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¿Cuánto tiempo le llevaría?

No podía decirlo pero me ofreció la silla si quería esperar.

El aire en la oficina estaba saturado de olores. Gasolina, aceite, humo de cigarrillos, tíos, perro. Opté por esperar fuera.

Me reuní nuevamente con Luke Bowman, le agradecí su amabilidad y recuperé mi perro. Boyd tiraba de la cuerda, cada fibra de su cuerpo concentrada en el pitbull. Flush estaba dormido o bien se hacía el muerto, esperando que el chow-chow decidiera acercarse.

– ¿Estará bien si se queda sola?

– El coche llegará en cualquier momento. Y hay un detective de camino. Si la reparación lleva tiempo, él me llevará de regreso a High Ridge House. Pero gracias otra vez. Ha sido mi salvador.

El teléfono volvió a sonar. Comprobé el número e ignoré la llamada. Bowman me observaba. Parecía no querer irse.

– La hermana McCready aloja en su casa a unos cuantos tíos encargados de la investigación del accidente, ¿verdad?

– Algunos se hospedan allí.

– Ese accidente es un asunto muy feo.

Se rascó la nariz y sacudió la cabeza.

No dije nada.

– ¿Tienen alguna idea de qué fue lo que hizo que el avión se cayera?

Bowman debió advertir algo en la expresión de mi rostro.

– Usted no escuchó mi nombre de Ruby McCready, ¿verdad, señorita Temperance?

– Salió en una de nuestras reuniones.

– Señor Dios Todopoderoso.

Los ojos oscuros parecieron volverse más oscuros por un instante. Luego bajó la barbilla, volvió a levantarla y se hizo un ligero masaje en las sienes.

– He pecado y mi Salvador quiere que confiese.

Oh, no.

Cuando Bowman volvió a mirarme, sus ojos estaban húmedos. Su voz se quebró cuando pronunció la siguiente sentencia.

– Y el Dios Nuestro Señor la ha enviado para que sea testigo.


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