17. INTERVALO DE SILENCIO
Observe estas fotos, dijo el sargento. El hombre que estaba sentado en el escritorio las fue descartando con indiferencia. ¿Cree usted que podemos sacar algo de aquí? El sargento parpadeó con un vigor similar al de Shakespeare. Fueron tomadas hace mucho tiempo, empezó a decir, probablemente con una vieja Zenith soviética. ¿No ve nada raro en ellas? El teniente cerró los ojos, luego encendió un cigarrillo. No sé a qué se refiere. Mire, dijo la voz… «Un descampado al atardecer»… «Larga playa borrosa»… «A veces tengo la impresión de que nunca antes había usado una cámara»… «Paredes descascaradas, terraza sucia, camino de gravilla, un letrero con la palabra oficina»… «Una caja de cemento a la orilla del camino»… «Ventanales desdibujados de restaurante»… No sé adónde diablos quiere llegar. El sargento vio por la ventana el paso del tren; llevaba gente hasta en el techo. No aparece ninguna persona, dijo. La puerta se cierra. Un poli avanza por un largo pasillo tenuemente iluminado. Se cruza con otro que lleva un expediente en la mano. Apenas se saludan. El poli abre la puerta de una habitación a oscuras. Permanece inmóvil dentro de la habitación, la espalda apoyada contra la puerta de zinc. Observe estas fotos, teniente. Ya no importa. ¡Mire! Ya nada importa, regrese a su oficina. «Nos han metido en un intervalo de silencio.» Lo único que quiero es una autorización para volver al lugar donde alguien tomó estas fotos. Una autorización verbal. Estas cajas de cemento son para la electricidad, allí se colocan los fusibles o algo parecido. Puedo localizar la tienda donde fueron reveladas. Esto no es Barcelona, dice la voz. Por la ventana empañada vio pasar el tren repleto de gente. La luz recorta los contornos del bosque sólo para que unos ojos entornados disfruten del espectáculo. «Tuve una pesadilla, desperté al caer de la cama, luego estuve casi diez minutos riéndome.» Por lo menos hay dos colegas que reconocerían al jorobadito, pero justo ahora están lejos de la ciudad, en misiones especiales, mala suerte. Ya no importa. En una foto pequeña, en blanco y negro como todas, puede verse la playa y un pedacito del mar. Bastante borrosa. Sobre la arena hay algo escrito. Puede que sea un nombre, puede que no, tal vez sólo sean las pisadas del fotógrafo.