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– Señor Presidente -preguntó el senador Bell, por Utah-. En esta situación, ¿existe algún riesgo para la salud?

El Presidente recordó que en Utah habían tenido algunos problemas por la radiactividad. No se podía culpar al pobre individuo. Le había costado unos cuantos votos.

– Quiero decir, ¿es que hay algún escape, o algo por el estilo?

– No, que sepamos.

Fue evidente que el senador Bell se tranquilizó.

– Señor Presidente -preguntó el senador Kunitz por Nueva York-, ¿están nuestros científicos en condiciones de construir un captador de blanco ilimitado?

– No. Estamos investigando eso. La principal dificultad reside en que el captador requiere un arrastre de tal magnitud que, seguramente, apresaría la energía de los seres vivos que encontrase a su paso, matándolos o mutilándolos… psicológicamente durante el proceso. En realidad, reduciéndolos a un estado animal… de bestialidad indescriptible. Un accidente similar ocurrió el año pasado durante uno de los experimentos de menor escala que se estaban llevando a cabo. Pero el "alcance" de China puede ir de Pekín hasta Washington, y lo que aquí llamamos laser tendría, al alcanzarnos, un ancho de cinco millas. Creo que no necesito decir más sobre las consecuencias… Hemos hablado con los chinos. Se rehúsan a escuchar. Nuestra opinión es que en este experimento no proceden con un espíritu agresivo. Están simplemente ciegos respecto de las consecuencias. Creemos que se están equivocando científica e ideológicamente. No creen en la amenaza que el experimento significa para los seres vivos. Están convencidos de que el artefacto de blanco ilimitado captura solamente el escape de energía normal que encuentra a su paso.

Volvió a mirar el reloj. Les dio unos minutos más.

No había habido ningún ultimátum. No había habido tiempo. Presentarle un ultimátum a China -desmantelamiento de la instalación o algo por el estilo- le hubiese dado a los chinos tiempo suficiente para que pusieran el invento en marcha inmediatamente. Los rusos no podían correr ese riesgo.

La Fuerza Aérea Soviética estaba en camino para bombardear con magabombas a los chinos.

Se suponía que no debía saberlo. Los rusos y él mismo se habían puesto de acuerdo sobre la versión del ultimátum, y durante la última media hora todas las estaciones de radar norteamericano que estaban cerca de Rusia habían captado una fuerza mayor entre los Urales y la provincia de Sinkiang.

El congresista Sheal, de Ohio, siempre supo que el Presidente era quizás el mentiroso más convincente con que se había topado en su vida política, y por cierto había conocido a los principales políticos de los últimos cuarenta años. Pero esta vez al viejo veterano se le iba la mano. Por supuesto que cualquier excusa moral era buena para aplastar a China, antes de que fuese demasiado tarde; y además era preferible a tener que pelear contra un enemigo servil, una trampa, como en Vietnam. Era verdad que el comunismo ateo constituía una amenaza para los valores cristianos y para las almas, pero el nuevo misil "deshumanizador" de largo alcance o lo que fuese este cuento de hadas era un poco difícil de tragar. No le gustaba la dialéctica, y la forma que utilizaba para adornar el golpe preventivo contra China. Era demasiado retórico, demasiado intelectual; le recordaba a los días de Kennedy. Además era pasada de moda. La idea de que el hombre estaba en un proceso de perder el alma y condenarse al usar los nuevos recursos de destrucción masiva, había sido ya explotada a fondo por la propaganda liberal.

El senador Dimek, de Michigan, enfrentado a un acontecimiento que salvo la crucifícación no tenía otro precedente, sintió la urgencia irresistible de llamar a su esposa.

Siempre había sido conocido por su tacto humanitario y estaba feliz de no haberlo perdido. Podía ver a Margaret atándose el delantal y abriendo el horno de la cocina para saber cómo andaba el pastel de limón, y se vio a sí mismo empujando la cortadora de césped. Estaba seguro de que los chinos no podrían jamás aniquilar los valores morales, aunque los tratasen con toda violencia. Esperaba que se pudiese evitar el holocausto nuclear, y si los chinos rechazaban el ultimátum, y cientos de millones tenían que morir durante el golpe preventivo, entonces el holocausto ciertamente se evitaría, porque dejaría a China desorganizada e imposibilitada de contraatacar. Cien millones de chinos muertos era una cifra grande, pero si se pudiera prevenir el holocausto nuclear, sería una solución salvadora.

El congresista De Cole, de Florida, estaba pensando que el aspecto más horrible del conflicto era el moral. No podía concebir la reacción del pueblo norteamericano cuando de pronto se viera arrastrado a una guerra nuclear junto a los rusos. Personalmente sintió que se traicionaba a todo lo que el mundo libre sostenía. Para los principios no había sustitutos.

Los senadores Fullbright y Mansfield estaban callados. Hacía tiempo que esperaban algo así.

El senador Bolland se puso nuevamente de pie.

– Señor Presidente, aparte de la destrucción, ¿existe alguna otra salida para esta pesadilla?

– Senador, el captador original, es decir, el aparato que acumula y conserva la energía, alcanza a arrastrar unos cincuenta metros. Lo hemos experimentado. Todos los hechos son conocidos por el Comité Consultivo Científico y de la Comisión de Energía Atómica. Hace algunos meses, los chinos no estaban más adelantados que nosotros. Solamente alimentaban las industrias con la energía generada por el propio pueblo.

"Por supuesto, en esa etapa no nos incumbía juzgar lo que los chinos hacían a los chinos, o lo que los checoslovacos a los checoslovacos.

No obstante, desde entonces, han construido un apresador de alcance ilimitado, es decir, de arrastre ilimitado, que está enteramente orientado hacia el Oeste. El aparato es manejable: es cuestión de "apretar un botón".

Nadie puede prever las consecuencias; ni los mismos chinos. En la carrera por la gran energía industrial están corriendo riesgos tremendos. Todos nuestros científicos que están al tanto del problema concuerdan en un punto.

Existe una gran probabilidad de que se produzca lo que llaman "arrastre incontenible". Lo que significa que la energía de todos los seres humanos que se encuentren en el camino, y esto incluye al pueblo norteamericano, será literalmente arrancada y alimentará al sistema energético de China. ¿Es suficientemente claro, senador?

– Este nuevo descubrimiento técnico -dijo en tono amenazador el senador Bolland-, ¿es quizás un castigo que Dios nos ha enviado por nuestro culto ciegamente pagano por la energía?

– Senador, francamente en este momento no estoy preparado para llegar a una conclusión final sobre las intenciones de nuestro Hacedor.

– Señor Presidente…

Russel Elcott, asistente personal del Presidente y el general Franker, entraron en el salón.

El general Franker había dejado la puerta abierta y esperaba captar la mirada del Presidente.

– Están en la pantalla, aclaró Russel Elcott.

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