11
Me dicen el Tetas, pero es que me llamo así: Josemari Tetas, para servir a Dios y a usted. Por lo gordo será, sí señor, un fatibomba, pero no se ría que no es de comer demasiado, que es una enfermedad. Voy por el racionamiento de tabaco de Java, él no podía ir. Esta cartilla era de su hermano que se murió, pero eso la Tabacalera aún no lo sabe y a quién perjudica, camarada. Todo el mundo lo hace y además Java no fuma, lo vende al mismo precio y le da el dinero a su abuela. Tengo prisa, luego he de ir a buscar hostias para el mosén, lejos, a un convento de monjas detrás de la catedral, las monjitas tienen allí una maquinita que fabrica hostias, salen muy redondas y a veces me regalan los retales, yo se los doy a mi madre, es harina de la buena, sí señor… ¿Yo a la comisaría? ¿Por qué, si no he hecho nada malo? ¿Sentarnos a charlar un rato aquí?, pone recién pintado, pero no, está seco. Yo no he hecho nada, no me pegue, señor, o como usted mande: camarada, si lo prefiere, es que no estoy acostumbrado a llamarle así, perdone. A ella no la conozco, sólo de oídas, lo juro por mi madre. ¿Un golfo yo, un trinxa, un degenerado que molesta a las chicas del barrio? ¿Jugando a médicos, dice Susana, esa niña pánfila del chalet dice que hemos hecho cosas feas en los sótanos de Las Ánimas, eso anda diciendo esta finolis? Si llegó a su casa llorando fue por lo del gato, se le tiró encima un gato acorralado. ¿Que su madre se ha quejado, que todo el barrio habla de nosotros, que nos pasamos el día en los subterráneos de la iglesia arrastrándonos cómo gusanos, hurgando en las tripas de la ciudad desventrada y haciendo cochinadas? ¿Tormento a las niñas? ¿El Hierro Candente? Qué cosas dice usted. ¿ La Hostia Envenenada? Yo no sé nada, nosotros no hemos hecho nada malo con Susana, le digo que no, camarada, ay, no me dé en el coco que desde pequeñito tengo pus en el oído. Sí que le oigo, precisamente a mí me gustaría ir a campamentos juveniles y me haría mucha ilusión tener la boina roja y el machete con su funda de cuero, es de lo más fermi, conozco a un chaval que tiene el correaje y cómo presume. ¿Que si me apunto para ser flecha? Ya me gustaría, ya, pero mi padre no me deja… Manobra. Sólo que ahora está sin faena y anda con la malauva, pero rojo no fue, palabra, si hasta lleva como usted la araña en la solapa porque dice que es mejor para encontrar faena, ahora quiere sacarse el carnet nacionalsindicalista… En la carretera del Carmelo. La barraca la ha construido mi padre, somos siete hermanos, de Cuevas, Almanzora: sí que entiendo el catalán, pero hablo el lenguaje del Imperio, camarada, como está mandado. Todavía no voy al cole, mi madre siempre me dice: un año más de monaguillo, Josemari, ¿dónde vas a estar mejor que en la Parroquia?, así que de momento a jorobarse tocan, sí señor. Es muy de misa mi madre, y de confianza, ya lo creo, en casa todos somos muy amigos del párroco, pregunte usted, pregunte… Que es de verdad, camarada, no es por decirlo, ay, no me pegue en la cabeza que tengo un tumor malo, por favor, es de nacimiento. ¿Un boniato puntiagudo? No sé nada de marranadas con chicas, usted me conoce y sabe que le diría lo que fuese pero es que no sé nada, en serio. Bueno, sí que estuvimos con Susana, a ella le gustan las funciones de teatro y a veces ensayamos y nos disfrazamos en el vestuario de la cripta, no hacemos nada malo pero ese día teníamos una barrita de pedagolsa de las gordas, bueno, regaliz, la trajo Sarnita y chupamos todos por turno, también Susana, o sea que de Hierro Candente nada y de metérsela por ahí a la niña nada, ¿se cree usted que tenemos una cheka, camarada? Era una triste pegadolsa para chupar, ¿qué tiene eso de raro? Pues si ella ha dicho que hicimos porquerías es que es una lianta y una embustera, y no me extraña porque le viene de familia: ¿sabía usted que su padre ni siquiera estaba aquí cuando entraron los nacionales, que estaba en el pueblo escondido con toda la familia?, es un detalle, camarada, y conste que a mí no me gusta denunciar a nadie. ¿Si son ricos?, hombre, ¿no se ha fijado usted en Susana?, siempre huele a mandarina y tiene el pelo rubio rubio y los ojos azules azules como los ricos, aunque la verdad, ya no son tan ricos: se ve en las basuras que tiran, cada día peor, camarada, sólo algún pellejo de butifarra que reciben del pueblo de cuando en cuando, y muchas patatas y garbanzos, nada, miseria y compañía, en fin, no sé, yo creo que dinero ahora no tienen pero de todos modos es gente educada en la cosa de tenerlo y es como si lo tuvieran: quiero decir que volverán a tenerlo, esto se ve venir, no puede ser de otro modo. Ay, que me va a salir el pus, no me atice ahí por mi madre que me duele mucho y me hace llorar, en serio que yo no sé nada de esa raspa, cosas de Java y los líos que se trae, no sé qué encargo le hizo la señora Galán en nombre de la Congregación. Sí, ese día en la cripta Java habló del asunto con Susana, pero yo no vi nada ni pude oír las preguntas que le hizo, sólo las respuestas de ella, gritaba mucho, verá: la Fueguiña nos tuvo todo el rato sentados de cara a la pared, no pudimos ver nada, ella y Sarnita dirigían la función, Java encendió la vela y Susana al principio protestaba… Sí que lloriqueaba, sí que debía estar atada al respaldo de la silla, era su papel de prisionera en la función, sí que oímos unos gemidos, pero de marcarle el brazo con el Hierro Candente nada, camarada, al contrario: el martirio de Santa Susana virgen y mártir, una aventi inventada por Sarnita. ¿Que la llevamos al refugio a la fuerza, que la raptamos al salir del cole, engañándola? Ni hablar, ella vino por su gusto, usted no conoce a esas señoritingas, camarada, muchos remilgos pero les gusta el boniato que no veas… Espere, no me hostie, todo lo que digo es verdad, ay, ay, espere y déjeme pensar. ¿Que qué dijo Susanita? Pues que no se acordaba mucho de ella, que estuvo de criada en su casa y que tenía un novio que se le murió en el frente y entonces empezó a salir con soldados, mamá la reñía y quería echarla de casa, dijo Susana, y ahora ya lo sabéis todo, que por favor la dejáramos marchar que era tarde y tenía miedo. Vino porque quiso, por ésas lo juro, señor, ¿vienes a ensayar a Las Ánimas?, le dijo la Fueguiña, ¿te gustaría trabajar en nuestra función?, y ella dijo bueno. Susana salía del colegio de las Esclavas de la Travesera y nosotros estábamos allí en la acera de casualidad, lo juro. Antes íbamos mucho a espiar a las chicas a la salida del cole, pero nunca las tocamos un pelo, nos escondíamos detrás de los árboles y las farolas para espiarlas, mirábamos cómo se despedían con besitos en el jardín cubierto de grava, cómo se colgaban del cuello de sus mamás que iban a buscarlas, sus arrumacos y sus mimos, por qué íbamos no lo sé, camarada, mirábamos sus plumiers de color rosa, sus cuadernos de espiral y sus cajas de pasteles Goya, sus sombreritos con el lazo azul y sus calcetines tan blancos, no sé por qué íbamos a espiarlas, no lo sé, una manía, no teníamos ningún plan… ¿Amarrada a un bidet lleno de pólvora, eso ha dicho? Qué embustera. ¿Se encontró un boniato peludo en su plumier rosa? Mentira y gorda, cómo se puede calumniar así a los amigos. Si aquello le gustaba, si se reía con nosotros, si hasta para hacerle pasar el miedo jugábamos a adivinar nombres de películas: un fulano que va por la calle y desde un balcón le cae una braga en la cabeza, luego otra braga y otra hasta que tantas bragas lo matan, ¿cómo se llama la peli, Susana? Bragada criminal, ja, ja. Y otro: se ve caminar a un tipo cargado de estraperlo, chorizos que se le caen, los pierde por el camino y el camino se ve cubierto de chorizos hasta el horizonte, ¿cómo se llama la peli? Chorizontes perdidos, ja, ja, éste ya lo sabía, dijo Susanita riéndose entre las lágrimas, se lo pasó pipa con nosotros aunque ahora diga lo contrario. ¿Que de dónde sacamos la pólvora?, pues fabricación propia, azufre y carbón machacado y cabezas de mistos, la hace Mingo, qué más quiere saber, camarada, es la pura verdad. Qué más, ah sí, un rompecabezas de esos que tanto le gustan a Java y a Sarnita, algo sobre el tío de esa criada que a veces la visitaba en el chalet y la reñía por seguir allí de marmota, dijo Susana, y que cuando sus papás se iban al pueblo y ellas se quedaban solas en el chalet, al volver se descubría el pastel: traían hombres a dormir, milicianos, dijo, y mamá se enfadaba mucho con Aurora y le decía es mejor que te marches de casa, qué confianzas son ésas. Pero ella lloraba y decía dónde iré, señora, si estoy sola en el mundo, y la otra raspa se ve que un día quedó embarazada, sí señor, qué follón. Dice Susana que Aurora siempre fue muy cariñosa con ella; que aquel invierno, cuando los bombardeos, su mamá las mandaba a dormir al metro Fontana, y que Aurora la abrazaba bajo la manta y le decía no llores, mi niña, nadie te hará daño y pronto vendrán tus papás, pero que era Aurora la que lloraba y temblaba, decía Susana, y llorando se dormía y sudaba mucho y tenía pesadillas, gritaba en sueños: ¡no es éste, éste es su padre, os habéis confundido, no!, y se despertaba temblando y ocultando la cara entre las manos. Entonces Java va y le pregunta, eso sí que lo oí, le dice: ¿y lo liquidaron, Susana, sabes si ella lo vio, si fue en una cuneta, de noche y a la luz de los faros de un coche, como en una peli?, y Susana: eso no lo sé, eran sus pesadillas, no me preguntes más. Ahí sí tenía algo de miedo la chavala, camarada, porque decía: no me gusta esa función, no juego más y dejadme marchar que es tarde… ¿Qué más, qué más?, ah sí, que como los bombardeos sobre Barcelona no acababan, sus papás decidieron por fin marcharse al pueblo por tiempo indefinido y cerraron el chalet, y entonces hubo que despedir a Aurora y a la otra criada. Para siempre. Y que desde ese día no volvió a saber de ellas. La pura verdad, camarada, ¿quiere que se lo jure con el brazo en alto saludando a los luceros? Ay, no tiene que pegarme por eso, que no me pitorreo, ay, en la cara no, que me sangra la nariz, mi madre dice que es de debilidad. ¿Muchas barritas de pegadolsa, eso ha dicho la finolis? Pues no señor, sólo una y chupábamos todos por turnos, también ella, pero a ratos se echaba a gimotear y a chillar, era su papel y nosotros no teníamos por qué extrañarnos. Yo no podía verlo, ya le he dicho que estábamos de espaldas y lo único que veíamos eran sombras en la pared, la Fueguiña con una vela en la mano y con la otra, la derecha, trabajándose a Susana. Ahí hubo discusión: no, chaval, es al revés, me dijo Luis a mi lado, ¿que no has visto que la Fueguiña es zurda, que no has visto su mano izquierda manchada de pegadolsa, cuando nos la trae para que chupemos?, pues fíjate bien la próxima vez. Callaros y no miréis, gritó la Fueguiña, ya os avisaré cuándo tenéis que venir a salvarla. Volvió con la pegadolsa, y entonces me fijé; siempre era después de un chillido de Susana, y nos metía la barrita en la boca igual de despacio, nos gustaba pensarlo, que en la de Susana, incluso traía calentito el olor de ella, que si por fuera es de mandarina por dentro es de polvos talco y de colonia, como los niños de pecho; y sí que era la mano izquierda, sí que es zurda esa gallega incendiaria, además de un poco chalada. No, señor, de eso nada, no sea bruto, ay [abusón de mierda, cabrón de los luceros, mamón del Imperio], fue Martín que riendo dijo: mientras no se le escape el pipí a la niña, y todos nos reímos pero no pasó nada más y al final Mingo no quería creerlo, el porqué del chiste no lo sé, camarada, Mingo preguntaba con cara de asco si era verdad y Sarnita que sí, hombre, yo lo he visto, ¿es que no tenéis paladar? Cáspita, dije yo, no había caído en eso. Entonces Java mandó soltar a Susana y se acabó el ensayo, ésa es toda la verdad y nada más que la verdad, señor… No somos tan golfos como dicen por ahí. Sí, luego ella salió con nosotros a la calle y tiró a la alcantarilla un pañuelito manchado de pegadolsa. Al hacerlo saltó sobre su cara un gato negro que después cazamos a pedradas, y cuando nos disponíamos a despellejarlo Susana se mareó y se fue corriendo a su casa, por eso la vieron llegar llorando. Y ya no sé nada más, ¿me puedo ir?, habrá cola en el estanco y Java me hostia si vuelvo sin las baquetillas… Por cierto, ¿me deja que me marche si le digo una cosa? Pues que una vez la vi, ahora me acuerdo, hasta hablé un poco con ella. Fue en un banco del Paseo de San Juan, ella tomaba el sol y yo no me había fijado, pero al decirme hola guapo, vi su cara ya de tísica, su boca de viciosa con pupas, el maquillaje corrido alrededor de sus ojos, como un antifaz, y me asusté. Y tenía razón Sarnita: era exactamente como él la había imaginado. De lejos parece muy rubia, pero de cerca no lo es tanto. Era un día como hoy, yo volvía del estanco por encargo de Java, dejé el tabaco sobre el banco y ella, por distraer las manos, cogió un librillo de papel y fue sacando varias hojas, como jugando, ¿tan pequeño y ya fumas?, me dijo. No señora, no es para mí, y ella con aire aburrido, al notar mis miradas al librillo: no te preocupes, volveré a poner las hojas y no se notará. Y era verdad que tenía maña para eso, porque me fui un momento a mear y al volver ya estaban otra vez todos los papeles plegados en el librillo y no se notaba; sí, tuve que ir al urinario que hay allí cerca porque la tía me miraba mucho y me atoré, porque de pronto empezó a llorar a la chita callando, mirándome, lloraba como si me sonriera y se le escurría la pintura de los ojos, daba grima verla así, oírla decir madre mía, madre mía, nunca había visto a una puta llorar de este modo y me fui a mear. Al volver se había calmado, aún tenía el librillo de papel de fumar en las manos, me lo devolvió diciendo anda, que te estarán esperando. Y recogí lo demás y me fui corriendo a la trapería, y no he vuelto a verla. ¿Me puedo ir ahora, camarada? ¿No me llevará a la comisaría? Prometo no llevar a más chicas al refugio, no quiero que me encierren en el Asilo Durán, eso no que allí los chicos se vuelven criminales y sifilíticos, ser flecha sí que me gustaría, pero mi madre necesita lo que me saco de monaguillo, somos pobres, camarada, regáleme una camisa azul y unas botas con clavos y no le mentiré nunca, señor, adiós [vaya tragaderas tienes, tuerto de mierda], que le vaya bien [así te pudras].