E ncontráronme los guardias que rondan la ciudad, me golpearon, me hirieron, pero antes de nada, quiero advertirte una cosa, cariño, aunque te enfades, que ya sé que éste no es plato de tu gusto, pero, sin que salga de entre nosotros, te diré que yo nunca me tragué que el guardia aquel te pegase que, según respirabas, ni me atreví a decírtelo entonces, pero yo estaba totalmente de acuerdo con Ramón Filgueira, ¿a santo de qué te va a pegar un guardia por atravesar el parque en bicicleta? No te excites, por favor, reflexiona, ¿no comprendes que es absurdo? Dime la verdad, tú te caíste, el guardia lo dijo y un guardia no miente por mentir, que bien mirado, un guardia a las tres de la mañana es como el Ministro de la Gobernación, te daría el alto y tú te asustaste y te caíste, lógico, por eso te salió aquel moratón en la cara. Lo que pasa es que tú tienes la debilidad de la bicicleta, de siempre, que menudos sofocones me has hecho pasar, y antes que reconocer que te habías caído, después de tanto presumir con los chicos que si el Águila de Toledo y esas bobadas, pues, a ver, te inventaste lo del puñetazo y todo aquel lío de la pistola, cuando te revolviste; cuentos chinos, mira tú, que digas que venías cansado de corregir ejercicios que eso sí debe de ser muy latoso, lo comprendo, todos iguales y así, pero ¿por qué pagarla con el pobre guardia que, al fin y al cabo, no hacía más que cumplir con su deber? Tampoco debe ser muy agradable que digamos, plantarse en una esquina a las tres de la mañana, y así toda una noche, Mario, que se dice pronto, y más con, la helada que caía. Y sobre todo, querido, que ya no tienes edad de andar en bicicleta, que no eres un niño, que aunque te obstines en agarrarte a la infancia los años no pasan en balde, a ver, es ley de vida, contra eso no hay quien luche, acuérdate de mamá, que en paz descanse, "todo tiene remedio menos la muerte", que todavía en una mujer… Si quieres que te diga la verdad no me entra en la cabeza ese tonto afán tuyo por conservarte en forma, correrte cincuenta kilómetros en bicicleta a lo bobo, sin ir a ninguna parte ni nada, que hay gustos que merecen palos, no me digas, que ese esfuerzo bien orientado, que es lo que yo digo, ¿cómo ibas a engordar? Otra cosa sería si fueses un atleta, pero físicamente tenías bien poco que perder, cariño, no valías dos reales, larguirucho, que yo recuerdo en la playa, tan blanquito, que es algo que por vueltas que le dé nunca llegaré a comprenderlo, porque, si no tenías nada, ¿qué es lo que querías conservar si me lo puedes decir? Escribir bien no sé si escribirás, que en eso no me meto, pero lo que es de deportista ni pun, las cosas claras, ni la facha, la antítesis, fíjate, a cada cual lo suyo. Y si Ramón Filgueira te recibió en su despacho como un padre, que tú mismo lo reconoces, ¿a qué ton echar los pies por alto y poner al guardia de vuelta y media, si tú nunca has sido embustero? Me duele que por la tonta vanidad de no querer admitir que te caíste de la bicicleta, mintieras de ese modo, a sangre fría, mira que eres, que es algo que me choca en ti, ya ves, que por un amor propio malentendido pusieras en dificultades a un pobre diablo, que no es tu estilo ése. Pero tú, parece que lo tienes a gala, hijo, porque si de entrada te vas derecho a Filgueira y le dices sin más, "pues tiene usted razón, me he obcecado", todo hubiera cambiado, seguro, y ni él, ni Josechu Prados, ni Oyarzun, nos hubieran negado el piso, me juego la cabeza, lo que ocurre es que tú siempre has querido las cosas por las bravas, que confundes la educación con el servilismo. ¡Anda y que tampoco te ha dado guerra ni nada el dichoso servilismo! Servilismo y estructuras son dos palabras que no se te han caído de la boca desde que te conozco, y, lo mires por donde lo mires, es una manía como otra cualquiera, que para ti el estar amable con una autoridad, ya te parece una claudicación o algo por el estilo, ¿es verdad o no?, que oyéndote, hijo, parece que una fuese una estrambótica, que eso es lo que peor llevo, que por el mero hecho de tener sentido común ya la dejan a una en mal lugar, madre, qué aburrimiento. Pero, escucha, aún te digo más, dando por bueno que el guardia aquel te pegara un coscorrón, que lo dudo mucho, ¿no vale un coscorrón por un piso de seis habitaciones, ascensor, agua seq Figure \* Arabic \r0 \h0caliente central y setecientas de renta? Dejémonos de romanticismos y piensa con la cabeza, cariño, que tú tienes a gala nadar contra corriente, que vivimos una época práctica y eso es hacer el tonto por no decir otra cosa, porque no digo darle la razón, simplemente con mostrarte tolerante, sin avasallar, lo mismo con el alcalde que con Oyarzun y Josechu Prados, que al demonio se le ocurre decirle que a contar, ¿crees tú que ni uno ni otro nos niegan el voto para lo de la casa? Desengáñate, Mario, mal se puede recoger sin sembrar, que ya lo decía mamá, que en paz descanse, "en la vida vale más una buena amistad que una carrera", que a las pruebas me remito, mira tú, y nunca me cansaré de repetírtelo, hijo, que tú has pretendido ser bueno y sólo has conseguido ser tonto, así como suena. "Con la verdad por delante se va a todas partes", ¿qué te parece?, pero ya ves como nos ha crecido el pelo con tus teorías, que, por muchas vueltas que le des, en la vida no se puede estar a bien con todos y si te pones a favor de unos, fastidias a los otros, esto no tiene vuelta de hoja, pero si las cosas tienen que ser así porque así han sido siempre, ¿por qué no ponerte al lado de los que pueden corresponderte? Pues, no señor, dale con los desarrapados y los paletos, como si los desarrapados y los paletos fueran siquiera a agradecértelo, que te has pasado de listo, cariño, que cada vez que pienso que por culpa de un guardia, o de un acta o de una historia de ésas, seguimos en este tugurio, me descompongo créeme, que para tanto como eso no merecía la pena de vivir. Además, ¡qué perra con los pobres guardias!, la cogisteis modorra, como yo digo, que habría que ver la cara de Solórzano cuando firmasteis el papel aquel porque un guardia pegó con la porra a uno que saltó en el fútbol, ya ves tú qué cosa, que no le gustaría un pelo, eso fijo, si yo misma no podía creerlo, te lo prometo, cuando llamaron de Comisaría, que yo me hartaba de decir "si mi marido no va al fútbol", que luego llegaste y hay que ver cómo te pusiste conmigo, que después de todo no era para tanto, me parece a mí, vamos, que a cualquiera que se lo digas, "¿quién te manda hablar a ti, di?", bueno, hijo, ¡no te pongas así!, me preguntan y contesto, ni más ni menos, que en seguida me di cuenta, por si lo quieres saber, que detrás andaban los de siempre, el don Nicolás y la cuadrilla, a ver, una no se chupa el dedo, que el tipo ese otros defectos tendrá, pero siquiera se le ve venir, que es lo que yo digo que si a su tiempo le dan el pasaporte en vez de andar con tantos miramientos, bien de malos ratos que nos hubiéramos ahorrado. Por menos despacharon a otros, al fin y al cabo, y no me vengas con José María porque el de tu hermano es un caso de justicia, y mira que a mí qué me va ni qué me viene, que lo de no ir a la oficina era lo de menos, ya ves tú, por más que tu padre se pusiera tan pesado, que había testigos de que estuvo en la Plaza de Toros en el mitin de Azaña, y el día de la República anduvo por la Acera gritando como un energúmeno, con una bandera tricolor al hombro, que no es el caso de Elviro, que José María se pensaba que su simpatía, pero ya, ya, con las mujeres, puede, pero eso no le vale de nada con los hombres. Además, ¿qué tendrá que ver toda esta historia con los guardias? Lo vuestro de los guardias es una fobia absurda, querido, que hasta la propia Valen cada vez que ve una pareja, me aprieta el brazo, palabra, y se ríe, "si viniera Mario", dice, ya ves, pero lo que yo digo, en el fondo lo que a vosotros os molesta es la autoridad, que os creéis que por haber salido de la escuela ya tenéis derecho a todo y eso no, Mario, aviados estaríamos, en la vida hay que obedecer y someterse a una disciplina desde que se nace, primero con los padres y, luego, la autoridad, en definitiva la misma cosa. Y más todavía, si de Pascuas a Ramos se escapa un mojicón, en lugar de sulfurarnos, debemos aceptarlo humildemente porque el que lo propina ten la seguridad de que no lo hace por gusto, sino por nuestro propio bien, para que no nos descarriemos. Tú decías que deseabas las cosas limpias y que por enderezar un mal paso ya valía la pena de vivir, orgullo puro, no nos engañemos, Mario, porque ¿puedes decirme qué has enderezado tú, para qué has vivido, di, si no has podido comprar a tu mujer ni un triste Seiscientos? Amor y comprensión, no me hagas reír, que yo soy muy clara, ya lo sabes y tú no eres más que un llevacontrarias, siempre lo fuiste, que sacabas el genio por una futesa y, luego, dejabas pasar a los coches en los cruces cebrados, o comprabas Carlitos a todos los vagos de Madrid, o cedías la vez en las tiendas, que si hay algo en el mundo que me enerve es eso precisamente, para que lo sepas, que el que quiera comprar pronto que madrugue, Mario, que para eso están las colas, pues no faltaba más. No hay quien te entienda, Mario, es la pura verdad, que te pones a ver y ni tú mismo te entiendes, ya ves lo del lechazo de Hernando de Miguel, se lo tiras por el hueco de la escalera, que casi lo matas, y luego te pasas la tarde mano sobre mano, "que estos conflictos entre la caridad y la corrupción no hay quien los resuelva", vaya un problema, que no me dieran a mí más que eso, que te pones imposible, hijo de mi alma, porque una cosa es que escribas esos rollos para el que los quiera leer y otra que me los sueltes a mí, mano a mano, que me ponías la cabeza loca, te lo prometo, y si yo aprovechaba para hablarte del dinero o del Seiscientos o de cualquier cosa importante, tú, "calla", como si no fuera contigo, que no hay cosa que más me subleve que el que hables de lo que te gusta y calles la boca cuando te conviene. Tu norma es ésa, Mario, tenértelas tiesas con los que mandan y ceder con los desarrapados, ya ves qué bonito, porque lo que yo digo, o cedes con todos o no cedes con ninguno, o sacas el genio o no lo sacas, pero querer quedar siempre de pie, unas veces llevando la contraria y otras tirándote por el suelo me parece muy requetemal, para que lo sepas. Valen se ríe, todas se ríen porque no tienen que soportarte, que me gustaría verlas en mi lugar, cariño, ni dos semanas, fíjate lo que te digo, que Valen dice que no tragas ni a las corbatas ni a los viejos, y en eso no va descaminada, las cosas como son, porque ¿a santo de qué, si no, esa manía tuya con los hombres de menos de 40 años, con que no se les deja hablar y a lo mejor se entendían? ¿Puedes decirme quién no les deja hablar, hijo de mi alma, si son los que más alborotan, que hoy día no se puede andar por la calle de las voces y las motos esas, que no hay ya respeto, ni consideración, ni nada? El espíritu de la contradicción, eso es lo que tú eres, todo a destiempo, ya ves con lo de tus padres, ni mojar la pestaña, como se suele decir, y después por un capricho, todo el día de Dios con las lágrimas colgando, madre mía, que parecías un lloraduelos. Los nervios, me río yo, que sentías angustia por el miedo de no acertar con el camino honrado, y que me envidiabas a mí, a mí, date cuenta, lo que me quedaba por oír, y a los que como yo estábamos seguros de todo. A ver, hijo, ¿pues qué te habías creído? Cuando una tiene la conciencia tranquila, déjalos que rabien, que eso es lo que debías hacer tú, zascandil, si tanta envidia te doy, mirarte en mi espejo, y dejar en paz al Aróstegui y al Moyano y a toda la camarilla, menudos ejemplares, que a veces me da por pensar que la única temporada que has estado bien fue cuando enfermaste, date cuenta, que te parecerá un chiste, que a ti lo que siempre te ha mortificado es obedecer y callar, lo mismo que a los jovencitos esos que tanto defiendes, que, te pones a ver, y son el desecho, así, la basura, aunque tú salgas con la patochada de que "víctimas sin culpa", frases, Mario, te lo digo y te lo repito, porque puestos en este plan, ¿puede saberse qué culpa tengo yo de no tener un coche cuando todas mis amigas lo tienen? ¿Y mamá? ¿Qué culpa tenía mamá que en paz descanse?, y, sin embargo, sufrió la guerra y la guerra la costó más que a otros aunque no lo pregonase, porque lo de Julia es peor que la misma muerte, Mario, entérate de una vez, que tú siempre sacas a relucir a tus padres y a tus hermanos, que eres un egoistón y nada más que un egoistón, pero nunca se te ocurrió pensar en los míos. No le des más vueltas, cariño, obedecer es lo que te recome, obedecer y callar, al fin y al cabo, de casta le viene al galgo, mira Charo, ¿por qué crees que tu hermana se salió de monja?, pues por lo mismo, querido, ídem de lienzo, porque no sabe obedecer ni sabe callar, por alzar el gallo, porque ni tú ni ella, ni ella ni tú, os resignáis a someteros a una regla, y lo que pasa, ahora descentrada, a ver, ni dentro ni fuera, cada día más rara, que yo te aseguro que si los domingos la sigo mandando los niños es por caridad, caramba con la casita, Mario, ni un panteón, ya le oyes a Álvaro, "prefiero no comer que comer en casa de la tía Charo", lógico, me lo explico perfectamente, que ella, tu hermana, a lo mosquita muerta, que me puede, fíjate, venga de sacar a los abuelos y a los tíos a relucir, ya ves qué ocurrencia, hablarles de muertos a los niños, que lo hago por lo que lo hago. Y Charo no es una excepción, qué va, tu vivo retrato, nunca estará a gusto en ningún sitio, igual que José María, todos cortados por el mismo patrón, por más que tú digas que tu hermana es eficiente pero eso lo dices por chincharme, ya te conozco, porque no tiene servicio, pero ha llegado un momento en que no la resisto, te lo puedo jurar, con esa sosería, si parece que se va a desmayar, y luego la cara tan lavada, que ésa es otra, que a los diecisiete años, vaya, pero a su edad no está ni medio bien, Mario, siquiera por respeto a los demás, que es hasta desagradable de mirar una piel tan terrosa y tan seca. Si lo dices por fastidiarme estás listo, Mario, por mí puedes decir misa, ya te lo advierto, que no vas a hacerme de menos por eso, pero, por si quieres saberlo, no soy una señorita inútil ni de las que vuelven la cara, que el año del hambre, cuando hizo falta, bien que me fui con el tío Eduardo por los pueblos más asquerosos a buscar garbanzos y lentejas para que mis padres comieran. Y no creas que los coches de antes eran como los coches de ahora, con gasógeno, hijo, ¿qué te habías creído?, pero no me importaba, y si volviera a hacer falta, volvería a arremangarme, porque otra cosa, no, pero a sufrida nadie me gana, ya lo sabes, que lo puedo decir muy alto.