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Hice girar la llave del contacto y regresé a Bryson City con las mejillas bañadas en lágrimas.

Aquella noche, al comprobar los mensajes que tenía en el teléfono, encontré uno de Lucy Crowe. Le devolví la llamada y le conté todo lo que sabía de Primrose Hobbs, acabé con nuestra cita en el aparcamiento del depósito el domingo por la mañana.

– ¿Y ese pie y toda la documentación han desaparecido?

– Eso me dijeron. Primrose fue probablemente la última persona que los vio.

– Parker Davenport le dijo que ella firmó la salida de ese material. ¿Firmó también cuando devolvió el material?

– Buena pregunta.

– Hábleme de la seguridad.

– Todo el personal del DMORT y del Departamento del Forense posee credenciales de identificación, al igual que la gente de su departamento y del Departamento de Policía de Bryson City que trabaja en tareas de seguridad. Un guardia comprueba las credenciales de identificación en la valla que rodea el perímetro del depósito y dentro hay una hoja donde se firma la entrada y la salida del recinto. Todos los días llevas en tu credencial un punto de color diferente que representa un código específico.

– ¿Por qué?

– En caso de que alguien consiga manipular la credencial, no tiene forma de saber qué color utilizarán ese día.

– ¿Y después del trabajo?

– Ahora probablemente en el depósito hay una dotación más reducida, en su mayor parte personal encargado de archivos e informática, y algo de personal médico. Por la noche no queda nadie, excepto su ayudante o un policía de Bryson City.

Recordé al vicegobernador y la cinta de vídeo.

– En la puerta principal hay una cámara de vigilancia.

– ¿Qué puede decirme de los ordenadores?

– Cada usuario VIP posee una contraseña y sólo un número restringido de personas puede entrar o borrar los datos.

– Suponiendo que Hobbs lo hubiese devuelto, ¿dónde hubiese estado ese pie?

– Al acabar cada jornada todo el material se lleva a camiones frigoríficos con un cartel de «sin procesar», «en proceso» o «identificado», según cada caso. Todos y cada uno de los casos se localizan mediante un sistema de búsqueda informático.

– ¿Sería muy difícil entrar en el sistema?

– Hay crios del instituto que han conseguido entrar en el sistema informático del Pentágono.

Oía una conversación distante, como voces que se filtran a través de un agujero en el espacio.

– Sheriff, creo que Primrose Hobbs fue asesinada a causa de ese pie.

– O podría tratarse de un espécimen biológico.

– Una mujer examina un objeto que es motivo de disputas, ese objeto desaparece y la mujer es encontrada muerta tres días más tarde. Si no hay relación entre ambos hechos que baje Dios y lo vea.

– Estamos considerando todas las posibilidades.

– ¿Se sabe por qué nadie informó de su desaparición?

– Por lo visto una parte de la operación se está trasladando a Charlotte. Cuando Hobbs no se presentó en el depósito el lunes, sus compañeros pensaron que había ido allí. Los tíos de Charlotte supusieron que aún se encontraba en Bryson City. Ella solía llamar por teléfono a su hijo los sábados, de modo que él no podía saber que algo andaba mal.

Me pregunté por el hijo de Primrose. ¿Estaba casado? ¿Tendría hijos? ¿En el ejército? ¿Gay? ¿Estaban unidos madre e hijo? En ocasiones, mi trabajo me convierte en la portadora de las noticias más terribles. En una sola visita, las familias quedan hechas pedazos, sus vidas alteradas para siempre. Pete había dicho que la mayoría de los oficiales de marina en la época de la guerra de Vietnam preferían entrar en combate con el enemigo que visitar un hogar de Estados Unidos para entregar una notificación de muerte. Compartía esos sentimientos de todo corazón.

Imaginé el rostro del hijo, inexpresivo al principio, confundido. Luego, al asimilarlo, la angustia, la tristeza y el dolor de una herida abierta. Cerré los ojos, en ese momento compartía su desesperación.

– Me dejé caer por el Riverbank Inn.

La voz de Crowe me devolvió a la realidad.

– Después de marcharme del puerto fui a hablar un rato con Ralph y Brenda -dijo-. Reconocieron que no habían visto a Hobbs desde el domingo, pero no lo consideraron extraño. Durante su estancia en el motel se había marchado dos veces sin avisar, de modo que esta vez supusieron que se había vuelto a marchar.

– ¿Marcharse adónde?

– Pensaron que había ido a visitar a su familia.

– ¿Y?

– Su habitación indicaba otra cosa. Todo seguía allí, el cepillo de dientes, el hilo dental, la crema para la cara, las cosas que una mujer lleva cuando viaja. Su ropa seguía en el armario, la maleta estaba abierta debajo de la cama. En la mesilla de noche encontramos la medicación que tomaba para la artritis.

– ¿Bolso? ¿Llaves del coche?

– Nada. Parece que se marchó de la habitación por su cuenta, pero no pensaba pasar la noche fuera.

Crowe escuchó con atención cuando le describí mi visita al motel, sin escatimar ningún detalle excepto mis intentos de irrumpir por la fuerza en la habitación de Primrose.

– ¿Por qué supone que Ralph entró en su habitación?

– Su intuición puede haber sido acertada. Curiosidad. O tal vez sabe más de lo que dice. Tal vez quería sacar algo de la habitación. Aún no lo sé, pero estaremos vigilando al señor Stover. También hablaremos con cualquiera que conociera a la víctima, buscaremos testigos que pudieran haberla visto durante el tiempo que estuvo desaparecida. Ya conoce la rutina.

– Reunir a los sospechosos habituales.

– En el condado de Swain no son muchos.

– ¿Había alguna cosa en su habitación que aclarase adónde podría haber ido? ¿Una dirección? ¿Un mapa? ¿Algún comprobante de peaje?

Se oyó un zumbido en la línea.

– Encontramos dos números junto al teléfono.

Mientras leía los dígitos se me hizo un nudo en el estómago.

El primero de los números correspondía a High Ridge House. El segundo al móvil que llevaba sujeto en el cinturón.

Una hora más tarde estaba acostada en la cama tratando de clasificar y evaluar la información que tenía.

Hecho: el pie misterioso no pertenecía a Daniel Wahnetah. Posibilidad: el pie procedía de un cadáver en la casa amurallada. La mancha de tierra contenía ácidos grasos volátiles. Algo se había descompuesto en ese lugar. Posibilidad: el pie procedía del vuelo 228 de TransSouth Air. Recipientes con muestras y otras partes del cuerpo con problemas habían sido recuperadas cerca del lugar del accidente.

Hecho: el pie y el dossier completo habían desaparecido. Posibilidad: Primrose Hobbs había conservado ese material. Posibilidad: Primrose Hobbs había devuelto el material, que luego fue sustraído por otra persona.

Hecho: los restos de Jean Bertrand y Pepper Petricelli no habían sido identificados. Posibilidad: ninguno de ellos estaba en el avión. Posibilidad: tanto el detective como su prisionero estaban a bordo del aparato y sus cuerpos fueron pulverizados por la explosión.

Hecho: Jean Bertrand era ahora un sospechoso.

Hecho: un testigo afirmaba haber visto a Pepper Petricelli al norte del estado de Nueva York. Posibilidad: Bertrand se había pasado al otro bando. Posibilidad: Bertrand había sido asesinado.

Hecho: me habían acusado de robar pruebas. Posibilidad: ya no confiaban en mí debido a mi relación con Andrew Ryan, el compañero de Jean Bertrand en la Süreté de Quebec. Posibilidad: me habían escogido como chivo expiatorio para impedir que participase en la investigación. ¿Pero qué investigación, el accidente del avión o la casa amurallada? Posibilidad: yo corría peligro. Alguien había intentado arrollarme con un coche y había registrado mi habitación.

Una punzada de temor. Contuve el aliento, escuchando. Silencio.

Hecho: Primrose Hobbs había sido asesinada. Posibilidad: su muerte había sido un acto de violencia fortuito. Más probablemente: su muerte estaba relacionada con el pie desaparecido.

Hecho: Edward Arthur obtuvo la propiedad de Running Goat Branch en 1933 a través de su matrimonio con Sarah Livingstone. Alquiló el lugar como sitio de acampada, luego construyó una cabaña, le vendió la tierra en 1949 a un hombre llamado Prentice Dashwood, pero el título de la propiedad quedó registrado a nombre del Grupo de Inversiones H amp;F, Sociedad Limitada. Arthur no había construido ningún patio y tampoco había levantado paredes de piedra. ¿Quién era Prentice Dashwood?

Encendí la lámpara de la mesilla de noche, busqué el fax de Delaware que me había dejado McMahon y regresé a la cama tiritando. Me metí debajo de las mantas y releí la lista de nombres.

W. G. Davis, F. M. Payne, C. A. Birkby, F. L. Warren, P. H. Rollins, M. P. Veckhoff.

El único nombre que me resultaba remotamente familiar era el de Veckhoff. Un tío de Charlotte llamado Pat Veckhoff había sido senador de Carolina del Norte durante dieciséis años. Murió súbitamente el pasado invierno. Me pregunté si habría alguna relación con el M. P. Veckhoff que figuraba en la lista.

Apagué la luz y permanecí en la oscuridad buscando alguna conexión entre las cosas que sabía. Era inútil. Las imágenes de Primrose seguían alterando mi concentración.

Primrose sentada delante de su ordenador, con las gafas en la punta de la nariz. Primrose en el aparcamiento. Primrose en el escenario de un accidente aéreo, 1997, Kingston, Carolina del Norte. Primrose al otro lado de una mesa de cartas, jugando al póquer. Primrose en Charlotte. La cafetería del Hospital Presbiteriano. Yo estaba comiendo una pizza vegetal hecha con guisantes y espárragos de lata. Recordaba que la pizza sabía fatal, pero no por qué había conocido a Primrose allí.

Primrose metida en una bolsa de plástico.

¿Por qué, Dios mío?

¿Fue cuidadosamente escogida, investigada, acechada y luego asesinada como parte de un complicado pían? ¿O fue elegida por casualidad? El impulso de alguna mente enferma. El primer Honda azul. La cuarta mujer que salga del centro comercial. El próximo negro. ¿La muerte formaba parte del plan o las cosas se complicaron, fuera de control hasta alcanzar una situación irreversible?

La violencia contra las mujeres no es un fenómeno reciente. Los huesos de mis hermanas cubren la historia y la prehistoria. La tumba masiva en Cahokia. El cenote sagrado en Chichén Itzá. La muchacha de la edad de hierro en la ciénaga, el pelo rapado, con los ojos vendados y atada.

Las mujeres están acostumbradas a ser precavidas. Caminar más rápido al oír pasos a su espalda. Mirar a través de la mirilla antes de abrir la puerta. Colocarse junto a los botones en un ascensor vacío. Temer a la oscuridad. ¿Fue Primrose simplemente una más del desfile de víctimas femeninas?

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