En la Edad Media y el Renacimiento, Europa aún conservaba intacta su capacidad para entender símbolos e iconos ancestrales. Sus gentes sabían cuándo y cómo interpretar un capitel, un rasgo en un cuadro o una señal en el camino, pese a que sólo una minoría de ellos había aprendido a leer y escribir.
Con la llegada del racionalismo, aquella capacidad de interpretación se perdió, y con ella buena parte de la riqueza que nos legaron nuestros antepasados.
Este libro recoge muchos de esos símbolos tal y como fueron concebidos. Pero también intenta devolvernos nuestra capacidad para comprenderlos y beneficiarnos de su infinito saber.