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23. PERFECCIÓN

Hamlet y la Vita Nova, en ambas obras hay una respiración juvenil. La inocencia, dijo el inglés, léase inmadurez. En la pantalla sólo hay risas, risas silenciosas que sorprenden al espectador como si estuviera escuchando su propia agonía. «Cualquiera es capaz de morir» enuncia algo distinto que «Cualquiera muere». Una respiración inmadura en donde aún es dable encontrar asombro, juego, perversión, pureza. «Las palabras están vacías»… «Si quitara de allí esa pistola tal vez podríamos negociar»… El autor escribe estas amenazas cerca de una piscina a principios del mes de octubre, con un promedio de tres horas diarias de sueño. La inocencia, casi como la imagen de Lola Muriel que deseo destruir. (Pero no se puede destruir lo que no se posee.) Un impulso, a costa de los nervios que quedan destrozados en habitaciones baratas, propulsiona la poesía hacia algo que los detectives llaman perfección. Callejón sin salida. Sótano cuya única virtud es su limpieza. Pero quién ha estado aquí sino la Vita Nova y Hamlet. «Escribo en la piscina del camping, en octubre, cada vez hay menos personas y más moscas; a mediados de mes no quedará nadie y los servicios de limpieza desaparecerán; las moscas serán las dueñas de esto hasta finales de mes o algo así.»

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