No puedes regresar. Este mundo de policías y ladrones y extranjeros sin papeles en regla es demasiado fuerte para ti. La palabra fuerte significa que es cómodo, un mundo liviano, sin entropía, un mundo que conoces y del que no puedes desprenderte. Como un tatuaje. A cambio, sin embargo, recuperarías el país natal, una especie de país natal, y las reglas protectoras, y el derecho a conocer a una muchacha muy hermosa y con voz de estúpida. Una muchacha de pie en la puerta de tu habitación, la camarera que viene a hacer la cama. Me detuve en la palabra «cama» y cerré el cuaderno. Sólo tuve fuerzas para apagar la luz y dejarme caer en la «cama». Inmediatamente empecé a soñar con una ventana de maderas gruesas y labradas como aquellas que aparecían en los cuentos infantiles ilustrados. Con el hombro me apoyaba en la ventana y ésta se abría. Afuera no había nadie. Noche silenciosa entre los bloques de bungalows. El policía extendió su chapa procurando no tartamudear. Automóvil con matrícula de Madrid. El que estaba sentado junto al conductor iba con una camiseta con los colores del Barcelona, pero no en vertical sino en horizontal. Un tatuaje indeleble en el brazo izquierdo. Detrás de ellos brilló una masa de niebla y sueño. Pero el poli tartamudeó y yo sonreí. No pu-pu-puedes re-re-regresar. «Regresar.»