qué podía yo reprocharte, nada, ¿te das cuenta?, mientras de la otra manera, no te digo por lo legal, pero siempre quedarías como un cochero, desde el punto de vista social, quiero decir. Y así un día y otro, aguantando, que bien que me lo has echado en cara, pero tuviste que pasar por el aro, tunante, sólo faltaría, y aquí, para ínter nos, te advierto que no me faltó donde elegir, ya ves Paquito… proporciones de sobra, cada jueves y cada domingo, y yo que nones, a ver, que Transi, loca, "no me irás a decir que te gusta un poco ese sietemesino", que yo no diría tanto, pero físicamente, cariño, tenías bien poquito que gustar, francamente, y yo como una romántica, que no soy más que una romántica y una tonta, "ese chico me necesita", ya ves a esa edad, me emocionaba sentirme imprescindible, gajes, que mamá con ese ojo clínico, que no he visto cosa igual, "nena, no confundas el amor con la compasión", date cuenta, los puntos que calzaba. Pero yo, ciega, lo reconozco, que a esa edad, porque no te digo que no, pero, a lo mejor, si el bárbaro de Armando no se pone los dedos en las sienes y pega aquellos mugidos, que menuda vergüenza, ni me fijo, que hay veces que el porvenir depende de cualquier tontería, figúrate, una pequeñez así, las cosas. El caso es que me dabas una pena horrible, yo no sé, porque aquel traje marrón, me horrorizaba, te lo confieso, y los tacones de los zapatos como roídos, así, tan triste, pero nunca se sabe, y, de repente, un día noté que empezabas a hacerme tilín, a lo tonto, que no veas a Transi, "échale, ¿se puede saber en qué estás pensando?", un calvario, cariño, no te puedes figurar, a contrapelo de todo el mundo, que a buena hora mamá, da gracias a lo de Galli, de rebote, a ver. Mamá, aunque me esté mal el decirlo, era la mujer más ecuánime que he conocido, siempre sonriente, tan pulcra, ni una voz más alta que otra, una de esas personas que te sedan, Mario, que hay que ver cómo murió, ni perder la compostura, no me digas, que lo pienso muchas veces, que mamá, antes de llegar donde tu padre se hubiera muerto de hambre, me apuesto la cabeza, buena era, la pulcritud en persona, antes de hacérselo en la cama cualquier cosa, estoy segurísima, que eso de "de la cuna a la sepultura" es una verdad como un templo, la gente muere como vive, el discreto en discreto y el abandonado en abandonado, ahí tienes a tu madre, sin ir más lejos, "cuídale; vale mucho Mario, hija", siempre satisfecha de lo suyo, es que no fallaba, reconócelo, que otras virtudes tendría, no digo que no, pero sus hijos, hasta el mismo José María, ya ves, menudo elemento, santos, y Charo, para qué te voy a decir, perfecta, y los muebles de su casa, que entre todos no valían un perro chico, el que no era de nogal, caoba. Tu madre era graciosa, Mario, la persona más gloriosa del mundo, qué felicidad ser así, quién pudiera, recuerdo el día que me enseñó la fresquera en el ventanillo del baño, que yo náuseas, te lo juro, ganas de devolver, "ni el mejor frigorífico me haría la leche que esta fresquera, hija. Ni en agosto se me corta la leche aquí", imagina, luego, ya en estado, cada vez que iba por tu casa, ni pasar bocado, es que imposible, un asco, que yo creo, lo pienso muchísimas veces, que si tú nunca tuviste ambición, entiéndeme, en el buen sentido, es por haberte criado en un ambiente tan mezquino. ¡Si hasta para declararte fuiste roñoso, querido! Buena trabajina me diste pero me lo había prometido, "¿quieres ser mi novia?", ya ves qué formas, "¿a qué ton?", "pues porque sí", la cabezonada, "¿de modo que porque sí se hacen novios dos personas?", que tú, como un niño maleducado, mira que eres, "me gusta estar contigo", que yo tenía que contener la risa, te doy mi palabra, "si te gusta estar conmigo será por algo, ¿no?", que acabaste por pasar por el aro, zascandil, ¿o es que ya no lo recuerdas?, "porque te quiero", que yo te dije, me acuerdo como si lo estuviera viendo, en la Fuente del Ángel, en el segundo banco, según se entra por la Pajarera a la derecha, "eso ya es otra cosa". Pero visto y no visto, hijo, en qué hora, desde entonces venga de pasear por calles raras, sin gente, que yo al principio un poco escamada, a ver, nunca se sabe, y como hablas tan poco, que yo no me explico cómo os podéis pasar sin hablar, yo, como un hongo, palabra, que el día que Armando me dijo "Mario es enemigo de las multitudes", respiré, pero yo no sé, si eres enemigo de las multitudes a qué tanto con los obreros, que hay que ver los que son, millones de millones, y con los paletos, que Valen se troncha con tu manía de los paletos, que lo que ella dice, "hambre ni pun, hija, que matan unos cerdos que para mí los quisiera". Una de dos, Mario, que no hay quien te entienda, o eres enemigo o eres amigo, pero si eres amigo, júntate con tus iguales, zascandil, que es lo que te corresponde y deja en paz a los obreros y a los paletos que ya saben tenerse solos, ya le oyes a Paco, buenos están, y las criadas mismas, que hoy todo el mundo pide la luna. Lo he comentado con Valen muchísimas veces que parece que jugáis a los despropósitos, cariño, mucho Dios, mucho prójimo, pero si los pobres estudian y dejan de ser pobres, ¿quieres decirme con quiénes vamos a ejercitar la caridad? ¡Anda, dime, que tenéis cada salida! Y es que no os dais cuenta, porque si esto solamente lo pensaras, vaya, mal estaría pero pase, pero es que no, hay que escribirlo y escribirlo con mayúsculas, hale, bien grande, que nadie se quede sin verlo, como a ti te gusta. Si un día se quemase "El Correo", qué felicidad Mario, créeme, que lo que estáis haciendo en el periodicucho ése es labor del demonio, confundiendo a los infelices y llenándoles la cabeza de pájaros, convéncete, testarudo, que tienes la cabeza muy dura y nunca te has dado a razones, que la soberbia es lo que te repudre, cariño, siempre el yo por delante, y no digas que no, que la soberbia te enfrentó con Solórzano, ahí es nada, que el hombre te tiende la mano y tú "no señor, yo no tengo por qué agachar la cabeza", amor propio y nada más que amor propio, mira Higinio Oyarzun, no le ha ido tan mal me parece a mí, y después del barullo del acta con Josechu, el que Fito Solórzano te propusiera para concejal, era izar bandera blanca, ¿no?, lo pasado, pasado, borrón y cuenta nueva, bien claro lo decía papá en su carta, pues tú, no señor, que lo tienes a gala, "me quieren mezclar", "el precio del silencio", el disparate, cuando lo que te vienen a ofrecer es una tribuna, adoquín, un cargo de responsabilidad, ya oíste a Antonio, "entrar en el Ayuntamiento por el tercio cultural es hacerlo por la puerta grande", que no es que lo diga yo, que lo dice Antonio, entérate de una vez, cabeza dura. Bueno, pues tú como quien oye llover, "mi nombre está para sonar, no para salir", hijo, que siempre estás con esas cosas, que eres más raro que otro poco, complejos es lo que tenéis vosotros, que estáis llenos de complejos, tú dirás, siempre en clave, "para sonar, no para salir", que no hay quién os entienda, pesado, más que pesado, y lo peor es que tu hijo viene con las mismas mañas, ya le oíste ayer, "mamá, esos son convencionalismos estúpidos", date cuenta, pero de malos modos, ¿eh?, menudo sofocón, media hora llorando en el baño, te lo prometo, sin poder salir. Luego dices, prefiero yo mil veces a Menchu, con toda su vagancia que a estos jovencitos, que no sé si la Universidad o qué pero salen todos medio rojos, sin la menor consideración, que Menchu, estudie o no, por lo menos, es dócil, y mal que bien aprobará la reválida de cuarto, tenlo por seguro, y ya está bien, que una chica no debe saber más, Mario, hay que darla tiempo de ser mujer que a fin de cuentas es lo suyo. Después de todo, el bachillerato elemental es hoy más que el bachillerato de nuestro tiempo, Mario, dónde va, y de que pase el luto, la niña se lucirá y como es monilla y tiene mano izquierda, no le faltará un enjambre alrededor, y si no, al tiempo, que de algo ha de servirme la experiencia y ya me preocuparé yo de que acierte a elegir, ella es dócil y desde chiquitina no se compra un alfiler sin consultarme. Tú dirás, ya lo sé, que estrangulo su personalidad, que me pones mala, grandísimo alcornoque; porque si personalidad es negarse a llevar luto por un padre o faltar al respeto a una madre, yo no quiero hijos con personalidad, ya lo sabes, con la tuya he tenido bastante, que mis ideas no son tan malas, después de todo, y, o poco valgo, o mis ideas han de ser las de mis hijos que hasta al insolente de Mario pienso meterlo en cintura, óyelo bien, y si quiere pensar por su cuenta que lo gane y se vaya a pensar a otra parte, que mientras viva bajo mi techo, los que de mí dependan han de pensar como yo mande. No te rías, Mario, pero una autoridad fuerte es la garantía del orden, acuérdate de la República, no es que yo me lo invente, aquí y en todas partes, y el orden hay que mantenerle por las buenas o por las malas. O se es, o no se es, que diría la pobre mamá.

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