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Grady había levantado auténticas barricadas en torno a mi despacho, donde me esperaba con una taza de café sorprendentemente bueno y una pizarra limpia que usábamos para enumerar las pruebas que podíamos presentar. La pizarra se sostenía sobre un caballete y contenía todos los nombres de los asociados de R amp; B escritos con un rotulador a la izquierda. Le eché una mirada y comprendí lo que había encontrado, pero me lo quiso explicar de todos modos.

– ¿Estás escuchando, Bennie? -preguntó. Blandiendo un largo puntero con la punta de goma y con la camisa blanca y una pajarita violeta, Grady se parecía más a un maestro de primaria que a un abogado.

– Por supuesto que te escucho -contesté, pero no era así, porque ya tenía la lista en la cabeza. Lo necesitaba para fines jurídicos, no para esto. Era yo quien debía descubrir al asesino de Mark.

– -No parece que me estés escuchando --me dijo.

– -No, es cierto. Seré una buena acusada, lo prometo. --Sonreí de una manera que esperaba que fuera convincente y tomé otro sorbo de café. Me sentía más fuerte desde mi reconciliación con Hattie y la eliminación de Sam como sospechoso de homicidio. Y el café me sabía mucho mejor--. ¿Quién lo ha hecho? Está muy bien.

– Yo mismo los interrogué a todos por teléfono. La última llamada la hice a la una y media, a Renee Butler. A Wingate fui a verlo. Está muy trastornado.

– -¿Por qué? Mark ni siquiera le caía bien. Pero me refería al café. ¿Quién lo ha preparado?

– -Yo. Mira esto. --Señaló el nombre de Jennifer Rowland-. Jennie dice que la noche de la muerte de Mark estaba trabajando en casa, corrigiendo una sección del informe sobre el caso Latorno. Dijo que era para ti y que debía presentártelo en dos semanas. ¿Es así?

– Sí. ¿Usaste el café Maxwell?

– Lo que quedaba. -Escribió «verificar» con un rotulador en el espacio titulado COARTADAS-. Quiero ver las horas de trabajo declaradas por Jennifer, aunque también; puede haber mentido.

– -No sería la primera abogada que escribe ficción. -Quería preguntarle cuánta agua había puesto, pero sabía que sería inútil. La cafetera del despacho era una Bunn, pero en casa teníamos una Krups; jamás se podría traducir del inglés al alemán. Ni aunque hablase el idioma.

– Amy está aquí -dijo señalando la línea donde decía AMY FLETCHER-. Estaba con Jacobs esa noche. Lo verifique con él. Con lo cual los dos quedan libres de cargos. Salen juntos, ¿lo sabías?

– -Sí.

Puso una marca al lado de FLETCHER y JACOBS.

– -Los dos pueden haberme mentido, pero no lo creo. Wingate dice que estaba conectado a Internet en la tertulia sobre los Grateful Dead. ¿Sabes que se mete en esos espacios de adolescentes y les dice que es Bon Jovi?

– -Vaya, vaya.

Grady meneó la cabeza.

– -Dice que desconectó a las dos de la mañana. gustaría confirmarlo en los archivos de AOL, pero vive con otros dos y pueden haber desconectado en su nombre. -Escribió un signo de interrogación en el espacio de WINGATE, al lado del de Renee Butler.

– -¿Qué significa V P al lado de Renee?

– Vigilantes del Peso, para bajar peso. Al principio no quería decírmelo. Se llevó a Eve con ella para sacarla de la casa. Eve está reaccionando muy mal con el asesinato de Mark. Está convencida de que fuiste tú.

Pasé por alto la punzada y sorbí mi brebaje.

– ¿Qué clase de filtro usaste, Grady?

Suspiró, mirando de arriba abajo su listado.

– El normal. Todos tienen algún tipo de coartada, pero debo verificar la de Wingate.

– -Salvo las secretarias y Marshall. ¿Llamaste a Marshall?

– -¿Marshall? ¿Sospechas de ella? -Pareció sorprendido tras las gafas.

– No sospecho de nadie. Prefiero la cautela antes de señalar con el dedo. Dime qué filtro usaste. Apuesto a que fue el marrón.

Sus ojos mostraron frustración.

– ¡Por Dios, qué mujer más rara! No encontré los filtros; usé servilletas de papel, ¿de acuerdo?

– -¿Servilletas de papel? ¡Será posible…!

Bajó el puntero, de modo que no dije ni una palabra más sobre el café y lo dejé continuar; lo repitió todo señalando con el puntero. Cuando terminó la conferencia, fue a ver si Marshall ya había llegado. Y yo fui al meollo del asunto.

El ordenador.

Colocado justamente delante de mí, al lado de mi planta traumatizada. Seguramente, la policía se llevaría los ordenadores cuando volviera. Después de lo sucedido en mi apartamento la noche anterior, ahora sabía que tenía muy poco tiempo.

Puse los dedos sobre el teclado. Tal como yo veía las cosas, tenía que averiguar lo que Mark había estado haciendo en los últimos días para comprender por qué alguien había querido matarlo. Tenía una ligera idea, pero no tenía pruebas, ya que estaba totalmente cegada por su afán por liquidar R amp; B. Pero el ordenador lo sabía.

Tecleé listados de archivo. Todos los archivos de R amp; B (las horas de trabajo efectivo, correspondencia, avisos, información de clientes y nuestros archivos personales) aparecieron en la pantalla. La policía se había; llevado copias de los archivos de clientes y de horarios y yo los podía volver a imprimir si era necesario, pero no hacía falta. Mark guardaba su propia agenda cibernética en un archivo secreto y generaba una versión puesta al día de sus propias horas de trabajo a partir de esa información. Estaba protegida por su propia contraseña personal: MOOK. Era así como siempre le había llamado su padre. Di gracias a Dios por las conversaciones de cama. La tecleé y aparecieron los archivos ocultos: AGENDA DEL DÍA, VERIFICACIONES. Los mismos directorios de siempre. Aún no los había cambiado. Tenía la información más íntima de Mark al alcance de mis dedos. Y podía seguir saboreando el café. Nuestro investigador de los viejos tiempos en la otra compañía solía decir que empezar a investigar sobre algo con una lupa un anacronismo. Todo sucede delante de los microscopios y de los ordenadores, en laboratorios y en tubos ensayo. Hoy día el trabajo de los detectives puede producir celulitis.

Seleccioné agenda y pulsé la tecla ENTER. Apareció una rejilla en la pantalla, la agenda del mes con las citas escritas encima. Mark usaba nuestro viejo código Grun. RE significaba reunión fuera de la oficina; R U reunión en la oficina; RC, estudio del cliente, y TL, llamada telefónica. Las anotaciones llenaban los días y finalizaban bruscamente el día de la muerte de Mark. Traté de no pensar en ello y eché un vistazo a la primera semana del mes.

JUICIO WELLROTH CHEMICAL.

Retrocedí a la semana anterior y la imagen cambió. Muchos RE con doctor Haupt y E. Eberlein. Luego un montón de RC con E. Eberlein y un listado de empresas farmacéuticas. Smith-Kline, Wyeth, Rohrer, McNeil Labs y Merck. Todos estaban allí en reuniones de una duración media de una hora. Al parecer, Mark había tratado con ellos durante el día y los había agasajado con cenas por la noche. Eso representaría muchos negocios, pero no era su propósito enriquecer las arcas de R amp; B. Todo estaba destinado al nuevo bufete de Mark.

Me apoyé en el respaldo de la silla e intenté no sentirme totalmente traicionada. No me había dicho ni una palabra ni lo había escrito en los archivos oficiales donde se podría haber visto. Me mordí los labios y pulsé la tecla PÁGINA SIGUIENTE presa de una creciente indignación.

Me sorprendió otro encabezamiento. RE con G. Wells. ¿Mark tuvo una reunión con Grady fuera de la oficina? Figuraba en la agenda del mes pasado. Busqué en otras páginas del calendario buscando el nombre de Grady. Apareció otra RE la semana antes de la muerte de Mark, pero no había ninguna explicación. No pude imaginarme para qué se reuniría Mark con Grady. Jamás habían trabajado juntos. Grady trabajaba para mí y para los clientes de tecnología punta con los que estaba empezando. Ya tenía una cartera activa con nuevas empresas de software en la ruta 202, en los suburbios.

No había tocado el café, que se enfriaba. ¿Por qué se había reunido Grady con Mark? ¿Una hora entera al final del día y fuera de la oficina? Miré la lista de Grady en la pizarra. Allí no había ningún WELLS. ¿Dónde estaba él la noche de la muerte de Mark? Confiaba en Grady, pero este descubrimiento me inquietó.

No tenía tiempo para solucionar el rompecabezas. Salí de agenda e imprimí el documento pulsando la tecla PRINT; luego volví a PRINT para cada uno de los archivos ocultos. No me gustaba hacer una copia de algo cuya existencia solo yo conocía, pero no podía confiar en que siguiera teniendo el ordenador a mi disposición ni un minuto más.

Busqué en VERIFICACIONES y se materializó un nuevo menú: CUENTAS DE R amp; B y CUENTA PERSONAL. Primero pulsé R amp; B. Apareció un registro en la pantalla. Revisé las salidas del mes. Nada fuera de lo normal: DH EX FED, MATERIAL, TELÉFONO, EMPRESAS BISCARDI, la compañía propietaria del edificio. Todo estaba en orden, perfectamente legal. Recordé el testamento de Mark con un estremecimiento. Él no quería mi dinero. Dejé las emociones a un lado y seleccioné CUENTAS PERSONALES.

Las entradas eran MERCADOS ACMÉ, BELL MOBILE, otras por el estilo. Pequeñas cantidades, gastos frugales Mark nunca gastaba mucho dinero en nada, razón por la cual nunca supe que tenía tanto. Entonces los vi. Pagos a AMERICAN EXPRESS y VISA de trescientos y cuatrocientos dólares que empezaban al mismo tiempo que el estudio de clientes. De modo que era verdad y lo había pagado él mismo. Al lado de los pagos con tarjeta de crédito destinados a un impresor y diseñador gráfico loca sin duda por las nuevas tarjetas personales y el nuevo logotipo, vi un pago a la agencia inmobiliaria PHILOFFICE de veinte mil dólares. Un buen pellizco para mi nueva oficina con luz y con sol.

Luego, otra entrada me llamó la atención, EFECTIVO. Había retirado dos mil dólares la semana anterior, nota decía: SAN FREMINET por FACTURAS LEGALES

¿Qué? ¿Sam? ¿En efectivo?

Retrocedí al mes anterior. Había un listado de pagos rutinarios y otro a Sam. En efectivo, dos mil dólares. Tres semanas antes del asesinato. Y una vez más, FACTURAS LEGALES.

Me recosté en el respaldo con un nudo en el pecho. ¿Por qué Mark pagaba a Sam? ¿De qué minutas legales se trataba y por qué en efectivo? No tenía sentido. Imprimí las verificaciones y pulsé otra tecla.

¿ESTÁ SEGURO DE QUE QUIERE BORRAR ESTOS ARCHIVOS? ¿s/n?, preguntaba el ordenador.

Pulsé s. Hubiera tecleado inmediatamente de haber podido. Los archivos contenían la solución al rompecabezas y la quería para mí. En veinticuatro horas, el sistema lo borraría todo automáticamente. Yo tendría las únicas copias.

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