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XXV

Y o te fortaleceré y vendré en tu ayuda, sí, contigo, una ayuda, yo misma lo comprendo, pero si a la niña no la da por ahí, por mi parte no pienso reprochárselo, que hay que respetar la personalidad, Mario, y cada uno es cada uno, y te pones a ver y hoy la reválida de cuarto es más que el bachiller de antiguamente, que todo va a la par, y ya ves el dinero, una peseta de aquellos entonces, como ciento de ahora, y puede que me quede corta, que parece que no pero la vida está veinte veces. Hoy se exige mucho, Mario, desengáñate, y únicamente los superdotados, ahí tienes a los García Casero, cerdos, y como ellos, casi toda la gente bien, granjas y representaciones, a ver, de mejor tono, no me digas, si hasta las mismas chicas, ya oyes a la pandilla de Menchu, "chicos con carrera, ni hablar; son unos rollos", y no les falta razón, cariño, porque dime tú a ver qué universitario hace hoy las delicias de un guateque; ninguno, es que no falla, si, por no saber, no saben ni sostener una copa en la mano, lógico, o una cosa o la otra, déjate de preocupaciones nobles, testarudo, que eres muy testarudo, que la niña, lo que tiene que hacer, que a Dios gracias no la ha de faltar dónde elegir, es echarse un novio como Dios manda, que para privaciones bastantes ha pasado ya su madre. Mira Julia, con su noble preocupación por la música el pelo que ha echado, ahí la tienes, una casa de huéspedes, a ver, tú me dirás, todo lo norteamericanos que quieras, estudiantes y eso, sí, de acuerdo, de mejor pelaje, puede, pero hasta cierto punto, mira lo del negro, que no sé por qué regla de tres te pusiste así con papá, no hay derecho, Mario, que en la encuesta de la Tele ya lo oíste, bien claro lo dijo, y bien bien que estuvo, fíjate, que hasta le felicitó el Vicepresidente de Comercio, "todos somos hijos de Dios; el problema racial es un problema de almas y no de cuerpos", date cuenta, no creo que se pueda decir más en menos palabras, que Valen estaba entusiasmada, y yo, lógico, pero de eso a meterlo en casa… Y no hay motivo para ponerte en ese plan, Mario, ninguno, ya ves, que aparte la repugnancia natural, hay que ver el quehacer que debe de dar un negro, imagina, sólo en lavado de ropa, que yo, francamente, le comprendo a papá, "un suplemento de treinta dólares o no me hago cargo", como todo hijo de vecino, natural, pero eso no cambia los sentimientos de papá, Mario, que bien claro lo dijo en la Tele, "todos somos hijos de Dios", más claro, agua, hijo mío, que en la calle, todo el mundo que qué estupendo, a ver, y que si los extranjerotes esos pensaran en cristiano, como papá, en el mundo no habría problemas raciales o eso. Yo estoy con papá, Mario, completamente de acuerdo, todos iguales, para Dios no hay diferencias, negros y blancos por un mismo rasero, ahora bien, los negros con los negros y los blancos con los blancos, cada uno en su casita y todos contentos, y si la Universidad esa, como se llame, que nunca acabaré de aprenderlo, me quiere colocar un negro, que pague doble, a ver, que también los perros son criaturas de Dios y al demonio se le ocurre meterlos en casa. Hay que ser razonables, querido, y mirar las cosas con una poquita de objetividad, que papá bien claro lo dijo, "todos somos hijos de Dios", pero eso es en cuanto a las almas, en orden a la salvación eterna, ¿comprendes?, pero no hay ley divina que te obligue a aceptar un huésped de otro color, pues sólo faltaría. Y déjate de puntaditas y de que si del dicho al hecho va un trecho, enredador, que siempre disfrutaste buscando las vueltas al prójimo, porque lo que yo digo, si en Madrid no hay negros, que no venga, que te pones a ver y nadie le ha llamado, que estudie en su pueblo, no me vayas a decir ahora que en América no hay Universidades, que ya le oyes a Vicente, que bien buenas que son. No te sulfures, Mario, pero para mí que a don Nicolás le mandan cocos los negros o algo; si no, no me lo explico, hay que ver cómo les defiende, yo no sé si tendría un abuelo o así, pero diga lo que diga, los negros, no hay más que fijarse un poco, están hechos de otro barro, para otra clase de oficios, la caña de azúcar y así, que lo más, boxeadores, cualquier cosa, el caso es a lo bruto, no digas que no, todos. Por eso me indignaste, Mario, para qué te lo voy a ocultar, cuando le escribiste aquella carta a papá, que una cosa es predicar y otra dar trigo, y que del dicho al hecho va un trecho, que él no se merecía esto, que eres un desagradecido, que ya sé que son veinticuatro años, pero si no es por el pobre papá, que menuda Memoria te hizo, de qué sacas tú las oposiciones, claro que eso para ti no tiene importancia, gajes, en cambio que suba la pensión a un negro, ya ves, qué significarán treinta dólares para esa gente, un sacrilegio, que a saber quién te dio a ti vela para ese entierro, que lo que tú no le perdonas a papá es que no le gustasen tus libros, que fuese sincero, que hay que ver lo mal que te sentó que te dijera que lo social o eso es el recurso de los que no saben escribir, que, además, dejémonos de rodeos, es una verdad como un templo. Sólo te he visto igual cuando Recondo te puso Cruzada en vez de guerra civil, que qué lo mismo dará, como digo yo, o cuando lo del guardia, o cuando lo de la casa, que a saber qué te pensabas, que eres más infeliz que un cubo, y todavía dale con que si los pisos eran para funcionarios, preferibles casados y preferibles familias numerosas, legalmente no tenían salida, me río yo, que vosotros sólo acatáis las leyes cuando os conviene, y, a fin de cuentas, si Cánido no tiene hijos, ya ves tú qué hijos va a tener un viudo de sesenta y no sé cuantos años, o Agustín Vega, está soltero, y todos así, por lo menos son gente adicta, no lo discutas, que lo que no se puede, zascandil, métetelo en la cabeza, por muy funcionario y muy familia numerosa que seas, es exigir las cosas por las bravas, por aquello del aquí estoy yo, que para eso existe un Consejo, o como se llame, y éste sí, éste no, selecciona, por sus antecedentes sobre todo, a ver, que eso aunque no lo diga la ley, es de cajón, se sobreentiende, que toda esa historia de recurrir son tonterías, tú dirás, meterte en pleitos con las autoridades, te quedas sin piso y, si me apuras un poco, tienes que vender hasta la alcoba. Tontunas, Mario, que eres muy ingenuo, que hablas por hablar, "es de justicia; llegaré hasta donde haga falta", que te temo, fíjate, te temo más que a un nublado, a voces, "es de justicia", por todas partes, y menos mal que Luisito Bolado te disuadió, que después de lo del guardia, en cuanto le vi, me dije, "le manda a paseo, bueno es Mario", palabra, que todavía no sé cómo tuvo valor, que yo estaba aterrada, y lo que él dijo, al fin y al cabo, te han asignado un ático con tres habitaciones, no han infringido la ley, eres tú el que renuncias, que, a ver, eso sí, dónde íbamos con tres habitaciones, de acuerdo, pero antes de reunirse el Consejo, cuando cubrieron aguas, yo pude hacer algo, Mario, y tú te plantaste, la cabezonada, ya ves Josechu, sus padres visita de los míos de toda la vida, que yo me las hubiera agenciado para quitar hierro a todo aquel asunto del acta, y con Oyarzun y Solórzano, equilicual, recomendaciones no habían de faltarnos, que no sé a qué viene esa testarudez tuya "si das un paso, retiro la solicitud", que te hubiera matado, un mes llorando, que se me retiraron mis cosas y todo, te lo juro, porque el Delegado dio la cara y a poco que Josechu, Oyarzun, Solórzano o el propio Filgueira le hubiesen apoyado, el piso era nuestro, tenlo por seguro, imagínate, seis habitaciones, calefacción y agua caliente central, de cambiarme la vida. Pero te estuvo bien empleado, Mario, al fin y al cabo recogiste lo que sembraste, ni más ni menos, que si tú no te pones tan pesado con que si a contar, ni le llevas la contraria a Solórzano, que, en definitiva, te dio lo mismo, y si no te pones como te pusiste contra el guardia y, en lugar de eso, como suele decirse, te llegas donde Filgueira y le dices, "tiene usted razón, Filgueira, me he obcecado", no hubiera habido fuerza en el mundo capaz de quitarnos el piso, ya te lo digo desde aquí. Y aun con eso y con todo, Mario, para qué nos vamos a engañar, si tú me dejas las manos libres, ¡de qué!; una mujer dispone de muchos recursos, hijo, sin necesidad de rebajarse, para mover a compasión, que por probar nada se pierde, que yo no sé qué os creéis vosotros con un título universitario, ya ves tú, un universitario que se os llena la boca, y, en resumidas cuentas, un universitario ¿qué?, un muerto de hambre, eso, mira Paco, no ha necesitado títulos para ser una personalidad, que os creéis que con los libros se va a alguna parte y los libros para lo único que sirven es para poneros la cabeza como un bombo, que yo no sé la cantidad de gente de ésa que ha renegado de Dios, tú, sin ir más lejos, ya ves, que fue una pena que la Revolución Francesa no la apoyase la Iglesia, una blasfemia así, que cuando al día siguiente te vi acercarte a comulgar, me quedé de nieve, te lo prometo, que la misma Bene, para que lo sepas, "se habrá confesado, ¿no?", que yo, "mujer, imagino", a ver qué la iba a contestar, que me pones en cada compromiso como cuando la conferencia, tú me dirás qué tienen de malo los festivales benéficos, que bien de dinero se recauda y para fines bien buenos que son. Es que me hacéis gracia, Mario, bueno, gracia, ya me entiendes, que hay veces que una ríe por no llorar, que no sabéis más que poner pegas y luego, acuérdate de lo del cordero de Hernando de Miguel, ni tú mismo sabes si has obrado bien o mal, y te entra el escrúpulo, natural, que si no puedes mover un dedo sin ofender, monsergas, mírate en mi espejo, ¿ofendo yo?, dime la verdad, ¿ofendo yo?, no, ¿verdad?, pues claro que no y, mira, bien de ello que hablo, que no paro, tú me dirás, una tarabilla, que muchas veces, si no tengo con quién, pues yo sola, fíjate qué risa, cualquiera que me viese, pero me importa un pito, que a mí las habladurías, teniendo la conciencia tranquila, me tienen sin cuidado. Complejos, eso es lo que tenéis vosotros, que estáis llenos de complejos, Mario, es como lo de los servilleteros, ya que tenemos poco que hacer, otras cosas deberías enseñarles a los niños, que a Dios gracias ninguno tenemos una enfermedad contagiosa. Pues, no señor, cada niño su servilletero, siempre ha de ser lo que tú digas, una manía, porque todavía en casa que éramos cuatro gatos, y con un servicio como Dios manda, pase, pero lo que es aquí, ¿me quieres decir lo que adelantamos con eso? Sembrar la desconfianza, ni más ni menos, que a la misma Doro, y ya ves que es ciega por ti, había que oiría, "a ver qué se cree nuestro señor; todavía si alguno estuviese del pecho, que es lo que yo digo, si, a Dios gracias, todos estamos sanos, ¿para qué tanta etiqueta? No te haces cargo, que es lo que más rabia me da, que luego, un buen día, el capricho, "hay que arrimar el hombro", pues ponte en la realidad desde un principio, alcornoque, y si no se puede, no se puede, que son muchos hijos y muchas teclas, que una casa no marcha sola, y si a mí me vieses cruzada de brazos, todavía, pero tú dirás, si no paro ni de día ni de noche, que no tengo un minuto ni para respirar, que hay que darse a razones, Mario, y, por no tener, ni sitio donde guardar la ropa, que tú mismo lo puedes ver, cómo andamos, mira ayer, ni rebullirnos, y tú, encima, "si das un paso retiro la solicitud", ya ves qué bonito, que en nuestra mano lo tuvimos, y con un piso de ésos me hubiese cambiado la vida, así como suena, menuda, y después de todo, nada iba a pasar por recordarle a Josechu que sus padres eran visita de casa, cualquier cosa antes que confiarte en que eres funcionario y familia numerosa, que eso de los requisitos, ya se sabe, Mario, que no es de hoy, que los requisitos se saltan a la torera cuando conviene, yo recuerdo la pobre mamá que en paz descanse, "el que no llora, no mama", date cuenta, pero me da rabia contigo, Mario, la verdad, que parece como que se fueran a hundir las esferas por pedir una recomendación, cuando en la vida todo son recomendaciones, unos por otros, de siempre, para eso estamos, que estoy harta de oírla a mamá, "el que tiene padrinos se bautiza", pero contigo no hay normas, ya se sabe, los requisitos, "soy funcionario y familia numerosa; no tienen salida", como para fiarse de ti, hijo, que vosotros os agarráis a la ley cuando os conviene, que no queréis daros cuenta de que la ley la aplican unos hombres y no es la ley, que ni siente ni padece, sino a esos hombres a los que hay que cultivar y bailarles un poquito el agua, que eso no deshonra a nadie, adoquín, que te pasas la vida tirando puyas y, luego, porque la ley lo dice ya te piensas que todos de rodillas, y si te niegan el piso, un pleito, recurrir, ya ves qué bonito, contra las autoridades, lo que nos faltaba, que yo no sé en qué mundo vives, hijo de mi alma, que parece como que hubieras caído de la luna.

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